EDITORIAL
Cuestiones de República.
Según el muy ilustre Charles-Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, tal vez el teórico político que más ha influido en nuestros tiempos.
Se considera como República el Estado en el que el Poder no es absoluto, sino que se divide en tres.
El legislativo (que es el que hace las Leyes y representa al Pueblo) El Ejecutivo, que es el que administra los bienes y los dineros de la nación y actúa para que se cumplan las Leyes, y el Judicial, que, en pocas palabras, es el encargado de hacer Justicia.
Hay quienes piensan que el más importante de los tres debería ser el Poder Judicial, pues finalmente es el que dice quien tienen la razón y quien no. Quien es inocente y quien no lo es.
De hecho la impunidad se deriva del mal funcionamiento de este Poder, que a diferencia de los otros dos, sus integrantes no son electos por el Pueblo, sino designados a modo y conveniencia.
Pero en nuestra muy especial República mexicana las cosas no funcionan así, y el Poder Ejecutivo, que es quien maneja el dinero, ha prostituido a los otros dos, es decir, de alguna manera los ha comprado y prácticamente los tiene a su servicio.
Y como también tiene a su servicio la procuración de la Justicia; a los inocentes los declara culpables; y viceversa, a los culpables los convierte en inocentes.
Como en el caso de la pequeña Paulette, cuyo homicidio debiese ser tesis de lo incalificable en corrupción y cinismo.
Por lo que el hecho que el honorable senador Manlio Fabio Beltrones haya ido a Los Pinos para entrevistarse con Calderón, y luego en estos álgidos tiempos postelectorales, se ve tan mal, como cuando el Presidente de la Suprema Corte hizo lo propio.
Y seguimos aguantando
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