El ejemplo de China: no a más impuestos
ALBERTO BRUNAT
En vez de implantar más impuestos, el gobierno de China ha aplicado desde finales de 2008, en el contexto recesionista mundial, un multimillonario plan de estímulo fiscal que, hasta ahora, le ha dado resultados. Las inversiones generadas por ese apoyo, que inyectó liquidez en el sistema, se tradujeron en que durante el primer semestre del año el PIB creciera 7.1%, aumentaran las exportaciones y la inversión extranjera directa, y se crearan 7.57 millones de empleos. Así, China se dispone a liderar la recuperación económica mundial…
BEIJING.- El pasado 10 de septiembre el primer ministro chino, Wen Jiabao, con una sonrisa de oreja a oreja, subía al estrado del Centro de Convenciones de Dalian para inaugurar el Foro Económico Mundial en esa ciudad portuaria de China.
Ante los más de mil 300 participantes –expertos y altos funcionarios– venidos de todo el mundo para estar en el “Davos de Verano”, envió un mensaje a todas las naciones: China considera que liderará la recuperación mundial y quiere reformar la estructura de su economía para reducir su dependencia de las exportaciones a Occidente.
“Debemos centrarnos en reestructurar la economía. Es muy importante fomentar la demanda interna como motor de crecimiento para reducir los riesgos financieros y la dependencia del exterior”, advirtió el jefe de Gobierno. “Acabar con la crisis es una tarea de largo plazo. No debemos centrarnos en el futuro del corto plazo, sino asegurar el desarrollo de largo plazo”, señaló.
Los datos parecieran avalar los planes de Beijing: El Producto Interno Bruto (PIB) creció 7.1% en el primer semestre del año, en un contexto de recesión mundial, mientras la inversión directa extranjera (IDE) tuvo en agosto su primer crecimiento (de 7%) tras 11 meses de caída, conforme a una nota del Ministerio de Comercio del 15 de septiembre.
Así mismo, las exportaciones, músculo del crecimiento chino, tuvieron 2.3% de aumento respecto a julio, según un boletín de Aduanas publicado el 11 de septiembre.
Además, el desempleo, que azota a países como Estados Unidos, España y México y pudiera causar disturbios en zonas industriales chinas, pareciera también ser una tendencia del pasado. China ha creado 7.57 millones de empleos en 2009, 84% de los que se propuso el gobierno luego de que en el verano de 2008 miles de empleados protestaron en las calles por los despidos masivos que se estaban produciendo y por la demora en el pago de sus salarios.
“Estoy convencido de que las medidas tomadas por el gobierno central evitarán que se produzcan nuevos incidentes”, aseguró el ministro de Seguridad Social y Recursos Humanos, Yin Weimin, el pasado 10 de septiembre, citado por el diario China Daily. Según datos de su ministerio, el desempleo urbano apenas llega a 4.3%.
La pieza clave de estas cifras positivas en un contexto recesionista es el plan de estímulo fiscal aprobado por Beijing en noviembre de 2008 y valorado en 586 mil millones de dólares. Esa cantidad de dinero, que demuestra la capacidad del gobierno central para intervenir en la economía, está siendo repartida a los gobiernos locales, empresas y negocios para que inyecten liquidez en el sistema, fomenten la mejora de la infraestructura en el país e impulsen la demanda y el consumo internos. El propósito: que la inversión pública en carreteras, vías férreas, educación, sanidad, investigación y desarrollo genere los millones de puestos de trabajo que la crisis y la caída de las exportaciones hicieron perder al gigante asiático.
En resumen, el plan de Beijing, aplaudido por instituciones como el Banco Mundial, consiste en una inyección de liquidez durante 2009 y 2010 para revitalizar todos los sectores de la economía y frenar el impacto social que una crisis de estas proporciones puede provocar.
“China tiene ahora mejor posición en la escena internacional que hace un año”, comentó en el South China Morning Post del 16 de septiembre Mark Williams, un analista de Capital Economics que agregó: El país tiene “un grado de confianza en su propio pensamiento y sistema que quizá no existía hace 12 o 18 meses”.
“China es ahora más influyente que nunca, porque el mundo la necesita”, aseguró a Proceso el profesor Xu Bin, de la escuela de comercio China Europe Internacional Business School (CEIBS).
