jueves, 6 de agosto de 2009

Partidocracia II


Sallard



Instituciones débiles, partidos fuertes

La distribución de los cargos en los diversos poderes del Estado, con base en la filiación partidista, es otro de los instrumentos clásicos de la partidocracia. Mientras más débiles sean las instituciones, más fácil es para los partidos su labor de colonización.

La norma de pertenencia partidista, por encima de los criterios de competencia y profesionalidad, es el complemento del principal elemento que caracteriza a la partidocracia: el financiamiento público sin controles adecuados. La lealtad de la burocracia a quienes administran los recursos se solidifica con los nombramientos o la ilusión del cargo.

Si los puestos a repartir son muchos, y los criterios de pertenencia partidista representan un elemento preferencial para el nombramiento, suele ocurrir una carrera libre entre los interesados, primero para inscribirse en la formación política que fuere, y después para ganarse el favor de los dirigentes de esa agrupación.

Bajo esta lógica, en la época del PRI como partido dominante, abundaban los priistas. Luego, cuando el PAN alcanzó la Presidencia de la República, su padrón creció de manera desmesurada. El PRD, en tanto, se quedó con casi toda la estructura priista en la capital del país, que se sumó al partido del sol azteca desde su triunfo en 1997, refrendado desde entonces cada tres años.

No hay que extrañarse de este fenómeno. La partidocracia representa un círculo muy productivo para los personajes más ambiciosos y menos escrupulosos, que son fácilmente reclutados con el incentivo de los cargos y los dineros públicos. Empero, para que éstos formen parte de la casta dominante, tienen que pagar primero su derecho de piso.

En efecto, el círculo cercano a los directivos suele ser auto reciclable. Está formado por los más fieles vasallos, siendo ésta su principal y en ocasiones única prenda. Ellos no necesitan títulos de profesionalidad, ni mucho menos aceptan que la única diferencia entre los seres humanos es la del mérito.

La partidocracia a menudo es criticada y descalificada por los mismos políticos profesionales que disfrutan de ella. En ese marco, se producen frecuentes escándalos de corrupción, pero la red de complicidades mutuas suele ser más fuerte que todas las polémicas.

Ahora bien, por más consistente que sea el dominio de los partidos sobre la sociedad, la vida política organizada se ve amenazada, de tanto en tanto, por los poderes fácticos nacionales y/o extranjeros. Tal cual ocurrió en México con la imposición de la Ley Televisa en pleno proceso electoral de 2006.

Este tipo de poderes, y más aún los trasnacionales, están en condiciones de superar y evitar los controles de los partidos, debido a su peso económico y político. Dice Gianfranco Pasquino en el Diccionario de Política: “La partidocracia está en condiciones de apropiarse de los recursos existentes, pero si no logra crear recursos nuevos, a la larga acabará produciendo las condiciones de su propia crisis”.

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