Mercadotecnia presidencial
JESúS CANTú
Ante su debilitamiento político, en su tercer informe de gobierno el presidente Felipe Calderón apostó otra vez al posicionamiento mediático, con un discurso impactante y efectista, pero plagado de falacias y carente de propuestas concretas.
Abrumado por la ausencia de resultados positivos en los ámbitos político, económico y social, recurrió a lo que mejor hace: la mercadotecnia política. Como hace casi tres años, cuando rindió protesta en San Lázaro, optó por dirigir su mensaje a un público selecto y a modo, frente a una cámara de televisión y un micrófono.
En el bien articulado mensaje, Calderón primero describió la adversidad que le tocó enfrentar y se presentó como una víctima inerme que pese a todo se atrevió a encarar los problemas y evitó que sus consecuencias fueran peores. Después enunció una serie de buenos deseos, incontrovertibles pero muy poco novedosos y en su mayoría irrealizables dada la debilidad política de su partido en la recién instalada Cámara de Diputados.
En la primera parte del discurso, el presidente mencionó los cinco “desafíos históricos que han puesto a prueba nuestro espíritu y nuestra fortaleza como nación”: la crisis económica, la aparición del virus A/H1N1, “la mayor virulencia registrada de los grupos del crimen organizado”, la caída severa en la producción de petróleo y el impacto de una de las peores sequías en décadas. Todos, según él, fenómenos totalmente exógenos, imprevisibles y ajenos al gobierno.
Aquí empiezan las falacias. La caída en la producción del petróleo era previsible, e incluso es consecuencia de los errores y omisiones del gobierno federal, tanto del calderonista como de los anteriores. La reacción de la delincuencia organizada es todavía más atribuible a las decisiones de su gobierno, como lo corroboran las estadísticas, pues fue a partir de su llegada al poder cuando se dispararon las “ejecuciones”. Hasta la sequía era predecible, pues se conoce la existencia de ciclos hidrológicos, que si bien son erráticos, sí permiten anticipar eventos como ese.
Así, de los cinco “desafíos históricos”, los únicos impredecibles y en los que el gobierno mexicano no tuvo ninguna incidencia son la crisis económica y el brote del nuevo tipo de influenza, dos son incluso consecuencia de la inacción o errores del gobierno mexicano, y el otro era presumible que aparecería más temprano que tarde y debió suscitar acciones preventivas. Pero en el discurso presidencial los errores de diagnóstico o de reacción se convierten en desgracias que llegan de fuera.
Luego vienen los dogmas de fe, afirmaciones tajantes de estrategias exitosas, sin argumentos ni estadísticas contundentes, simplemente avalados por la palabra presidencial: “En suma, la Estrategia Nacional de Seguridad no sólo ha permitido revertir la tendencia ascendente de la delincuencia y el narcotráfico, sino que ha debilitado las condiciones que hacen posible su reproducción y su ampliación. Por primera vez en mucho tiempo, el Estado está poniendo un límite a la acción de los criminales”.
Este tipo de frases se repite: “En infraestructura, este año seguimos trabajando muy fuerte, como nunca, a pesar de la crisis”. “Poco a poco estamos terminando con prácticas que obstaculizan el avance en la educación”. “Estamos en la ruta correcta para revertir el deterioro de nuestros bosques y selvas”. Palabra de presidente.
Entre las omisiones destaca el silencio sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas al amparo de la lucha contra el crimen organizado. Calderón se dice “sensible a las voces ciudadanas que, al mismo tiempo que reconocen al gobierno federal los golpes contundentes perpetrados contra el crimen organizado, reclaman también una mayor atención de los delitos que sufren diariamente: el secuestro, el robo, la extorsión”. Pero a quienes denuncian las violaciones a los derechos humanos simplemente “ni los ve ni los oye”, como dijo Carlos Salinas.
Enumeró los 10 elementos del “cambio de fondo” que dice proponerse: combate a la pobreza a través de programas focalizados, lo que se viene haciendo desde el sexenio salinista; cobertura universal de salud, su promesa de campaña; educación de calidad, la continuidad de Alianza por la Calidad de la Educación firmada con la líder magisterial Elba Esther Gordillo; reforma profunda a las finanzas públicas, la cual, en las entrevistas selectivas que dio a los medios electrónicos a partir del jueves 3, precisó que implica la generalización del IVA en alimentos y medicinas y aparentemente la desaparición de algunas secretarías de Estado.
Como el punto número cinco propuso “una reforma económica de fondo, que transforme nuestra economía para hacerla más competitiva, que permita acelerar el crecimiento y la generación de empleo, que lo haga, además, de manera sostenida”. Pero en el mensaje transmitido en cadena nacional de radio y televisión, de acuerdo con la versión estenográfica que se publica en la página de la Presidencia, este aspecto se redujo: “Como quinto punto, habremos de emprender una transformación de raíz de las empresas públicas, con la finalidad de eliminar privilegios, terminar con la opacidad y la corrupción, y orientar su desempeño al servicio público, a través de una profunda reestructuración y modernización”. En el desplegado que la Presidencia publicó en los medios impresos este punto reapareció completo. De manera que según los públicos es el mensaje.
La reforma económica obliga a combatir los monopolios u oligopolios con prácticas monopólicas, cuyos dueños fueron precisamente los que lo apoyaron para llegar a la Presidencia de la República. Por eso es preferible limitar el tema a las empresas públicas, y todavía más a las energéticas: Calderón aseguró que es “necesario avanzar más a fondo en reformas de segunda generación para fortalecer nuestra industria petrolera” a pesar de que la última reforma, que tanto ponderó, todavía no cumple su primer aniversario y todavía no se aplica plenamente, como denunció Fluvio Ruiz, uno de los consejeros profesionales de Pemex.
Lo mismo sucede en mayor o en menor medida con los otros cambios propuestos: una reforma al sector de telecomunicaciones, sin mencionar específicamente la indispensable adecuación de la Ley Federal de Radio y Televisión tras la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que revocó varias disposiciones de la Ley Televisa; la reforma laboral, tan prometida por lo menos desde el sexenio anterior; la reforma regulatoria, que podía haber emprendido desde el primer día de su gobierno sin necesidad de la anuencia o colaboración del Congreso, porque depende de la decisión del Ejecutivo; el combate al crimen organizado, su prioridad desde que rindió protesta; y, finalmente, una reforma política de fondo, que nunca define ni precisa, pero que vuelve a acentuar en su aspecto electoral.
Aunque la mercadotecnia política pretendió convertir al mensaje presidencial de mitad de sexenio en un parteaguas del gobierno de Felipe Calderón, la realidad es que salvo la eventual desaparición de algunas secretarías, que no especificó, no hay novedades relevantes en el tercer informe de gobierno.
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