Rosario Ibarra
Pelear sin odio
17 de diciembre de 2009
2009-12-17
Ariesgo de que alguien diga (como ya ha sucedido) que soy “monocorde” en lo que expreso en mis modestos escritos, no puedo resistir el deseo de transmitir a quienes lean este periódico, el gozo que fue para mí y para las madres de los desaparecidos que estamos desde hace 32 años agrupadas en el comité “Eureka”, el que el pasado día 15 se colocara la primera piedra en la remodelación de la vieja casona que albergará el museo, (recinto de una memoria inextinguible y de la esperanza que no muere), por la vida y la libertad de los desaparecidos.
No será éste un espacio en el que sólo se guarden recuerdos y testimonios de una larga y tenaz lucha por la justicia que desgraciadamente no hemos conseguido; tampoco será un “muro de las lamentaciones”, ni el rincón en el que nos sentemos juntas a esconder nuestro dolor y a secar nuestras lágrimas. ¡ No, mil veces no ! Anhelamos que sea un lugar en el que el pueblo sienta que debe de luchar porque sus derechos sean respetados, porque los gobiernos acaten las leyes y que se empeñen en que se cumplan, que no hagan escarnio de ellas… como ha sucedido desde hace mucho tiempo y como sigue sucediendo, para dolor y vergüenza del pueblo mexicano, del cual somos parte.
Queremos que nuestro pueblo conozca la historia de la injusticia del “crimen de lesa humanidad” que es la desaparición forzada de personas, que del Río Bravo a la Patagonia, sumergió en la tristeza y la desesperación a 90 mil hogares.
Hoy, en este tiempo lleno de violencia, no hay día en el que no se sepa que hay más desaparecidos. El gobierno ha cambiado el viejo término por el de levantones y se los achaca a lo que él llama “el crimen organizado”. ¿Sería acaso que en el pasado, soldados, policías, agentes judiciales y militares de alto rango que personalmente, ante testigos, llevaban a cabo las desapariciones, eran “crimen desorganizado”? De que eran delitos graves, estamos seguras. De que estaban desorganizados, podemos decir: ¡no! Se trataba, hoy sabemos, del terrible “terrorismo de Estado”, pensado, organizado y ordenado desde los más altos escaños del poder. En muchas de las veces (recuérdense cuando menos, la muerte de Jaramillo, el 2 de octubre y el 10 de junio) hubo hasta declaraciones con un inconfundible dejo de jactancia con tintes de soberbia.
Lo mismo o algo muy semejante ocurrió en sexenios posteriores, hasta en los mal llamados “del cambio”, a los que (aparte de otros crímenes) les reclamamos la desaparición de 38 petroleros, entre ellos Hilario Vega Zamarripa, secretario general del sindicato en la refinería de Cadereyta Jiménez, Nuevo León… Y sería interminable la lista de crímenes “oficiales”, entre ellos, Aguas Blancas, El Charco, El Bosque, Acteal, Atenco y tantos otros, aparte de los llevados a cabo (como dicen por allí) “por omisión” (¡), que mejor no menciono…
Pero… el objeto de estas líneas era —como dije— el esperanzador mensaje de la larga lucha contra las desapariciones y la esperanza de recuperar a los nuestros, de sentirlos cerca, de abrazarlos, de platicarles acerca de todo lo que perdieron en los espantosos años de cautiverio que sufrieron. Decirles que nunca perdimos la esperanza, que por eso, nuestro grito de batalla fue, es y será… ¡Vivos los llevaron! ¡Vivos los queremos!, porque vivos están en nuestra memoria y en nuestro amor hacia ellos y hacia las nobles causas que enarbolaban.
Anhelamos estar en esa casona que guardará las pruebas de una larga y desigual lucha de la que se nos han ido algunas compañeras abatidas por el peso de los años y la tristeza de ver rotas sus familias. Por sus hijos y por los nuestros, las que tengamos la suerte de seguir viviendo, mantendremos encendida la llama de la esperanza que llena de calor nuestras mentes y nuestras almas. Por ellos, seguiremos luchando por justicia y por cambiar la vida del noble y generoso pueblo mexicano que hoy tanto padece.
Aquí, me han llegado a la mente las nobles palabras de mi amado padre, que desde mi feliz infancia me aconsejaba actuar siempre con rectitud, sin amargura ni animadversión por algo o alguien. Solíamos comentar las sabias y bellas ideas de la enorme poetisa chilena Gabriela Mistral, que dijo del apóstol José, que “hizo el milagro de pelear sin odio”…. Sabia enseñanza que ha sido como el firme cimiento de nuestra lucha por la vida y la libertad de los desaparecidos. ¡No odiamos a quienes nos los quitaron!
No queremos que desaparezcan a persona alguna. Lo hemos dicho y lo ratificamos: si desaparecieran a un hijo de Echeverría, lucharíamos por su libertad al igual que luchamos por la de los nuestros. Queremos que se sepa.
Sabemos pelear sin odio.
Dirigente del comité ¡Eureka!
Fuente: El Universal
Difusión AMLOTV
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