lunes, 6 de junio de 2011

Tengo absoluta confianza, fe ciega, en que los mexicanos van a transformar al país


ENTREVISTA/ ALEJANDRO SOLALINDE, DEFENSOR DE LOS DERECHOS HUMANOS

TENEMOS LA FUERZA PARA QUITAR Y PONER, ASÍ DE FÁCIL

MAURICIO FERRER

Le resulta fascinante que el país haya dejado a la pobreza en el olvido, como aseguró en días pasados el secretario de Hacienda, el panista Ernesto Cordero, figura política con aspiraciones presidenciales hacia 2012.

Las declaraciones del secretario no pueden ser más que un chascarrillo para el presbítero que lidera, hombre menudo, sereno, cuya mirada a través de sus anteojos atraviesa la razón de aquellos que con él conversan y de migrantes que han tenido la oportunidad de conocerlo en el albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca.

En entrevista con La Jornada Jalisco, Solalinde, “el cura que despertó la conciencia de México”, según la BBC de Londres, y que mantiene una vida en peligro como lo ha denunciado Amnistía Internacional, abordó algunas de las heridas que sufre este país: pobreza, opresión del poder y la Iglesia, violencia, migración y el futuro en 2012.

–Hace tiempo que México dejó de ser un país pobre, dijo días atrás el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, presidenciable entre los panistas. ¿Qué le parecen estas palabras?

–¡Me encanta! Imagínate: en medio de esta chinga nacional en que vivimos, en medio de tantos atropellos a los derechos humanos, tanta cerrazón, tanta jodidez económica, tanto engaño político, oye, un buen chascarrillo te pone de buen humor, un buen chiste que en medio de tanta preocupación te distrae poquito. Eso como chiste, como realidad qué pena que una persona que está propuesta como el gallo del mero mero tenga esas percepciones, porque lo único que quiere decir es que no vive abajo, no vive afuera, no vive con la gente, no sabe lo que dice, quién sabe qué mundo le está tocando vivir. Talvez sea un hombre bueno, pero la percepción que tiene es muy distante, es muy penosa y una persona así difícilmente podría gobernar un país que tiene realidades tan tremendas, tan complejas, desafíos tan enormes que no han querido ser reconocidos por el mismo gobierno federal.

–Algunos jerarcas eclesiásticos también tienen esa percepción, por tanto que se codean con el poder; incluso están a favor de políticas excluyentes.

–La Iglesia católica es un misterio, es una institución muy compleja, una unidad de procesos, de conciencias, posturas, donde todo es válido, todo se vale ahí. No somos un molde, no somos una uniformidad, y en la historia de la Iglesia siempre ha sido así: hay unos que están con los de arriba, con el imperio, mientras que hay otros que han estado con los insurgentes, con la gente más pobre. El problema no es tanto esa diversidad, el problema y lo triste, es que no hubiera nadie que acompañara a las personas que son más afectadas por la injusticia, por la opresión, por la discriminación y la exclusión.

–Usted es uno de esos acompañantes, lo es con los migrantes. ¿Cuál es la deuda del Estado mexicano con ellos?

–Si mi perspectiva como funcionario fuera, de veras, desde la mirada de Cristo, tomando como referente a Cristo, yo vería a mis hermanos del sur, a los inmigrantes ciertamente, con mucho cariño y respeto. Porque antes que el control de las fronteras y las soberanías y esos rollos, tengo que ver mi relación con mis hermanos del sur porque la ley más importante es que somos vecinos, compartimos una historia, Mesoamérica en común, que no podemos ignorarla por un compromiso ficticio con Estados Unidos con el pretexto de la seguridad. El gobierno mexicano debe actuar primero, congruentemente, como humano, luego como cristiano, luego como vecino de una región que nos tocó compartir geográficamente y culturalmente, y ser un hermano solidario, no como una persona que sólo se puso una gorra de policía y los está tratando como a veces ni siquiera Estados Unidos trata a los mexicanos. Yo creo que el gobierno debe hacer muchos cambios al respecto, pero dudo mucho que éste los haga porque presume la ley, pero esa ley ha sido fruto de la presión de la sociedad civil. Yo pienso que la sociedad civil está apenas iniciando su camino, donde a partir de una sociedad civil no borrega, no gregaria, consciente, valiente, creativa y muy disciplinada, creo que va a lograr lo que no se había logrado antes y es lógico porque el sistema mexicano siempre nos ha tratado de manera paternalista, nos ha coartado la libertad, la consciencia, las decisiones, igual ha pasado con la Iglesia católica, que ha querido trabajar con un rebaño dócil, pero este rebaño dócil no sirve para transformar la Iglesia ni para transformar México.

