lunes, 28 de septiembre de 2009

Se asoma el hambre




Se asoma el hambre

Daniela Pastrana


Se asoma el hambre
El vendedor de jitomates de la Central de Abastos no titubea: “Jamás había sentido una crisis económica como esta”, asegura el hombre, que desde niño se dedica al comercio de alimentos, antes de iniciar un largo recuento de penas.

Unos locales más adelante, una mujer mayor repite que ninguna crisis anterior había afectado tanto sus ventas, que según estima, han bajado 40 por ciento este año. Su familia produce manzanas en Chihuahua y ella asegura que el problema de origen está en el abandono del campo.

“Han cambiado los hábitos de consumo, las señoras ya no le dan manzanas a los niños para la escuela, le dan un yogurt y galletas, o cuando ha estado caro el jitomate, compran el puré de tomate. No saben lo que cuesta el trabajo del campo”, lamenta la mujer.

Tiene razón. De acuerdo con el Observatorio de Política Social y Derechos Humanos, la distribución del gasto de los hogares mexicanos en alimentos aumentó 1.5 por ciento en calorías, carbohidratos y grasas entre 2006 y 2008, mientras que el gasto en frutas y verduras bajó 1 por ciento. Y eso que todavía no se conocen los datos de 2009, el año del catarrito convertido en shock financiero.

Los datos disponibles hasta 2008 indican que la gente más rica del país destina 24.8 por ciento de su gasto en comida a calorías, carbohidratos y grasas, 43.6 por ciento a proteínas de origen animal (carnes y derivados de la leche) y 15 por ciento a vitaminas y minerales (frutas y verduras).

En cambio, los más pobres gastan 40 por ciento en calorías, 33.5 en carnes y derivados de la leche y 13.2 por ciento a frutas y verduras.

“Hay familias que la viven (la crisis) con más crudeza; en donde se están tomando decisiones muy importantes como saltarse una comida al día; en lugar de tres veces comer dos, o que alguno de los niños deje la escuela para trabajar, y les aseguro que no exagero, eso sucede en muchas familias pobres en México”, admitió el fin de semana el secretario de desarrollo social, Ernesto Cordero, al insistir en los supuesto beneficios del paquete económico de 2010 propuesto por el gobierno federal.

Pero en realidad, el problema no es sólo de los más pobres. La clase media, que se ubica en el séptimo decil de la tabla de ingresos, aumentó entre 2006 y 2008 su gasto en carbohidratos, y grasas, al pasar de de 31.5 a 33 por ciento; en cambio, disminuyó su gasto en proteínas de 41.1 a 40.9 por ciento y de vitaminas y minerales de 13.8 a 12.5.

DATOS

A la baja

Entre 2006 y 2008 el porcentaje de personas pobres aumentó de 42.6 a 47.4 por ciento; mientras que la pobreza extrema pasó de 13.8 a 18.2 por ciento, de acuerdo con el INEGI.
Eso significa que en 2008 había 50.6 millones de mexicanos que no podían cubrir sus necesidades de salud, alimentación, educación, vivienda, vestido y transporte público, aunque dedicaran a eso todo el gasto familiar. El cálculo se hace considerando un ingreso mensual máximo de 2 mil 88 pesos para las ciudades y mil 403 para el campo
Pero además, había 19.5 millones de mexicanos sin ingresos suficientes para adquirir una canasta básica de alimentos, incluso si todo el ingreso familiar los destinaran a eso; en el campo, el porcentaje de pobres extremos se dispara a 31 por ciento. La estimación se hace con base en un ingreso mensual máximo de mil 40 pesos en las ciudades y 773 en el campo.
Aún no hay datos de 2009.

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