Las críticas
Además de suscitar la envidia de la comunidad internacional, las medidas de China para superar la crisis –dirigidas a que el Estado mitigue con gasto público la caída de la inversión privada, el consumo y las exportaciones– han sido recibidas con reserva por muchos expertos que critican esa estrategia porque consideran que no funciona en el largo plazo.
“El crecimiento está más impulsado que nunca por el Estado, por lo que en 2010 la clave será cuánta inversión privada sustituirá a la pública”, alertó un informe publicado el 2 de septiembre por Standard Chartered Bank en China.
“El consumo avanza a un ritmo menor que el de antes de la crisis y hay pocas razones para esperar que se acelere, dadas las circunstancias actuales”, advirtió.
Por su parte, el economista Eric Dor, del Instituto de Economía Científica y de Gestión, dijo en una entrevista con Le Monde el 17 de agosto: “El índice de crecimiento de China es en parte una ilusión”.
Al respecto, el periodista Chen Jibing recordó en el portal de noticias Wangyi, el pasado 2 de septiembre, que las cifras oficiales en China no siempre son fiables. “En China los indicadores asumen un rol fundamental: servir a las instancias superiores del Estado para la evaluación y la calificación de sus subordinados”, manifestó aludiendo a la tendencia de los funcionarios locales a maquillar o manipular las estadísticas para obtener ascensos en la cúpula del poder.
La principal ecuación que esgrimen los economistas para desacreditar el crecimiento chino es simple: Los planes de estímulo del gobierno no pueden sustituir en el largo plazo a la inversión privada y al consumo interno.
El economista Andy Xie, quien trabajó nueve años como analista jefe para Morgan Stanley en Asia y otros cinco para el Banco Mundial, predice que China entrará en una verdadera crisis en 2012. “Cuando el dólar se recupere, posiblemente en 2012, la bolsa y el mercado inmobiliario podrían sufrir un derrumbe como el de la crisis financiera asiática (de 1997)”, asentó el 3 de agosto en su blog (http://xieguozhong.blog.sohu.com) este economista que fue despedido de una de las inversionistas más importantes del mundo por criticar la política económica de Singapur.
Pese a los llamados de este especialista, quien asegura haber previsto el colapso económico en Estados Unidos, 20% de los más de mil millones de dólares prestados por los bancos chinos en el primer semestre de 2009 se dedicó a la especulación en la bolsa y otro porcentaje similar se quedó en el sector inmobiliario, por lo que los beneficios para la economía real de la liquidez habrían sido limitados.
Esto a pesar de que el dinamismo económico de la locomotora china se ha visto impulsado por adquisiciones muy bien estudiadas y casi siempre avaladas por el gobierno central.
Apenas en junio pasado la petroquímica estatal Sinopec compró en 7 mil 500 millones de dólares la empresa suiza Addax Petroleum, la mayor adquisición en el extranjero realizada por una compañía petrolera china.
Además, se invirtieron mil millones de dólares del fondo soberano de China, el China Investment Corporation (CIC), en la australiana Fortuscue Metal, y se compró la minera Yanzhou Coal Minin, de la australiana Felix Resources, en 2 mil 900 millones de dólares.
Pero será sin duda en la cumbre del Grupo de los Veinte (G-20), que se realizará del 24 al 25 de septiembre en Pittsburgh, Estados Unidos, cuando se aprecie realmente el aumento de la influencia de China en los asuntos mundiales.
Allí, el presidente chino Hu Jintao “propondrá una reforma del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que los países en desarrollo tengan mayor representación dentro de la institución”, anunció el 15 de septiembre el vicecanciller He Yafei en rueda de prensa.
“Queremos que en el Banco Mundial y en el FMI el reparto de poder entre países desarrollados y en desarrollo sea de 50% para cada parte”, manifestó a su vez Zhu Guangyao, asistente del Ministerio de Finanzas.
Por lo pronto, Beijing no dudó en ostentar su poderío económico al comprar 50 mil millones de dólares en bonos del FMI para dotarlo de mayor liquidez y, al mismo tiempo, ganar influencia en el seno de la institución.
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