JORGE GÓMEZ NAREDO
I
Han ido a todas partes y en todas partes han pedido lo mismo: que su pueblo no se les venga muerto, que no lo inunden…, que no lo maten. En todas partes, o en casi todas, les han dicho que eso que piden es demasiado, que son imposibles, quimeras: sueños que están alejados de la realidad. Pero ellos insisten. Les viene una terquedad nacida del derecho que tienen a vivir donde siempre han vivido, del derecho que tienen a mirar la iglesia que desde niños han mirado, del derecho que tienen de llevarles flores a los muertos que siguen extrañando y honrando. Sí, la terquedad que viene de la dignidad. Ellos son los de Temacapulín, los de Palmarejo y los de Acasico, los que la semana pasada, cansados de tantos desdenes gubernamentales, decidieron tomar las obras que se están realizando para construir la presa El Zapotillo.
II
Un día llegaron y les dijeron que pronto tenían que marcharse, que les construirían unas casitas pequeñitas lejos de ahí donde siempre habían vivido, y que a esas casitas pequeñitas tenían que mudarse. No les dieron oportunidad de opinar. Llegaron y les dijeron que pronto tenían que irse. No hubo negociación ni pláticas ni charlas con los encargados del proyecto. No hubo explicación: harían una presa para “el progreso”, y sus pueblos serían inundados. No más.
III
Los del gobierno han esgrimido varios “argumentos”: que la presa beneficiará a los muchos, y que los de Temaca, Acasico y Palmarejo son los pocos; que hay estudios ecológicos, técnicos y jurídicos que indican que la presa se ha planeado siguiendo los más estrictos “estándares científicos”; que la razón les asiste; que eso de la presa no es negocio de unos cuantos, sino que se hace para el bienestar de muchos pueblos de los Altos de Jalisco y de la ciudad de León; que el progreso no se puede detener porque “unos poquitos” desean mantener el privilegio de vivir donde siempre han vivido. Sí, los del gobierno (o los de los gobiernos: entran los estatales de Jalisco y Guanajuato y el federal) han dicho muchas palabras. Pero ninguna ha convencido a los pobladores afectados. Ellos, los de Temaca, Acasico y Palmarejo, saben lo que quieren, y lo que quieren es simple: seguir viviendo donde vivieron sus abuelos y sus padres, donde están sus recuerdos, su historia.
IV
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la jalisciense Comisión Estatal del Agua (CEA), están prontas a reprimir. Las oficinas de la delegación Jalisco de la Conagua se llenaron anteayer de patrullas de la Policía Federal. Se han empleado incluso amenazas. El director del Organismo de la Cuenca Lerma Santiago Pacífico, dependiente de la Conagua, Raúl Antonio Iglesias Benítez, con tono beligerante, dijo que ya se tenían fotografías y videos de los que se atrevieron a tomar las obras de la presa El Zapotillo, y que actuarían con todo el peso de la ley. Sí, es la intimidación. Qué cosas tan extrañas suceden en este país: nunca hubo negociación con los afectados de la presa, jamás se les pidió a los pobladores su opinión sobre si sería bueno o no que se les inundara su pueblo. Y ahora: aparecen las amenazas. Vaya, ¡qué bonita forma de actuar de las autoridades federales, siempre apoyadas por las estatales!
V
Los de Temacapulín han ganado batallas legales y batallas éticas, sin embargo, las autoridades los han tratado con desdén. Para los gobiernos estatales de Jalisco y Guanajuato y para el federal, la presa El Zapotillo va y no habrá marcha atrás. Se hará cueste lo que cueste. Este país está patas arriba: los de Temacapulín, por mostrar participación ciudadana, organización y dignidad, deberían ser reconocidos por el gobierno y puestos como ejemplo para todos los mexicanos. Pero no pasa eso. Al contrario, se les criminaliza y se les reputa de tercos, obcecados y obsesionados.
VI
Han ido por todas partes y en todas partes han pedido lo mismo: que su pueblo no se les venga muerto, que no lo inunden…, que no lo maten. Los de Temacapulín están en pie de lucha. Y se les debe apoyar, se les debe reconocer el tesón. Su lucha es la lucha de todos: la de un pueblo que quiere seguir viviendo, existiendo, latiendo. Sí, ellos tomaron las obras de la presa El Zapotillo, y las tomaron porque han ganado batallas jurídicas y éticas, y no se les ha hecho caso. Por eso lo hicieron. Ellos lo dicen, y lo dicen bien claro: tomamos la presa “porque ya estamos hartos de que los gobiernos local, estatal y federal no cumplan con las leyes ni respeten el Estado de derecho”. Ahora, habrá que preguntarles a las autoridades, ¿qué sigue?, ¿detener la obra y reconocer errores: admitir la derrota? o ¿continuar con la obstinación y manchar de sangre la tierra donde se edificó, hace ya decenas de años, el pueblo de Temacapulín?
jorge_naredo@yahoo.com
Fuente: La Jornada de Jalisco
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