México SA
Deroga la OEA cláusula de la ignominia
Muchos discursos y poco dinero
Carlos Fernández-Vega
Cuarenta y siete años después de la artera puñalada marca EU, todos los cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) decidieron derogar, por aclamación y sin condiciones, la resolución que en ese mismo seno se tomó el 31 de enero de 1962 en Punta del Este, Uruguay, la cual no fue otra que la expulsión de Cuba del sistema interamericano.
¿Habrá que celebrar la decisión y la repentina toma de conciencia de los gobiernos de América sobre el caso cubano? Todo indica que no, porque al final de cuentas el perdón de la OEA, o si se prefiere el mea culpa, no cancela el argumento original que dio pie a la artera expulsión cubana, ni mucho menos condena el ilegal bloqueo económico que se mantiene en contra de la isla, al tiempo que aquello de la derogación sin condiciones conlleva todo tipo de condicionalidad.
Aquella resolución VI adoptada el 31 de enero de 1962 en la Octava Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA –cuyo director de orquesta fue el estadunidense secretario de Estado Dean Rusk– estableció: la adhesión de cualquier miembro de la Organización al marxismo leninismo es incompatible con el sistema interamericano, y el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio; el actual de gobierno de Cuba, que oficialmente se ha identificado como un gobierno marxista leninista, es incompatible con los propósitos y principios del sistema interamericano; esta incompatibilidad excluye al actual gobierno de Cuba de participar en el sistema interamericano; el Consejo de la OEA y los órganos y organismos del sistema interamericano adoptarán sin demora las providencias necesarias para cumplir esta resolución.
Tal resolución fue avalada por 17 países, para lo cual el gobierno de John F. Kennedy utiliza la vieja práctica de la zanahoria y el garrote; se abstuvieron de votar tres naciones, México entre ellas, y Cuba votó en contra. Cuarenta y siete años después, con el enorme costo económico y social que para la isla implicó el bloqueo latinoamericano, los cancilleres de la OEA la derogan por aclamación, pero dejan a la libre decisión del gobierno cubano si pide permiso para volver, amén de aceptar un proceso de diálogo y de negociaciones sobre derechos humanos y libertad política, es decir, la incondicionalidad.
Casi medio siglo, nada más. Por ello, retomo lo publicado algunos años atrás en La Jornada para conocer el ambiente tras la resolución de la OEA: en una crónica periodística de la época se destacaba el regocijo del presidente estadunidense John F. Kennedy por la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos, y destacaba su más grande orgullo y satisfacción por haberlo logrado. En la Casa Blanca, el primero de febrero de 1962, Kennedy esperó que aterrizara el helicóptero en el que viajaba el secretario de Estado Dean Rusk, y dijo a los periodistas que el funcionario ganó gran prestigio para sí y mi gobierno.
El diplomático estadunidense traía en sus manos un trofeo que, aparentemente, le confería el recibimiento de héroe: Cuba, el enemigo socialista, anclado a poco más de 90 millas del territorio estadunidense, acababa de ser separada de la OEA. Rusk, por su parte, dijo que en el encuentro de cancilleres se demostró un profundo sentido de la unidad del hemisferio frente al problema de Cuba.
El bloqueo a la isla, indica la crónica periodística de 47 años atrás, ha entrado en una fase particularmente aguda. Alrededor de ese pequeño archipiélago, que desde el aire asemeja un cocodrilo de tierra sobre el Mar Caribe, se estrecharía aún más el cerco iniciado casi un trienio antes. A pesar de todo, según la crónica, Cuba tenía opciones: variar el camino escogido, aunque, según todas las apariencias, la vía socioeconómica sería mantenida contra viento y marea. Entonces, el bloqueo. Pero lo que Rusk no explicó a la prensa fue que los cancilleres de las naciones integrantes de la OEA fueron advertidos por el secretario de Estado que la ayuda económica que aspiraban a recibir del gobierno estadunidense estaba condicionada al apoyo que brindaran a la aplicación de sanciones en contra de Cuba, según revelaciones de The New York Times.
El propio rotativo publicó en su edición del primero de febrero de 1962 que al secretario de Estado Dean Rusk se le acordó una bienvenida de héroe en la Casa Blanca, cuando regresó e informó un gran éxito contra Cuba en la OEA. El presidente Kennedy saludó al funcionario y a su equipo con vigorosos apretones de mano y algunas palmadas en la espalda. Kennedy posó con el secretario ante las cámaras de prensa, sin sombrero y sin abrigo, y le ofreció una breve recepción a la que asistieron importantes miembros del Congreso. Rusk se unió al espíritu de celebración. Algunos observadores pensaron que la intensa campaña publicitaria de la administración Kennedy estaba dirigida al Congreso, cuyo apoyo se necesita para el costoso programa de ayuda hemisférica de la Alianza para el Progreso (la zanahoria a cambio de votos).
Pocos medios recogieron las declaraciones de la saliente delegación cubana ante la OEA: una pregunta a los señores ministros de relaciones exteriores que nos acusan, pero sobre todo al señor secretario de Estado del gobierno de Estados Unidos: ¿es cierto o no, a juicio de ustedes, que el gobierno estadunidense, el servicio de inteligencia estadunidense, bajo la jefatura de Allan Dulles, promovió, financió, dirigió y sustentó el bombardeo a La Habana y a Santiago de Cuba y la invasión de nuestro país por Playa Girón? ¿Y por qué no se alteraron entonces, por qué no funcionó la OEA, por qué no se enfrentaron ustedes, señores acusadores de Cuba, a Kennedy, a Estados Unidos; es que Estados Unidos, dentro de las normas rigurosas y estrictas de la OEA, tiene licencia excepcional de invadir un país sin que nada ocurra, ¿para qué sirve entonces la OEA?
El 3 de febrero de 1962, Kennedy firmó el decreto 3447, por medio del cual se ordenaba el embargo total a Cuba. Y 47 años después le permiten regresar, si quiere.
Las rebanadas del pastel
En lo que a manejo de la crisis se refiere, los gobernadores de las entidades federativas del país –Distrito Federal incluido– están muy contentos con el diagnóstico, la actuación y los resultados del inquilino de Los Pinos y su muy buen equipo económico, probablemente uno de los mejores del mundo (Calderón dixit). La razón, que en el primer cuatrimestre de 2009 sus respectivas finanzas estatales reportan un desplome de casi 16 por ciento en los ingresos por participaciones y aportaciones federales. Muchos discursos, pero cada vez menos dinero.
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