El Fisgón, en su cartón en La Jornada del 25 de enero, hace decir a un muñeco con cierto parecido a Mr. Calderón, sentadito en las piernas de Mrs. Clinton: “Le pedimos a Washington que intervenga para resolver el lío en que nos metimos por seguir los consejos de Washington”. El caricaturista hace referencia a la visita de la secretaria de Estado y el cable diplomático birlado a los gringos por wikileaks, donde Calderón clama apoyo a los norteamericanos para atender la problemática creada con motivo de la guerra del gobierno mexicano contra la narcodelincuencia.
Desde hace mucho se han dispuesto políticas y operaciones policíacas para hacer frente a los grupos organizados dedicados a introducir drogas al territorio de los vecinos del norte y las actividades de las bandas criminales. Sin embargo, a raíz de la tambaleante administración de Felipe Calderón, se sacó al Ejército a la calle con el supuesto de un indispensable combate al narco. El gobierno mexicano se asumió como el más firme cancerbero de la introducción de drogas ilegales a Estados Unidos. El resultado obtenido después de cuatro años de guerra son 35 mil mexicanos muertos, Calderón sigue tan frágil y desprestigiado como siempre, y la droga sigue circulando alegremente entre los consumidores gringos, aunque también se ha estimulado la adicción nacional.
La estrategia bélica para terminar con el narcotráfico y las actividades del crimen organizado han fracasado palmariamente. En todo el territorio nacional continúa el secuestro, el número de asesinatos crece día con día a pesar de las difundidas detenciones y asesinatos de los capos, los embarques de droga se realizan con toda normalidad, aunque cabe lamentar el incremento brutal de la violencia y la pérdida de tranquilidad. El arranque bélico del calderonismo ha dado lugar a la zozobra en todos los sectores del país, la violación de los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas, los “errores” en contra de ciudadanos inocentes, por todas partes caen los luchadores sociales. El signo del gobierno es la sangre, el terror de estado y la impunidad.
La debacle mexicana como resultado de la absurda guerra impuesta por Calderón, y criticada casi por todos, merece el aplauso de la señora Clinton. En su reciente visita la secretaria de Estado manifestó la aprobación de lo hecho contra la delincuencia. Ratificó la cooperación del gobierno de Obama al baño de sangre padecido por el socio del sur y para demostrarlo anunció una inyección de 500 millones de dólares. El No más Sangre! expresado por grupos de intelectuales se ignora, sólo se da validez a los intereses de los gringos y de los grupos oligárquicos nacionales. La voz de la gran empresa, televisa y tvazteca, prefiere entretenerse con los amores del JJ, las veleidades de Laura Bozo y Niurka o la liberación del cantante Kalimba.
Estableciendo sin tapujos lo que se debe hacer, la señora Clinton declaró a los medios: “La administración calderonista no tiene otra alternativa que seguir la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, a pesar de los costos y la violencia, pues los narcos no van a rendirse fácilmente. Ante los abusos de la fuerza, policías y militares deber ser juzgados en tribunales civiles, pero la lucha debe seguir a como de lugar”. Ésta es la respuesta a la ayuda anticonstitucional solicitada por Felipe Calderón al gobierno de EU. Esa petición a otro gobierno, además de exhibir la nula capacidad del actual gobierno para resolver el desborde de la violencia, pone al descubierto la demanda de una intervención militar extranjera. En opinión de destacados juristas, eso tiene un nombre: traición a la patria.
Esta sociedad desigual, donde el gobierno gringo asume la jefatura del programa y el de México acata órdenes, no sólo tiene lugar en el terreno militar ni se mide por el número de muertos. Desde los tiempos de Salinas de Gortari, con el TLCAN y acuerdos paralelos, se ha procedido a desmantelar a la nación mexicana. Paulatinamente se ha reducido el presupuesto dedicado a la educación hasta llegar a ser la mitad que lo destinado al combate al crimen. ¿Qué progreso puede garantizar un país cuya prioridad es acabar con los narcos? La educación es tan poca cosa que se deja en manos de la banda del SNTE; la niñez y juventud padecen una educación menguada, tanto la de gobierno como la privada. En ambas sólo precisa una alfabetización básica, la carencia de todo pensamiento crítico y la subordinación a la cultura del vecino gringo.
Hay otras áreas que también se han obsequiado a los sectores de punta de la oligarquía y la inversión extranjera. Destaca el regalo de la energía, Pémex y CFE se han concesionado a la familia gobernante. En estos días se supo de funcionarios rentando buques a precio de fábula. Se otorgan los contratos a los inversionistas particulares en exploración, producción y distribución, en detrimento de la conveniencia nacional. ¿El castigo? seis meses de exclusión en esos negocios. Al gobierno le preocupa que los empresarios beneficiados se atasquen de ganancias. No importa la inundación de pueblos o que la industria estatal permanezca parada, lo fundamental es garantizarle al inversionista utilidades.
Con el TLCAN, la agricultura dejó de ser un área estratégica. Millones de campesinos se fueron a trabajar a los campos de EU y ahora México es un exportador de todo: maíz, leche, arroz, trigo. No se produce lo que se consume, por el contrario se importa 40 por ciento de los alimentos, y para tener una idea del grado de la dependencia, 70 por ciento de esos productos provienen del socio del norte. Los recientes incrementos en los precios de los productos de consumo básico muestran lo nefasto de las políticas neoliberales al servicio de las corporaciones extranjeras. Ante esta problemática fundamental, la voz de la oligarquía prefiere centrarse en los escándalos de artistas, el futbol, el súper bowl y los óscares. La misión de la televisión es enajenar, es un canal expreso para reproducir la concepción del mundo según gringolandia.
Un aspecto más, que de ninguna manera agota la absoluta subordinación, es la política de salud con los niños. Los medios de desinformación venden chatarra y no abordan el asunto de la obesidad. A los niños se les tiene en proceso de engorda en las escuelas, y lo mismo en sus casas. El programa alimenticio de la SEP pone a consumir al niño cocacola, harinas, dulces y grasas, no en beneficio de su desarrollo, sino en provecho de las trasnacionales de alimentación nociva.
Ésa es la relación que vino a consolidar la señora Clinton. Y acicatear a los gobernantes para que no se aparten del guión diseñado en Washington. A los ciudadanos nos toca vivir con miedo y sin perspectivas.
plizor@yahoo.com.mx
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