–¿Tiene usted fe en los mexicanos para que transformen al país? Vemos revueltas como en los pueblos árabes, las manifestaciones en España; mucho hartazgo hacia la clase poderosa. ¿Cree que los mexicanos logren cambiar las cosas?

–Tengo absoluta confianza, fe ciega en el pueblo de México. Hay personas que no estarán de acuerdo, tendrán miedo pero estoy seguro que México lo hará. Ha dado muestra de ser un gran pueblo, no son en balde todas las riquezas que tenemos, nuestras raíces indígenas, europeas, y lo ha demostrado, como fue el 19 de septiembre de 1985, cómo la gente se organizó ante el sismo de ese año. México tiene una gran capacidad para sacar sus valores humanos, cristianos; yo pienso que de algo nos servirá ser guadalupanos.

–La violencia es un obstáculo para la transformación. Es quizá la solución a ésta la principal demanda de los ciudadanos. ¿Habrá paz o mayor crueldad?

–La estrategia no ha sido la correcta, de entrada nació mal, nunca nació consultando a la gente; las bases, simplemente (Felipe Calderón) tomó sus decisiones para legitimar su posición. Las causas de la violencia no se van a solucionar encarcelando a la gente, aumentando las penas con una justicia punitiva; yo creo en un justicia restauradora. Lo más importante es empezar una nueva educación; educar valorando a la persona con la práctica del respeto y la tolerancia. Hay mundos, hay procesos, sólo Dios entiende esos mundos; a nosotros sólo nos ha puesto la vocación de amar y servir, no tenemos que comprender esos mundos para justificar ayudar o no ayudar. El problema es que casi ninguna institución está educando para valorar al ser humano, para amarlo y disfrutar su diversidad. La familia no está nutriendo en el cariño, el respeto y la autoestima. La escuela está igual, se ha politizado, se ha deshumanizado y no se preocupa por formar personas desde adentro para que haya un encuentro con el ser humano en todos los niveles del conocimiento. Falta que la Iglesia católica se dedique más a enseñar: si de veras tiene como modelo y punto de referencia a Cristo, es tiempo de que deje de tomar a los santos como modelos. El modelo de Cristo nos enseñó que lo más importante para él era enseñar, amar, servir. Es muy importante que la Iglesia retome su vocación de misionera; la jerarquía católica necesita convertirse; pero no convertirse al estilo antiguo de rezar más, ir a misa y confesarse más seguido, sino de transformar las instituciones y volver a ser pastores y retomar la caridad pastoral. Hoy no nos preocupamos por las ovejitas, convivimos con el lobo o corremos cuando lo vemos venir.

–¿Cómo visualiza el 2012?

–Yo lo quiero visualizar como la entrada, no el regreso, definitiva, organizada, disciplinada de la sociedad civil, quiero imaginarme que de aquí a un año va a crecer la conciencia de este movimiento por la paz con justicia y dignidad, quiero imaginarme que vamos a ser capaces de descubrir el poder que tenemos uniéndonos, no optando por la violencia sino por la organización. No necesitamos ser violentos ni groseros ni insultar a nadie pero sí tomar decisiones muy firmes para organizarnos. Cada uno aislado no vamos a hacer nada; nos han ignorado, no nos han tomado en cuenta y es tiempo de unirnos, de participar todos. Desde un niño tomado en cuenta hasta un adulto mayor puede aportar, construir un México mejor, un México diferente. Tenemos la fuerza para quitar y poner, así de fácil.

Fuente: La Jornada de Jalisco

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