Miguel Ángel Ferrer
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Hace algo más de un año, digamos julio o agosto de 2009, eran alud las certezas sobre el inevitable retorno del PRI (Partido Revolucionario Institucional) a la Presidencia de la República. Esas seguridades eran fruto de varios factores concomitantes. Uno, y principalísimo, la pésima gestión de gobierno del calderonismo.
Muy malas cuentas en lo económico, peores en lo administrativo y catastróficas en materia de inseguridad y delincuencia, con su horrenda cauda de casi treinta mil muertos y el poder político y económico desbordado de las organizaciones dedicadas a la producción, distribución, importación y exportación de estupefacientes. Hasta aquí, todo lo dicho es sólo y simplemente un recuento de hechos constatables por cualquier ciudadano medianamente informado.
Doce o trece meses después ya no existen aquellas certezas del retorno del tricolor a la Presidencia. Al contrario. En el PRI han sonado las señales de alarma. ¿Qué pasó en sólo unos meses que se produjo un cambio tan radical en las percepciones nacionales sobre el futuro del país?
La explicación, desde luego, no está en una mejoría de la gestión de gobierno del calderonismo. Más bien ocurre lo contrario: cada día que pasa las cosas están peor. Las razones han de buscarse en el campo de la política. Avisado el panismo de su situación desfavorable, ha procedido a influir (y lo ha logrado) en la correlación de fuerzas que le eran adversas.
El primer paso fue paraestatalizar al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Las alianzas electorales entre panistas y perredistas prometían y han mostrado capacidad para fabricar un sólido frente antipriísta: ya tiene el tricolor enemigo al frente. Y esas alianzas y todo lo que de aquí en adelante produzcan es y será una especie de ensayo general con miras a los comicios presidenciales del 2012.
No, desde luego, en términos electorales. En México jamás se han contado los votos. Y 2012 no será la excepción. El objetivo de las alianzas PAN-PRD es crear una entidad que haga creíble la permanencia del panismo en Los Pinos. La decisión está tomada. Y por eso la alarma en el PRI. Con viejos y nuevos actores, al tricolor le van a repetir la medicina que le administraron en 2000 y 2006.
Como nuevo actor debutará la alianza panista-perredista. Y entre los viejos actores estarán el todavía inmenso poder de la institución presidencial y el ya muy desprestigiado Instituto Federal Electoral (IFE).
Experiencias históricas nacionales y extranjeras, antiguas y recientes enseñan que, una vez instalada en el poder, la extrema derecha nunca lo suelta por vías pacíficas y democráticas. Pero, como enseña esa misma experiencia, debe crearse un tinglado político y electoral que haga posible, más o menos creíble y justificable la eternización derechista en el poder.
El PAN ya empezó a hacer su tarea. Y con el IFE las cosas no se ven difíciles. Y ni siquiera se trata de poner a un testaferro del poder como fueron los casos de José Woldenberg y Luis Carlos Ugalde. Ahora, con Leonardo Valdés Zurita, el camino es más simple y ya va muy avanzado. Es cosa de dejar que el presidente y sus consejeros y funcionarios sigan haciendo negocios multimillonarios.
Este plan de la extrema derecha mexicana explica por qué hasta ahora ninguna institución oficial competente ha procedido a atender las múltiples denuncias de corrupción en el IFE. A Valdés Zurita le han dado cuerda para que, en el momento preciso, se ahorque solito.
Con la buchaca repleta y la amenaza latente de la intervención de la Procuraduría General de la República, quién va a decir no a las peticiones del poder. Podríamos decir, recordando al general Álvaro Obregón, que “nadie resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos”.
Fuente: Forum
Difusión: Soberanía Popular
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