Economía Moral
Fin de la sociedad centrada en el trabajo pagado y visiones de futuro/ VIII
Evolución de las herramientas en la génesis e historia humanas
Julio Boltvinik
S
i bien el fin de la sociedad centrada en el trabajo pagado tiene que ser empíricamente verificado, conceptualmente lo que me parece fuera de duda es que en la trayectoria humana que arranca en la antropogénesis y está ahora en el umbral de una nueva época, el trabajo es central. Éste está pasando por una transformación radical que modifica su carácter mismo, por lo que resulta evidente la importancia de reflexionar sobre el significado de la encrucijada civilizatoria y antropológica que vivimos.
Dice György Márkus (sistematizando a Marx) que lo que “ante todo distingue al hombre del animal es su específica actividad vital, el trabajo, que constituye su más propia esencia”. Trabajo es “ante todo una actividad que se orienta a la satisfacción de necesidades no directamente sino sólo a través de mediaciones. Estas mediaciones son, sobre todo, medios de trabajo (o de producción) producidos por el propio ser humano, son herramientas que “el hombre sitúa entre sí mismo y el objeto de su necesidad y hace actuar como criterio de su actividad”. Mientras en los animales los medios de producción (garras, dentadura, cuernos, etcétera) son parte de su organismo y son producto de la evolución biológica, en el ser humano los medios de producción son externos1. Esto lo ha expresado de manera gráfica Desmond Morris, a partir de la situación del simio que vivía en los árboles y comía frutas y se vio obligado a bajar al nivel del suelo por cambios climáticos:
“La evolución podría haber favorecido el camino de desarrollar un matador más típico, parecido a gatos y perros, una especie de gato-simio, por el proceso de alargar los dientes y uñas para convertirlos en armas en forma de colmillos y garras. Pero esto los habría puesto en competencia directa con los altamente especializados gatos y perros matadores y hubiese sido desastroso para los primates involucrados. En su lugar, un nuevo enfoque fue adoptado: desarrollar armas artificiales en lugar de naturales, y funcionó.2
Pero el trabajo es una actividad no sólo mediada sino también consciente y este rasgo también distingue al ser humano del animal. Dice Marx:
“Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente. El obrero no sólo efectúa un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo tiempo efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que determina como una ley, el modo y manera de su accionar y al que tiene que subordinar su voluntad.” (Karl Marx, El Capital, Tomo I, Vol. I, p. 216, edición Siglo XXI.)
Por tanto, el trabajo es actividad mediada conciente. Además, el trabajo “no sólo transforma la naturaleza exterior, sino que altera también la naturaleza del hombre mismo” que se apropia de nuevas potencialidades esenciales, propiedades, capacidades y necesidades humanas (Márkus, op. cit. pp. 22-23). En síntesis, el trabajo se manifiesta como proceso de auto-creación del hombre en la historia (Ibíd. p. 31). Esta actividad mediada conciente de auto-creación humana, ha llegado a una etapa de transformación radical que, como dice Rifkin, puede llevar a la humanidad a una edad de oro o a la descomposición social. Elemento central en dicha historia es la evolución de las herramientas, de las fuerzas productivas: desde las primeras herramientas de mano, pasando por arcos y flechas y el molino hidráulico, hasta la fábrica totalmente automatizada. Salto fundamental, la revolución industrial consistió centralmente en el desarrollo de maquinaria. Marx distingue: el mecanismo motor, el mecanismo de transmisión y la máquina-herramienta. Ubica la esencia de la revolución industrial en la última:
“La máquina-herramienta es un mecanismo que ejecuta con sus herramientas las mismas operaciones que antes efectuaba el obrero con herramientas análogas. El número de herramientas con que opera simultáneamente una máquina-herramienta, se ha liberado desde un principio de las barreras orgánicas que restringen la herramienta de un obrero” (El Capital, Tomo I, Vol. II, Siglo XXI, pp. 454-455).
De la maquinaria de los siglos XVIII y XIX, fruto de la revolución científico-técnica, se llega en la segunda mitad del XX a los complejos autónomos de producción:
“[Como resultado del] desarrollo impetuoso de la ciencia y la técnica” los instrumentos de trabajo superan los límites de las máquinas mecánicas y asumen funciones que los convierten, en principio, en complejos autónomos de producción; el aspecto subjetivo de la producción, invariable durante siglos, se modifica: desaparecen progresivamente las funciones de la producción directa realizadas por la fuerza de trabajo simple; la técnica va suplantando al hombre en las funciones directas de ejecución, de manutención, de manipulación y, finalmente, de regulación. Nuevas fuerzas productivas sociales penetran en el proceso directo de producción; la principal es la ciencia y sus aplicaciones técnicas. La originalidad que lo define como revolución científico-técnica, está en que modifica radicalmente el lugar ocupado por el hombre. Elimina completamente la actividad del hombre en la producción directa y la traslada a las etapas preproductivas: a la preparación tecnológica, a la investigación, a la ciencia, a la preparación del hombre. Asegura el triunfo del principio automático en el más amplio sentido del término.” (Radovan Richta et al., La civilización en la encrucijada, Artiach, Madrid, 1972, pp. 35-38.)
La actividad humana de hoy (en principio) sería: 1) diseñar robots; 2) programar los robots pre-existentes para que fabriquen los recién diseñados; 3) programar los nuevos robots para que fabriquen los bienes o provean los servicios planeados; y 4) vigilar, a través de monitores, que los procesos productivos marchen adecuadamente e intervenir sólo cuando resulta necesario; 5) la investigación y el desarrollo tecnológico. Como dicen Radovan Richta y coautores,
“una vez que el hombre cesa de producir las cosas que las cosas mismas pueden producir en su lugar, se abre ante él la posibilidad de consagrarse a una actividad creadora que movilice todas sus fuerzas, que tienda a la investigación de vías nuevas, a la expansión de sus capacidades. La difusión general de este tipo de actividad humana marcará de hecho la superación del trabajo”.
Partiendo de lo precedente y de la discusión sobre evolución humana de mi tesis doctoral, podemos postular las siguientes etapas en la evolución del trabajo humano desde su génesis: a) uso eventual de herramientas naturales (simios); b) uso sistemático de herramientas no fabricadas (simios bípedos); c) fabricación semi-conciente de herramientas, en la cual el producto no está plenamente moldeado (antes de hacerlo) en la mente del productor (Homo habilis); d) fabricación plenamente conciente de herramientas de piedra (Homo erectus); e) fabricación de herramientas de metal (Homo sapiens); f) maquinaria (siglo XVIII); g) sistemas autónomos de producción (2ª mitad del Siglo XX). La gráfica muestra la evolución de las ventas de robots electrónicos en el mundo, indicador de la última etapa.
1 György Márkus, Marxismo y ‘antropología’, Grijalbo (1973/1985), pp. 18-19.
2 Desmond Morris, The Naked Ape. A Zoologist’s Study of the Human Animal, Delta Publishing, Nueva York, 1967/1999, p. 21. Hay edición en español titulada El mono desnudo (Random House Mondadori).
http://www.julioboltvinik.org • jbolt@colmex.mx
Fuente: La jornada
Difusión AMLOTV
viernes, 9 de septiembre de 2011
Evolución de las herramientas en la génesis e historia humanas
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