miércoles, 14 de septiembre de 2011

Católicos de Tlanalapan acuerdan “nunca jamás” dejar entrar a cristianos al pueblo


JAVIER PUGA MARTÍNEZ

La población católica de San Rafael Tlanalapan firmó un acuerdo para impedir que “nunca jamás” se vuelva a instalar otro culto diferente al suyo en esta población del municipio de San Martín Texmelucan, Puebla.

Sobre el acuerdo, tuvieron conocimiento los representantes de la Secretaría General de Gobierno (SGG) del estado, del ayuntamiento de Texmelucan, así como por la presidencia auxiliar, luego de que el edil subalterno de esta población, Antonio García Ovalle, confirmó ante los vecinos reunidos en la capilla de San Isidro Labrador que las 50 familias que profesan el culto cristiano abandonaron definitivamente este lugar.

Al final, nadie de la SGG ni del ayuntamiento de Texmelucan firmaron el acuerdo. Hoy los católicos insistirán en que las autoridades rubriquen el documento.

Ayer por la tarde el pastor cristiano Josué Ovando Jiménez concedió una entrevista a un medio informativo local, en la que confirmó que la salida de sus seguidores estuvo avalada en todo momento por la Secretaría General de Gobierno, y que fue a sugerencia de esta dependencia como se accedió a salir de Tlanalapan.

Se sabe que mientras Ovando Jiménez regresó a habitar a su poblado natal, Moyotzingo, a unos kilómetros de Tlanalapan, el resto de las familias cristianas fue reubicado en otras poblaciones aledañas de San Martín Texmelucan.

Aunque con este acuerdo los pobladores dieron por terminado el conflicto, existe la probabilidad de que éste continúe a lo largo de la semana pues, en un movimiento inexplicable, el edil García Ovalle simplemente no firmó el acuerdo a pesar de que así se comprometió ante sus gobernados, y los representantes del ayuntamiento y de la SGG también se fueron del poblado sin firmar ningún documento.

Sólo los católicos, en su mayoría mujeres representantes de más de medio centenar de congregaciones de esta religión, redactaron en un documento el acuerdo y lo firmaron comprometiéndose a hacerlo valer incluso con el uso de la fuerza.

La reunión, donde más de 300 personas se acercaron a esta capilla para conocer sobre la expulsión de los cristianos, se llevó a cabo en un clima de hostilidad hacia todo aquel que no fuera católico, así como de agresiones y amenazas contra los representantes de los diferentes medios informativos que cubrieron este acto.

Trascendió que otros grupos cristianos de la capital del estado se comunicaron a las redacciones de algunas radiodifusoras y de medios impresos para advertir que si “un cristiano era tocado por un católico, miles de cristianos acudirían a Tlanalapan para defenderlos”.

“La religión verdadera”

El conflicto religioso en Tlanalapan no es nuevo, como tampoco es la primera vez que ocurre algo así. Los pobladores están orgullosos de la defensa de su catolicismo, pues aseguran que defender su religión es una tradición que está por cumplir un siglo.

Los más ancianos del pueblo relataron a La Jornada de Oriente que durante la Guerra Cristera en la década de los años 20 del siglo pasado, Tlanalapan fue el lugar donde se ocultaron todos los sacerdotes y estudiantes del seminario palafoxiano de Puebla.

“De aquí salieron muchos curas que después se convirtieron en obispos y arzobispos. Aquí los tuvimos escondidos”, recordó un anciano.

Otro más subrayó que hace 20 años el entonces presidente auxiliar Juan Galindo encabezó otro movimiento similar, que culminó con la expulsión de otro grupo de cristianos que intentó abrir un templo de oración, incluso recordó que en El Vaticano hay un reconocimiento especial para esta comunidad, pues es la única en todo el país que no cuenta con “la intromisión de ninguna otra religión que no sea la católica”.

A finales de julio pasado los integrantes del ahora grupo cristino expulsado comenzó a entregar folletos y volantes con información de su culto, “pero le dieron esa información a nuestros niños cuando salieron del catecismo. Eso fue una ofensa y no lo íbamos a permitir”, relató una mujer de la congregación de Guadalupe, que no quiso revelar su nombre.

El resto de las mujeres avalaron la versión y sostuvieron que los cristianos llegaron a Tlanalapan a mediados de 2010, y los habían tolerado porque no se metían con nadie, hasta que “cometieron el grave error de meterse con nuestros niños. La católica es la religión verdadera, y si creen que tratando de convencer a los niños se iban a poder quedar están mal. Vamos a defender a la única y verdadera religión con todo. No saben a dónde se vinieron a meter”, advirtieron.

Un acuerdo no firmado

En punto de las 6 de la tarde de ayer, el presidente municipal auxiliar de Tlanalapan, Antonio García Ovalle, tomó el micrófono para dar a conocer que con el acuerdo entre el gobierno y los cristianos; estos últimos fueron expulsados definitivamente de la comunidad, además de que se comprometió a respetar “la decisión del pueblo” de no permitir nunca más la presencia de cualquier otro culto religioso que no sea el católico.

Minutos antes un misionero cristiano –ataviado con una playera en la que promovía la lectura del versículo “Juan 3:16”–, y que había llegado desde la ciudad de Puebla, intentó dialogar con las mujeres de las congregaciones, hasta que un campesino le reclamó el por qué sólo trataba de “convencerlas a ellas”.

Aunque el misionero se había preparado para tomar el micrófono y tratar de dialogar con los vecinos, esto no ocurrió debido a que los representantes de los gobiernos se lo llevaron a un rincón, le explicaron que su presencia y sus palabras podrían ser más contraproducentes y finalmente se lo llevaron del lugar.

Una mujer soltó el rumor de que “los cristianos están escondidos en el pueblo, atrás de la casa de los Vargas”, alentando a la gente a ir por ellos y sacarlos de ahí con violencia. Fue el momento más álgido de la reunión, que no pasó a mayores, cuando el edil auxiliar y los funcionarios municipales y estatales intervinieron para convencerlos de que no era cierto ese “chisme”.

Tras un intercambio de señalamientos con los habitantes, el edil García Ovalle terminó culpando de la situación a todo el pueblo, cuando señaló a sus vecinos de vender sus tierras y propiedades “a extraños”, además de no cumplir con sus obligaciones tributarias con la alcaldía subalterna y con el ayuntamiento.

Cuando se acordó firmar el acta con el cual el edil, el ayuntamiento y el gobierno del estado se comprometieron a no permitir el ingreso de otra religión al lugar, García Ovalle argumentó que no firmaría el acta porque tenía que atender a unos campesinos, pero que lo haría este día. Nadie de los católicos le creyó.

Fuente: La Jornada de Oriente

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