Influenza A: descontrol y zozobra
Gustavo Leal F.*
En septiembre, el doctor José Ángel Córdova replanteó los escenarios de la influenza A rumbo a la temporada in-vernal. La Secretaría de Salud (Ssa) estima contagios masivos de entre uno y 5 millones, así como una cifra escalofriante de muertes: hasta 3 mil. Todo lo cual ocurriría durante los próximos siete meses.
Córdova aguarda varios cientos de pacientes y espera poder contener tempranamente los casos graves para no vernos rebasados en la capacidad hospitalaria. Ahí puede estar el cuello de botella.
Ante el crecimiento sistemático de casos y muertes (231), ¿cómo responderá ahora el sector? Ciertamente el cuello de botella no sólo está en la capacidad hospitalaria. La respuesta de la red médica del IMSS –durante la primera emergencia– probó que es resolutiva, a pesar de los tecnócratas priístas y panistas que perseveran en hundirla, buscando con ello generar mercados. Pero no se puede generalizar.
Como señalan los especialistas del Cinvestav: el cuello también guarda relación con que México no está preparado para obtener información rápida y poder tomar decisiones urgentes porque no cuenta con una red de laboratorios calificados.
Para la estación invernal, aseguran, México está capacitado para diagnosticar y atender, pero la falta de laboratorios de bioseguridad (nivel 2-3) impide la investigación porque se ha abandonado la inversión. Ésta debió haberse efectuado hace 10 años para ahora estar listos frente a una contingencia. Pero la clase política no tuvo esa visión.
Más allá de la calidad con que el jefe del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, intentó sortear el primer brote, las enseñanzas sectoriales, que no lograron atajarlo con oportunidad, son del todo claras.
A pesar de los cuantiosos recursos frescos de que dispuso la Ssa en los pasados nueve años, agregado al fracaso de la descentralización (Soberón-De la Fuente-Narro-Frenk) y la visión financiera que pesa sobre la toma de decisiones, se sumó ese abandono estratégico de la inversión operado por Julio Frenk con vistas a fortalecer la presencia extranjera en los mercados sectoriales.
Cuando el 23 de abril de 2009 Córdova Villalobos reconoció la emergencia, México operaba un Sistema de Vigilancia Epidemiológica obsoleto y con insuficiencia de recursos materiales y humanos, sobre todo si se los compara con las aplastantes bolsas del Seguro Popular.
En el renglón de laboratorios de salud pública sólo se disponía de dos que la OMS avala con el nivel 3 de bioseguridad: el del Instituto Nacional de Referencia Epidemiológica y el estatal de Veracruz.
Biológicos y Reactivos de México (Birmex) exhibía la extrema dependencia del país al confirmar que produce sólo dos de las 12 vacunas del esquema básico de inmunizaciones. Después de 30 años de no invertir en infraestructura –e incluso desmantelar los institutos de Higiene y Virología– en 2004 la Ssa decidió instalar un laboratorio para la fabricación de la vacuna de influenza.
México compra 19 millones de dosis anuales contra la influenza estacionaria. Con Frenk-Córdova (2000-2008) nos convertimos en grandes importadores de vacunas: hepatitis, sarampión, rubéola, polio y tétanos. La importación aumentó 450 por ciento en 8 años; de ésta, 40 por ciento corresponde a Estados Unidos. Aunque somos también mercado para otras 15 naciones.
Así, mientras el secretario de Salud sigue combatiendo a los estados con el garrote del centralismo – sin que la guerra de cifras (casos y muertes) vaya a cesar, al tiempo que el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC-San Diego) critica los obstáculos que existen en México para el envío de muestras clínicas a Estados Unidos–, la vacuna ha resultado el negocio del siglo.
Como desde abril la presencia del virus ha sido continua –con acusados repuntes en junio y septiembre–, la campaña triunfalista del calderonismo hace agua y Córdova suplica ahora a los laboratorios que entreguen un primer lote en octubre.
Su costo será de 2 mil 500 millones de pesos, pero según investigadores del Instituto Nacional de Nutrición, no será la panacea: será una ayuda para reducir el riesgo, pero no se espera que vaya a limitar sustancialmente la transmisión. Por su parte, estudiosos de la UAM acotan que no habrá suministro de vacunas que alcance, mientras Calderón reduce el presupuesto de Birmex para 2010.
El presidente Calderón tampoco corrige la visión financiera sectorial. Desde el Seguro Popular, Salomón Chertorivski se concentra en cuantificar el gasto: la epidemia nos ha costado cerca de 2 mil millones de pesos (sin la vacuna). Karam (IMSS) es una sumadora de compras: “destaca la adquisición de más de 1.1 millones de cubrebocas del tipo N95 y cerca de 12.5 millones de convencionales. Mientras, Miguel Ángel Yunes es un vigía sanitario: el ISSSTE sigue monitoreando la situación para recoger información y atender.
¿Está listo el sector para el invierno? Sin rendir cuentas sobre el subejercicio en el Seguro Popular, los escandalosos salarios de sus responsables y el uso de los préstamos del Banco Mundial, el secretario de Salud sólo sabe pedir más dinero: para enfrentar la pandemia la Ssa requiere mayor presupuesto.
Y soslaya que, antes que nada, su responsabilidad consiste en salvar todas las vidas posibles y prevenir casi hasta lo imposible. Así como la influenza nos preocupa tanto, mucho más nos debería preocupar la obesidad y el sobrepeso. El alcoholismo es un problema, incluso superior a la influenza. ¿5 millones de contagios y hasta 3 mil muertes, doctor? ¿Qué ha hecho para combatir las causas que originaron la epidemia en las Granjas Carroll? ¡Descontrol y zozobra!
*Universidad Autónoma Metropolitana - Xochimilco
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