El Opus Dei
La visita del gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto a la Ciudad del Vaticano aparece como preámbulo de la guerra que se avecina para suceder a Felipe Calderón.
Este episodio –cuyo objetivo central es un encuentro con el papa Benedicto XVI– traza la ruta para allanar apoyos que busca Peña Nieto en la Obra de Dios, esa moderna secta católica más conocida como el Opus Dei.
Secreto no es que, a la muerte de Juan Pablo II, el Opus Dei haya sido fundamental para elevar, al rango de representante de dios en la Tierra al arzobispo de Munich y cardenal Joseph Ratzinger, bajo el nombre de Benedicto XVI.
Tampoco secreto es que desde 1981, cuando fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger –más tarde decano del Colegio Cardenalicio y, como tal, cardenal-obispo de Ostia– jugó un papel fundamental en la consolidación del Opus Dei.
Sellado su destino a la extrema derecha de la iglesia Católica, las aulas de la Universidad Panamericana sirvieron a Peña Nieto para disciplinarlo en las debidas y no menos escrupulosas ni ya tan “secretivas” ambiciones del padre y ahora santo José María Escrivá de Balaguer, sintetizadas en la Obra de Dios.
Si la primera congregación de esta radical secta se fundó en 1928 en la España franquista, cuando el general masón Plutarco Elías Calles se convertía en presidente de México, el 18 de febrero de 1949 —durante el gobierno mexiquense de Alfredo del Mazo Vélez, tío de Peña— en la capital mexicana se erigió el primer centro del Opus Dei, cuyas pretensiones eran de largo plazo e intentarían legitimar una irrupción a la Presidencia de la República.
Afianzado el acercamiento del Opus Dei con los poderes político y económico, después de la santificación de Escrivá, Peña busca que Ratzinger le dé su bendición política y se olvide de cualquier aspirante del PAN.
Fuente: El Periódico
Difusión AMLOTV
No hay comentarios:
Publicar un comentario