Viernes, 31 de Diciembre de 2010 00:00
Escrito por LJM
El año que culmina será catalogado como uno de los más violentos en el estado. Después de que Arturo Beltrán Leyva cayera abatido por las balas de un cuerpo de élite de la Marina Armada, en diciembre de 2009, en el fraccionamiento Altitude, en Cuernavaca, se recrudeció la violencia en la entidad dando como resultado que los siguientes 12 meses se convirtieran en los más violentos.
Como prueba de lo anterior, en los últimos 365 días, en promedio, una persona fue ejecutada o hallada muerta en el contexto de la “guerra” contra el narcotráfico. Si bien, en Morelos ya se habían registrado hechos de este tipo en años anteriores, el número de 340 ejecuciones es uno de los síntomas del terror. Pero a ello se debe agregar las prácticas sádicas en algunas de las ejecuciones. Primero fueron cuerpos envueltos con signos de tortura y con disparo de gracia; luego vinieron las cabezas; después los cuerpos desmembrados; más tarde, los cuerpos colgados y finalmente aquellos que fueron mutilados y colgados.
La saña fue subiendo de tono y con ello también los enfrentamientos. De ser operativos nocturnos para la ejecución, el enfrentamiento y desafío pasó a ser a plena luz del día y en lugares públicos y llenos de personas. Lo más preocupante es que, de acuerdo con la propia información oficial, varias personas asesinadas a lo largo de este año, no tenían nada que ver con el crimen organizado y en el caso de otras, incluso participaron en el programa de denuncia anónima, lo que implica que el centro de denuncias está infiltrado, anulando así uno de los programas estrella de las administraciones federal y estatal.
Cabe decir que, aunque las autoridades han afirmado en diversas ocasiones que la violencia es sólo un tema que atañe a los cárteles y a las fuerzas federales, la acción de la delincuencia y la poca eficacia de las medidas aplicadas por las autoridades sí ha impactado en la vida de la mayoría de los ciudadanos. Ello se desprende por un lado, del cambio de estilo de vida de muchas familias, mismas que dejaron de acudir o prohibieron a sus hijos participar en la vida nocturna de las ciudades; pero quizás lo más grave, es que la economía local, basada en la vida nocturna, en las escuelas de español para extranjeros, en los parques acuáticos y atractivos turísticos ambientales o culturales, vieron mermada su actividad, debido a la publicidad de los sucesos violentos en la entidad.
Finalmente, en el balance se debe señalar que la delincuencia organizada no es el único problema de los morelenses. La llamada delincuencia común ha hecho de las suyas. En los últimos meses se han incrementado los asaltos bancarios, los robos a casa-habitación, los asaltos a mano armada, los secuestros, las extorsiones telefónicas, el robo de autos y al autotransporte. Con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, las autoridades locales y municipales han encontrado una forma de evadir su responsabilidad. Así también, es importante señalar que la violencia feminicida continúa aumentando, por lo que la muerte de las mujeres sigue siendo un foco rojo, de los más olvidados, por cierto.
Fuente: La Jornada de Morelos
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