México SA
Celebración desesperada en Los Pinos
IDH: mayor crecimiento en Haití
Con Fox-Calderón, otra década perdida
Carlos Fernández-Vega
Parece que los mexicanos tendrían que congratularse –con todo y que la mitad de ellos sobrevive en la pobreza y la miseria– porque su patria es catalogada (2007) entre los 45 países de desarrollo humano alto (la posición inmediata anterior al primer mundo), y en el año referido ocupó el escalón número 53 de 182 posibles, de acuerdo con la más reciente clasificación que sobre el particular divulgó ayer uno de los organismos de Naciones Unidas.
A simple vista, la anterior aparentemente resulta ser una buena noticia, según se lea: la mitad de los mexicanos se encuentra en condiciones lamentables, pero la otra mitad –también en apariencia– vive a plenitud, y la cereza del pastel sería que, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), México ascendió un escalón en el primer año del calderonato, con respecto a los resultados de 2006.
Congratulaos, pues, mexicanos incrédulos, que México sin embargo se mueve, siempre de acuerdo con el reporte del PNUD (Informe sobre desarrollo humano 2009; superando barreras: movilidad y desarrollo humanos, con información al cierre de 2007), que el organismo de Naciones Unidas ayer hizo público en pomposo acto en Los Pinos, durante el cual su inquilino no dejó ir la oportunidad para asegurar que “las políticas públicas orientadas al desarrollo humano son las correctas y han funcionado en condiciones de estabilidad. Ello indica que la ruta que seguimos en materia de política social, en condiciones iguales ceteris paribus, como dicen los científicos, es la política social correcta” (con lágrimas en los ojos, agradecidos, 55 millones de pobres ovacionaron de pie a Felipe Calderón y al PNUD, tras conocer el informe de éste y escuchar el discurso de aquél).
Felizmente desesperado por el bombón obsequiado por el PNUD (a estas alturas se conforma con cualquier cosa), Calderón presumió: la buena noticia es que México mejora en su evaluación de desarrollo humano en el periodo que se analiza, aunque optó por alargar los plazos para demostrar aquello de la política social correcta. En concreto, la parte que le toca de la celebración (sólo 2007) no es tan azucarada como la presumida ayer: en su primer año de estancia en Los Pinos, el índice de desarrollo humano en México aumentó, si así se le puede llamar, 0.6 por ciento, pero si sirve de referencia cabe decir que en Haití –mismo año, igual indicador– avanzó 1.14 por ciento, y la isla caribeña es catalogada como de desarrollo humano medio. No se trata de apestar la fiesta, sino de ubicar las cifras y el alcance de la política social en su exacta dimensión.
Presumió el inquilino de Los Pinos que de 2000 a 2007 (gobiernos panistas), México mejora significativamente (al pasar) de (un índice de desarrollo humano, o IDH) de 0.81 a 0.854, es decir, cuatro lugares. En realidad tal indicador, para el periodo por él mismo establecido, creció de 0.825 a 0.854 (página 181 del estudio del PNUD), o lo que es lo mismo, 3.51 por ciento (para el primero de los años citados Haití no registra cifras), crecimiento que motivó la felicidad de Felipe Calderón.
Qué bueno que esté contento, pero tal vez reaccionó así de ligero por desconocer el comportamiento del mismo índice de desarrollo humano (elaborado por el propio PNUD) en la llamada década perdida (los años 80) en la que México fue uno de los principales cuan tristes protagonistas y pagadores, periodo en el que tal indicador creció 3.4 por ciento, es decir, apenas por debajo de la mejora significativa por él presumida para el lapso 2000-2007 (gobiernos panistas). Dicho sea de paso, en esa fatídica década perdida el IDH avanzó 6.7 por ciento en Haití.
El presidente Felipe Calderón durante su discurso referente al informe global sobre desarrollo humanoFoto Marco Peláez
Lo anterior quiere decir que en siete años (cierre de 2000-finales de 2007) sin sacudidas económicas, devaluaciones, crisis de deuda externa, sin Estado obeso, privatizado prácticamente todo, con inversión extranjera histórica, voluminosas remesas y excedentes petroleros sin precedente, el índice de desarrollo humano en México avanzó prácticamente lo mismo que en una década (la de los 80) caracterizada por crisis sobre crisis, devaluación sobre devaluación, fuga de capitales sobre fuga de capitales y un espeluznante desplome de los precios petroleros. Si eso es igual a una mejora significativa, entonces no hay nada que hacer.
De 1980 a 2007 el índice de desarrollo humano en México pasó de 0.756 a 0.854, igual a un crecimiento de 12.96 por ciento en 27 años, a razón promedio de 0.48 por ciento cada 12 meses (en igual periodo, el IDH en Haití avanzó 22.9 por ciento, o si se prefiere 0.85 por ciento promedio anual). Esos 27 años pueden repartirse así: en el periodo 1980-1990 (De la Madrid-Salinas), el IDH, como se indica líneas arriba, creció 3.4 por ciento: en el lapso 1990-2000 (el propio CSG y Ernesto Zedillo) avanzó cerca de 6 por ciento (cómo estarán las cosas que con este par se registra el mejor avance del IDH), y entre 2000 y 2007 (Fox y Calderón) en 3.51 por ciento. Hasta allí el balance con base en las cifras del PNUD, cuya medición no incorpora los efectos de la crisis, la devaluación, el desempleo, el crecimiento de la pobreza, el shock de las finanzas públicas, más impuestos, el catarrito, pues.
A paso de tortuga, teniendo con qué, ha sido el avance, por llamarle así, el desarrollo humano en México, pero el panorama se complicará aún más cuando el citado organismo de la ONU elabore sus informe correspondientes a 2008, 2009, 2010 y demás, es decir, cuando incorpore de lleno el terrible cráter social y económico abierto a golpe de frentazos por el calderonato, porque por mucho que mejoren las cosas –si es que algún día mejoran– el de Calderón, desde ya, puede considerarse como sexenio perdido, pero eso sí (PNUD dixit) en un país de desarrollo humano alto.
Las rebanadas del pastel
Más impuestos, sí, pero justo a quienes deben cobrarse: “el sector financiero contaminó la economía global con activos tóxicos y ahora deben limpiarla; por ello hay que aplicar un impuesto a las transacciones financieras para evitar el comportamiento disfuncional de los mercados y ayudar a pagar el daño de la crisis sobre los pobres. Ese impuesto debería cubrir todo tipo de activos, y la recaudación podría destinarse a ayudar a los países pobres que fueron las víctimas inocentes de la crisis… A principios de este año, en una hora Washington aprobó un paquete de estímulo de 700 mil millones de dólares, equivalente al total de ayuda externa global en una década, lo que invalida el argumento de que no hay dinero para el desarrollo. Lo que uno se pregunta es ¿quién está más necesitado, los países en desarrollo o los banqueros estadunidenses?” (Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía).
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