Por: Teresa Aranguren
“No los mataremos de hambre pero les vamos a someter a una dieta extrema de adelgazamiento ”. La frase es de Dov Weisglass, asesor del primer ministro israelí, y la pronunció en 2006 a modo de anuncio del bloqueo sobre Gaza.
Conviene no olvidar esa frase, no tanto por el insultante cinismo que destila sino porque lo que expone es un programa de acción, una estrategia a seguir. Y conviene tenerla presente especialmente ahora, cuando la poderosa y eficaz maquinaria de la propaganda israelí centra sus esfuerzos en contrarrestar los demoledores informes de Naciones Unidas y de las organizaciones humanitarias presentes en la zona y en desacreditar toda iniciativa que pretenda denunciar el carácter criminal del bloqueo que padece desde hace cinco años la población de la franja. Toda una estrategia de intoxicación comunicativa para trasmitir este mensaje: no hay crisis humanitaria en Gaza, el bloqueo no daña las condiciones de vida de la población. Y ya puestos a derrochar cinismo: en Gaza con el bloqueo se vive muy bien y florecen los negocios.
Así que prepárense para asistir a una avalancha de informaciones en las que verán una Gaza con tiendas repletas de productos a la venta - otra cosa es si alguien puede comprarlos- y en la que por no faltar no falta hasta un espléndido hotel de lujo en línea de playa. Todo un escenario de presunta normalidad en el que el hecho de que la mayor parte de las mercancías que se exhiben en los comercios hayan tenido que entrar a través de túneles excavados en la frontera con Egipto, no es muestra de la inventiva y la capacidad de resistencia de la población asediada sino de la prosperidad que, quien lo diría, el bloqueo incentiva.
El caso del famoso hotel de lujo que se levanta en la costa de Gaza merece explicación aparte. Es obra del magnate y empresario palestino, Munib Al Masri , figura clave en la gestación del acuerdo de unidad nacional entre Fatah y Hamas y cuyo empeño personal y “patriótico”, así lo define él, es invertir a lo grande en su tierra, “construyo para el futuro estado palestino, es el legado que quiero dejar a mi patria” me dijo en el verano de 2004 cuando le conocí en su localidad natal, Nablus. En realidad el hotel de cinco estrellas que Munib Al Masri ha levantado en Gaza tendría que haberse inaugurado en 2007 pero el bloqueo imposibilitó su apertura durante cuatro años. Y es de cinco estrellas, sí, pero está vacío.
No es algo nuevo ni tan extraño. En los años noventa, con el impulso de los acuerdos de Oslo, se construyeron en Gaza varios hoteles en línea de playa, también con cierta vocación de lujo, con la idea de promocionar la franja para el turismo y como lugar de vacaciones de la burguesía local. Entonces se pensaba que la ocupación llegaba a su fin y que el estado palestino se haría realidad en no más de cinco años. Se han ido desconchando y languideciendo a la espera de un cliente, entre cierres de territorio, incursiones militares y bombardeos del ejército israelí.
Más allá de la anécdota que se pretende convertir en categoría, la realidad de Gaza, la que se quiere tapar, es la de un territorio en el que, según el último informe de la UNRWA correspondiente al año 2010 , el desempleo supera el 45% y en el que la malnutrición infantil, fenómeno prácticamente inexistente hace veinte años en Palestina, alcanza índices del 80% de la población. En ese mismo informe de Naciones Unidas se dice:
“Es difícil entender la lógica de una política que deliberadamente empobrece a muchos y condena a cientos de miles de personas potencialmente productivas a una vida de miseria”
Quizás no es tan difícil de entender. La dieta de adelgazamiento que anunció Dov Weisglass en 2006 consiste en eso: Mejor que matarlos es no dejarlos vivir. La pobreza en la está sumida la población de Gaza ( más del 60%) no es endémica sino inducida, el resultado de una estrategia llevada a cabo fríamente ante las narices del mundo.
Una población cercada, estrangulada económicamente y de tiempo en tiempo bombardeada. Eso es Gaza . Decir que es una gran prisión a cielo abierto no es una metáfora sino una descripción.
Pero no se alarmen, nadie muere de hambre en las calles de Gaza, entre otras cosas porque siempre habrá alguien, hermanos, primos, vecinos, que socorra el hambriento. La solidaridad interna es una de las claves de la capacidad de resistencia de la población palestina. Y uno de los objetivos a destruir en la estrategia de la ocupación. La solidaridad interna y la externa. ¡Cuidado! estémos atentos porque La Flotilla de la Libertad que en estos días pone rumbo a Gaza con su carga de solidaridad y denuncia, también está en el punto de mira de esa estrategia.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=131568
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