Alejandro Encinas
El gobierno federal ya no puede ocultar, bajo la justificación del “ajuste de cuentas entre cárteles”, la violencia que se ha desatado. Desde el autismo del poder se aseguraba que la guerra contra el narcotráfico se iba ganando. Las personas asesinadas a plena luz del día en lugares de afluencia pública o en retenes militares han sido minimizadas al rango de daños colaterales.
Diversos acontecimientos desmienten la verdad oficial. El secuestro de Diego Fernández de Cevallos (del cual ya no se dice nada) y el asesinato del candidato priísta a gobernador en Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, son indicadores del empoderamiento del crimen organizado que han puesto en evidencia que en México tenemos un Estado debilitado que está fallando.
Desde que la violencia ha comenzado a cobrar víctimas en las altas esferas de la política, Felipe Calderón se ha visto en la necesidad de replantear el discurso.
Ahora apela a la unidad de todas las fuerzas políticas para afrontar la amenaza que acecha al Estado mexicano. Y si bien es cierto que el interés de la totalidad debe prevalecer sobre el de las partes, vale preguntarse acerca del pacto al que se convoca. ¿Se plantea una unidad en torno a las directrices del Ejecutivo?
¿Pretende Calderón que todos los mexicanos respaldemos su equivocada estrategia en contra del narcotráfico?
¿Hay una verdadera disposición por convertir el monólogo en diálogo, admitir públicamente las equivocaciones y rectificar? ¿O más bien lo que se busca es adornar con bríos de legitimidad democrática una política profundamente reaccionaria?
Dudo que exista una verdadera disposición a dar un viraje abrupto, que es lo que en esta circunstancia se requiere.
Lo más probable es que esta coyuntura sea utilizada de manera oportunista para profundizar el autoritarismo y la militarización del país. Y eso es algo que la oposición no puede avalar.
Fuente: La Jornada de Oriente
Difusión: Soberanía Popular
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