01/11/2011
Por: Claudia Rodríguez
No puedo negar que la organización y el desarrollo de eventos de los diecisiete días de la edición número XVI de los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011, se mostraron a través de las imágenes de televisión. Fue muy real el ambiente de competencia y fiesta. Y creo que quienes consolidaron ese contexto, fueron sin duda los llamados voluntarios, a quienes por fortuna en la ceremonia de clausura de la justa deportiva continental, no se obvió reconocer todo su trabajo y esfuerzo, que no fue retribuido de manera económica.
Pero lo que me aterra, es cuán fácil es desvirtuar la información del verdadero ambiente que reinó en el estadio de las Chivas, Omnilife de Jorge Vergara y que traspasó las pantallas de los televisores no sólo de México, sino también de otros confines del planeta que hubiesen sintonizado el evento de cierre de los Panamericanos 2011.
Hubo un momento, en que quien esto escribe, pensó en no regresar a la transmisión en cuestión por lo aburrida y cansada, pero mi gusanito periodístico –ese que traigo incrustado desde hace un buen tiempo--, me obligó a visualizarlo y escucharlo estoica hasta el final. Aunque he de confesar que entre actuación y actuación de los grupos musicales, el cambiador fue mi gran aliado para no cerrar los ojos y entregarme a Morfeo.
¿Qué fue lo que detonó en mi observación que algo andaba mal en la ceremonia de cierre de los Panamericanos, la noche del domingo pasado?
Primero, el discurso falseado en aspecto emotivo del gobernador de Jalisco Emilio González Márquez y las consecuentes rechiflas, silbatinas y abucheos propinados por una gran cantidad de espectadores que en momentos desconcentraban al propio orador y que en más de una ocasión le hicieron mostrarse entre apenado e iracundo. Fue puntual, el grito de ¡México!... ¡México!, al nombrar y agradecer al señor Felipe Calderón para acallar las expresiones de reprobación.
Cuando tocó el turno al señor Mario Vázquez Raña, presidente de la Organización Deportiva Panamericana (Odepa), las silbatinas y abucheos fueron más continuos y más sonoros, pues cada vez más espectadores se unían a estas exclamaciones. La lectura pausada en extremo de Vázquez Raña contribuyó sin duda a incrementar este ambiente de desaprobación e incluso se sintió cómo los asistentes que deseaban presenciar más que discursos y agradecimientos, intentaron cortar el mensaje del presidente de la Odepa.
Fue tal el disgusto de Vázquez Raña, que al agradecer a la población de Guadalajara y de otros puntos de Jalisco, me atrevo a decir que modificó el discurso, aumentando a sus adjetivos el de “educados”, pues hizo un hincapié entre amenazante y revelador.
Para rematar, Vázquez Raña estaba tan irritado que confundió justo en el momento de datar el cierre del evento, la hora y el número de los Panamericanos por lo que los abucheos y las risas se escucharon pese a que los gritos de ¡México!... ¡México! de un grupo de personas que parecían entrenadas para acallar algo “políticamente incorrecto” también se entremezclaron con otros gritos.
Ya con el ambiente entre expectante por lo que vendría y cansado por lo presenciado, fue casi imposible levantar el ánimo de los asistentes, quienes nunca fueron tomados por las cámaras de televisión.
Ya nada pudo revertir el ánimo de los espectadores. Un grupo llamado “Camila” a quien en lo personal nunca entendí lo que cantaban, además de que su mímica no checaba con su entonación. El grupo de reggae de Damian Marley, prometía por su ritmo, pero tampoco prendió. Bueno, ni Diego Torres con su Color Esperanza, logró prepararle el escenario al cantante estrella de la noche, Ricky Martin, quien por cierto en varias ocasiones hizo notar que aquello parecía un preludio del Día de Muertos, al arengar al público con frases como “A bailar”… “Que se sienta el ritmo americano”… “¡Qué pasa aquí, nadie baila o qué!, Que se sienta”.
Y la pregunta es si Emilio González se habrá quedado a la presentación de Martin pues hace tiempo nos hizo saber este panista de aspiraciones presidenciales truncadas, que los homosexuales le “…dan asquito”. Si no se retiro el gobernador anfitrión, tal vez estuvo arqueándose por la sensación de repugnancia que le podía producir el cantante boricua.
Y de espectacularidad, la verdad es que la ceremonia de clausura quedó muy lejos de lo que se vio en la ceremonia de apertura de la edición número XVI de los Juegos Panamericanos.
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Fuente: Indice Político
Difusión: AMLOTV
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