ANTONIO SOTO SÁNCHEZ
A una semana de haber protestado como nueva secretaria general del CEN del PRD, la señora Dolores Padierna visitó el estado de Michoacán para respaldar las aspiraciones políticas de uno de los varios aspirantes a la gubernatura de la entidad; tal apoyo no debiera ser motivo de crítica de nadie si no fuera porque ella ostenta el segundo cargo más importante de este partido en el ámbito nacional, situación que la obliga a actuar bajo los principios de respeto, imparcialidad e institucionalidad, evitando en todo momento influir a favor de alguien desde la posición partidista que ocupa.
Llama mucho la atención que la señora Padierna, por un lado, rechace de manera vehemente las alianzas electorales de su partido con el PAN, argumentando principios ideológicos y estricto cumplimiento de la línea política aprobada por el Congreso Nacional del PRD, pero por otro lado, no guarda ninguna forma de respeto a los estatutos, ya que de manera pública pretende influir, aunque dudo que lo logre, en los perredistas michoacanos para apoyar las aspiraciones de alguien en lo particular. Todos los actos y acciones que cualquier político realice deben estar apegados a los principios ideológicos que dicen poseer; no hacerlo de esta manera, sólo refleja en estos individuos una total falta de congruencia; mientras que piden aplicación de la norma en lo que conviene a sus intereses, desconocen o simulan desconocer lo que la misma ley les impone.
La actitud que la dirigente nacional ha asumido, por lo menos en Michoacán, habla de un total desprecio por las leyes, en este caso por las reglas internas de su partido. ¿Cómo la señora Padierna puede reclamar y recriminar al grupo mayoritario del PRD cumplimiento de una línea política en materia de alianzas, si ella misma actúa fuera de toda legalidad?; ¿qué autoridad moral tiene quien desprecia y pisotea la norma estatutaria, cuando exige lo que no es capaz de dar? De continuar con este tipo de actitudes, lo único que se provocará es la polarización y la inminente fractura de la principal fuerza política de la izquierda mexicana.
Particularmente, tengo una gran desconfianza por todo aquel político que se autodenomina como puro e inmaculado, que se dice poseedor de principios ideológicos extraordinarios y que pretende hacer creer a todo mundo que se conduce bajo el imperio de la ley, pero que cuando se tienen intereses personales o grupales asumen actitudes pragmáticas y convenencieras, muy alejadas de toda legalidad y congruencia, que los pone al descubierto tal y como en realidad son; este tipo de individuos no contribuyen al fortalecimiento de un partido político, no abonan a la buena imagen de la política, sino que terminan deteriorando y desprestigiando a la organización a la que pertenecen.
Es lamentable que irresponsablemente se atente contra la unidad y cohesión que el PRD ha logrado en Michoacán, es inaceptable y altamente reprochable que quienes deban ser los principales garantes de la imparcialidad, la equidad, la institucionalidad y la legalidad, sean los primeros en vulnerar y atentar flagrantemente contra tales principios. Qué lástima que algunos dirigentes actúen sin ninguna ética y sin ninguna congruencia política; claro está que por eso los ciudadanos en México se han ido poco a poco alejando de todos los partidos políticos.
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Fuente: La Jornada de Michoacán
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