Así, con signos de admiración, se anunciaban en mis años infantiles esos agarrones trepidantes de aquella religión llamada lucha libre. Diez o doce auténticos gladiadores encerrados en el mismo ring en el que apenas y cabían. Hagan de cuenta que los estoy viendo en el sueño dorado de la Arena México: El Santo, Gori Guerrero, Blue Demon, Black Shadow, El Cavernario Galindo, Tarzán López, La Tonina Jackson, Enrique Llanes y hasta El Médico Asesino con todo y su Enfermero. Una pléyade de ídolos de capas espectaculares, máscaras inolvidables y rostros feroces por los cuales valían la pena los apretujones para tener el privilegio celestial de rozar sus vestimentas o cruzar una mirada con cualquiera de ellos.
Si usted no es muy versado en el arte del pancracio, que dirían los clásicos, déjeme y le cuento: la batalla campal era una variante caótica, anárquica y salvaje: consistía en que los luchadores se empezaban a golpear todos contra todos; a veces entre dos o tres agarraban a uno, lo tundían bien y bonito y lo aventaban por arriba de la tercera cuerda entre los alaridos del público; luego se volteaban y se atizaban entre ellos; así, hasta que iban quedando seis, cuatro y finalmente dos que, ya exhaustos, apenas alcanzaban para alguna patada voladora o si acaso algún tope suicida que les diera el tan anhelado triunfo final. Por cierto, se me estaba olvidando un pequeño detalle: en las campales no había reglas ni referee. Todo se valía, incluidos los golpes bajos y los piquetes de ojos. Incluso las alianzas se rompían al calor del combate. Así que de pronto no era raro ver enfrentados a los nobilísimos maestros Tarzán contra Llanes. O dándose con todo entre ellos a los fraternos de la inmortal Pareja Atómica, El Santo y Gori. Y hasta al Enfermero jugándole las contras a su jefe, El Médico.
Algo así empezamos a vivir en esta campal adelantada que ya es el 2012. Nomás póngales usted máscara y nombre a nuestros políticos y decida quiénes son los técnicos y quiénes los rudos. Quiénes los buenos y quiénes los malos.
Por lo pronto, a la izquierda del cuadrilátero la madrina entre Andrés Manuel, Ebrard y Los Chuchos ya chorrea mole en el enlonado… ¡Nomás de uno por uno!, dicen que grita el celebérrimo Peje. Mientras que en la extrema derecha, Cesarito, Mascarito Santiago y hasta la Vaca Tomasa también le echan montón al bronquísimo rudo Espino para que no se coma a los niños Ernestito y Alonsito. En el mero centro, Batman Beltrones y el Niño Maravilla se dan la mano y prometen un duelo de poder, pero sin marrullerías. Puro llaveo y fuerza. Una lucha clásica y al viejo estilo. Claro, siempre y cuando a alguno de ellos no se le pase la mano y haga enfurecer al otro.
Para acabarla de amolar, el gerente temporal de la AAA quiere ser juez y parte atacando ferozmente a unos y defendiendo ignominiosamente a otros. Quiere que uno de ellos gane haiga sido como haiga sido. Y cuando le hablan de que puede triunfar alguno otro, amenaza con tres palabras: está por verse.
¿A poco no, una campal impredecible?
Fuente: El Universal
Difusión AMLOTV
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