Nueva desaceleración
La desaceleración económica observada en septiembre y que causa cierta alarma en las empresas, estuvo pintada en la pared desde mayo, cuando la tendencia del crecimiento mostró debilitamiento gradual.
Eso era obvio, pues, que el principal propulsor desde el tercer trimestre de 2009 había sido la demanda estadounidense. Ésta, a su vez, inflada por un masivo estímulo fiscal, en un intento de ese gobierno por impedir una segunda Gran Depresión.
Por lo masivo del estímulo, lo rápido del rescate financiero y lo bajo de la tasa de interés a 0.25% por la Reserva Federal, la mayoría de analistas y, sobre todo, el gobierno, pensaron que con eso bastaba para que México siguiera creciendo.
Dos cosas confirman que esta visión no se materializó. Una, la medida casi desesperada que anunció la Reserva Federal de comprar 600 mil millones de dólares de bonos del Tesoro, además de 1.750 billones que compró el año pasado.
La segunda son las cifras económicas mexicanas. Las cifras oficiales de tendencia de la producción según encuestas muestran desaceleración en el crecimiento, más marcada desde el verano. En el empleo de personal, según los productores no sólo hay menor crecimiento, sino desde septiembre hay una contracción.
Esto es lógico, pues al agotarse el impulso en Estados Unidos y no reemplazarse con un impulso propio de demanda interna, la actividad medida en ventas, empleo, inversiones o pedidos, se fue desinflando. Es más, la demanda interna nunca se recuperó, mucho menos comparada con la exportación. La industria automotriz ilustra lo anterior. Mientras que la producción saltó 67% anualmente hasta julio, la venta doméstica cayó 26%.
En los meses venideros sin impulso interno y con cada vez menor impulso externo, el crecimiento será raquítico. Peor aún, la nueva estrategia de la Reserva Federal está causando una fuerte apreciación del peso, pues parte de la liquidez que crea, llega como entradas masivas de dinero de corto plazo, atraída por la mayor tasa de interés en México.
El sector exportador pagará los platos rotos. Pero si este sector era el responsable de la recuperación, entonces lo previsible es que el crecimiento de 2011, y quizás más adelante, sería muy bajo y, por lo tanto, incapaz de crear mucho empleo.
Hay poco lugar para optimismo en la demanda interna, pues ésta tendría que provenir de una mejor asignación del gasto público. El gobierno ha seguido expandiendo su gasto corriente, y varios de sus organismos, incluso, ya enfrentan situaciones críticas por mala planeación y administración y por falta de visión estratégica. El caso más reciente es el ISSSTE.
En su proyecto de gasto para 2011, el gobierno propuso recortes a la agricultura; nunca avanzó mucho en la infraestructura, ya perdió impulso en la vivienda y es poco el apoyo a medianas y pequeñas empresas. Una nueva complicación es que la violencia ya tiene costos tangibles y probablemente van a crecer, sobre todo para las pequeñas empresas.
El Congreso no ayuda, pues tiene frente a sí un masivo presupuesto de 3.4 billones, casi 1 billón más que en 2007, y solamente sigue los dictados de los partidos políticos y de los gobernadores, tolerando un alto grado de dispendio.
Tal parece que nadie quiere enterarse de lo incierto de la economía global en esta nueva etapa en la que la Reserva Federal ha entrado en terreno desconocido. No pueden el gobierno y el Congreso culpar al sector privado de seguir perdiendo confianza, de ignorar los discursos que hablan de una fuerte recuperación y de estar invirtiendo en el extranjero.
rograo@gmail.com
Analista económico
Fuente: El Universal
Difusión AMLOTV
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