lunes, 12 de septiembre de 2011

Yazmín ha visto 2 mil cadáveres, pero ninguno es el de su hermano Jorge; lo sigue buscando


MAURICIO FERRER

En los últimos dos años Yazmín ha visto dos mil cadáveres. Casi dos por día. Ninguno es el de su hermano. Ni uno de esos cuerpos fríos es el del corpulento Jorge al que Yazmín, sus hermanas y sus padres vieron por última ocasión el 6 de agosto de 2009. El 7 de ese mes, alrededor de las 11:30 horas, sólo supieron que el hijo varón de la familia De la Cruz Gómez saldría a Zacatecas. Y después, nada. Nada de la existencia del hombre que hoy tendría 52 años, ni de la camioneta Voyager con la que llegó hasta el municipio de Guadalupe, en el estado vecino. Luego de eso, el rastro de Jorge Alberto se borró.

El hermano de Yazmín y su esposa Rebeca habían tenido un conflicto –de esos que suelen tener las parejas–, a finales de julio de 2009. Molesta, ella empacó sus cosas y se fue. Sólo dejó una carta a cada uno de sus tres hijos –de entre 20 y 30 años de edad–, en las que explicaba el por qué de su partida.

A la semana sonó el Nextel de Jorge. Era Rebeca. Le dijo que se encontraba bien, que estaba en Zacatecas. Acordaron juntarse el 22 de agosto y platicar; platicar para recomponer un matrimonio de 28 años.

“Mi hermano no esperó, se adelantó y el 7 de agosto emprendió el viaje a Zacatecas. Ya no tuvimos contacto con él, tampoco el 8. Sólo supimos después, que había ido a un cajero de HSBC, en Guadalupe, Zacatecas”, detalla Yazmín, la hermana, a quien “los nervios” de la desaparición de Jorge la han cambiado la pigmentación en la piel.

Guadalupe, Zacatecas. Casi 100 mil habitantes. Colindante con la capital Zacatecas y su zona conurbada. La página del ayuntamiento, caída este fin de semana. Su búsqueda en Google arroja miles de resultados que informan sobre la abundante presencia de zetas en ese municipio mexicano.

En Guadalupe la existencia de Jorge Alberto se interrumpió. Fue al cajero como bien dice Yazmín. Una camioneta se le acercó, le señaló hacia un punto, él fue hacia ese lugar y su silueta desapareció. Eso lo sabe Yazmín por el video que le proporcionó el banco. No sabe qué palabras intercambió su hermano con los tripulantes del vehículo. Las imágenes no tienen audio.

Aquel día todo cambió en la vida de quienes rodeaban a Jorge Alberto: su familia biológica y la que él había formado con Rebeca rompió todo tipo de vínculo. Sus padres y hermanos han padecido: depresiones, insomnio, presión alta, diabetes, colitis nerviosa, y otras cosas que les han tenido que contrarrestar con medicamentos y tranquilizantes.

A la salud le siguió el bolsillo. El 7 de octubre de 2010, una nueva llamada entró al teléfono de Yazmín. Mil 500 pesos le pidió un sujeto cuya voz parecía de un hombre modesto de rancho.

“Me dijo que tenían a mi hermano pero que estaba golpeado y que no podía hablar, que estaba en Sombrerete, Zacatecas”, añade ella.

La hermana juntó el dinero. Lo depositó en la cuenta 10006543702 de Bancoppel. A la hora timbró de nuevo el teléfono. Otro hombre, de voz ríspida, exigía: cinco mil pesos en una hora. “Depositas o no vuelves a ver a tu hermano”, era la advertencia acompañada de mentadas de madre y palabrería de ese estilo. Yazmín no logró juntar la lana. Habló a la Procuraduría estatal y le dijeron que había sido extorsionada. Dos meses después un tal comandante zeta le dijo que tenía rodeada su casa y si no depositaba el dinero, la iban a incendiar. Nada de eso sucedió. Tampoco nada se supo del paradero de Jorge Alberto.

La respuesta que las autoridades, tanto de Zacatecas como de Jalisco, le han dado a Yazmín se ha limitado a dos palabras: “estamos investigando”.

La mujer ha marchado, se ha manifestado, le ha rezado a San Judas Tadeo, ha acudido con brujos que le aseguraron que su hermano está vivo, ha asistido al programa de Laura Bozzo, ha ido aquí y allá. Y nada que Jorge aparece.

“Yo la verdad siento que está vivo. Cada día siete de cada mes, se me viene a la mente en sueños. Él me dice que le ayude”, describe Yazmín al mismo tiempo que se muerde las uñas de los dedos de las manos y los ojos se le humedecen.

“He visto como dos mil cuerpos: en refrigeradores, colgados, quemados, en fotos. Yo lo que quiero es encontrarlo vivo. Si está muerto, que nos lo entreguen para tener al menos un lugar dónde rezar. Si alguien lo ve, que nos lo haga saber, mi familia y yo estamos muy dolidos”, suplica.

Y mientras Yazmín llora y tiembla, Jorge Alberto de la Cruz Gómez sonríe serenamente en una foto impresa en una lona, en la que la familia pide que alguien les diga dónde carajos está su único hijo varón.

Fuente: La Jornada de Jalisco

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