jueves, 15 de octubre de 2009

Calderón y Mein Kampf



Sallard
Calderón y Mein Kampf



No se requiere un estudio detallado para concluir que la propaganda del gobierno panista de Felipe Calderón está fuertemente influenciada por el libro Mi Lucha (Mein Kampf), de Adolfo Hitler, cuyo capítulo VI aborda los fundamentos de esa poderosa arma.

El texto del dictador alemán, a su vez, tiene el influjo de la obra escrita en 1895 por Gustave Le Bon: La muchedumbre: un estudio de la mente popular. En ella, la propaganda es descrita como una técnica racional, que se utiliza para controlar el comportamiento aparentemente irracional de las muchedumbres.

Hitler delineó la propaganda nazi bajo los siguientes parámetros:

“¿A quién debe dirigirse la propaganda? ¿A los intelectuales o a la masa menos instruida? ¡Debe dirigirse siempre y únicamente a la masa! (...) La tarea de la propaganda no consiste en instruir científicamente al individuo aislado, sino en atraer la atención de las masas sobre hechos y necesidades. (…) Toda propaganda debe ser popular, y situar su nivel en el límite de las facultades de asimilación del más corto de alcances de entre aquellos a quienes se dirige. (…) La facultad de asimilación de la masa es muy restringida, su entendimiento limitado; por el contrario, su falta de memoria es muy grande. Por lo tanto, toda propaganda eficaz debe limitarse a algunos puntos fuertes poco numerosos, e imponerlos a fuerza de fórmulas repetidas, por tanto tiempo como sea necesario, para que el último de los oyentes sea también capaz de captar la idea.»

Felipe Calderón sabe –como lo descubrió Hitler en su momento—que las grandes mentiras son mucho más creíbles que las pequeñas, pues la gente común y corriente cree, ingenuamente, que nadie se atreve a decir falsedades tan colosales. ¿Alguien recuerda al personaje que se presentó en campaña como El presidente del empleo?

En Mein Kampf, Hitler analizó el dilema del jabón, planteado en su momento por William Lever (1851-1925), el primero en vender este producto a través de costosísimas campañas publicitarias: ¿Anunciar una nueva marca de jabón destacando las cualidades de la competencia? Nada más absurdo. Lo mismo cree Calderón. Ninguna verdad favorable a sus enemigos.

Al tomar el poder los nazis, en 1933, Hitler estableció un ministerio de propaganda encabezado por Joseph Goebbels. Su meta era asegurar que el mensaje nazi fuera comunicado con éxito a través del arte, la música, el teatro, las películas, los libros, la radio, los materiales educativos, y la prensa. En unos pocos meses, el régimen destruyó la libertad de prensa alemana. Lo mismo ocurre en México. La punta de lanza es Televisa.

Durante las primeras semanas de 1933, el régimen nazi utilizó la radio, la prensa y el cine para avivar el temor de un “levantamiento comunista” pendiente y luego canalizó la ansiedad popular en medidas políticas que erradicaron las libertades civiles y la democracia. Aquí, la estratagema señaló a la izquierda, primero, y luego a la delincuencia organizada. Pero los resultados han sido similares.

El ministro de propaganda de Hitler, quien comenzó su carrera como periodista, escribió en su diario (14/03/1943) la siguiente reflexión sobre la pérdida de independencia de la prensa: “Todo hombre que aún conserve algo de honor tendrá cuidado de no convertirse en periodista”. En México, hoy, se registran más desapariciones y asesinatos de periodistas que en países con guerra civil declarada.

A Goebbels se le atribuye la premisa que todo régimen totalitario asume con vigor: Una gran mentira repetida sin cesar, llega a ser creíble. Fue lo que hizo Felipe Calderón. Todavía hoy, los fanáticos de derecha repiten el eslogan que le endilgó a su adversario de izquierda: Un peligro para México.

No hay comentarios: