viernes, 9 de enero de 2009

El mundo llora por Gaza



Gaza sufre una conspiración en su contra. Todas las potencias están unidas contra esa sacrificada ciudad de refugiados en su propio país. Tres horas al día es la tregua concedida por Israel, sólo para evadir críticas y condenas. Nada se ha salvado del fuego israelí, aun escuelas bajo la bandera de la ONU. El mundo llora: nadie puede hacer nada, excepto los agresores.

Los países árabes son tan culpables como Washington. Nadie puede levantar la voz frente a Israel, país sin gobierno, regido por un ejército que asume todas las decisiones con la más amplia libertad de fuego.

El objetivo es la derrota de Hamas y de su absoluta intolerancia al poblamiento israelí de terrenos palestinos. Pero Hamas triunfó en las elecciones realizadas en enero de 2006 sin que pudiera instalar su propio gobierno en toda Palestina. La derrota de Fatah —por su corrupción y debilidad como partido oficial— no puede ser admitido por Abbas ni por Olmet, por Bush ni por Putin, por Mubarak ni por Sarkozy: por casi nadie. El Plan para un alto al fuego es el programa de capitulación de Hamas bajo intenso fuego israelí. Aquí la democracia no es algo que tenga que ver. Los sedicentes demócratas no admiten el sentido del voto público cuando éste no es como ellos lo quieren.

El fundamentalismo de Hamas no es el problema mayor, sino su belicismo en contra de los asentamientos ilegales de israelitas y sus proyectiles lanzados de cuando en cuando para recordar esa parte del conflicto. Esos proyectiles son el gran trofeo de Israel, su permiso para realizar un genocidio en Gaza, ciudad doblemente rebelde: contra Fatah y contra Israel. Mientras, las potencias no detienen a Israel en su política de colonización de más territorios, la cual es causa directa del lanzamiento de misiles desde Gaza. Los hechos, por desgracia, fortalecen la tesis palestina de que en realidad el Estado hebreo carece de un compromiso con la paz y sólo busca la victoria.

La tregua vendrá después de cientos de muertos y miles de heridos, pero la política de Israel no sufrirá cambios. La ONU no existe. Sólo tenemos el militarismo israelí, el cual saldrá triunfante, pero no solamente sobre la rebelión de Hamas, el vetusto gobierno de Mahmoud Abbas y el provisional de Ehud Olmert, sino sobre las potencias mundiales que se niegan al menos a imponer límites al genocidio.

Es la fuerza y su uso desproporcionado el lenguaje que se le permite hablar al ejército de Israel. Frente a éste, las brigadas de Al Kasam carecen en realidad de capacidad de respuesta mientras que sus cohetes pueden hacer muy poco daño y sus proclamas tienen mucho de sufrimiento pero casi nada de política.

El mundo llora a Gaza con sus niños despedazados. Llora también por no haber podido hacer nada para impedir el genocidio. Llora por no poder hacer ahora nada para detenerlo. Sólo los agresores pueden silenciar sus propios misiles. Si las cosas siguen igual, ese mismo mundo seguirá llorando de rabia por no poder hacer absolutamente nada para impedir que Gaza se repita.

pgomez@milenio.com

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