Jesús Ortega es desde 2008 líder del PRD. Su formación como político profesional propiamente dicha inició en 1977, cuando se adhirió de la mano de Rafael Aguilar Talamantes al Partido Socialista de los Trabajadores. Tres años después, también como consecuencia de la reforma política instrumentada por Jesús Reyes Heroles, el PST y el Partido Mexicano de los Trabajadores se fundieron para formar el PMS. En el camino se quedó con el registro y prerrogativas del PMT, aunque le pidió a Heberto Castillo que lo abanderara en la elección de 1988. Heberto declinó para sumarse al Frente Democrático Nacional. Sólo hasta después del fraude de 1988 el PMS se sumó al FDN, lo que dio, con varias adiciones más, nacimiento al PRD. Primera concreción competitiva aglutinadora del muy amplio mosaico de expresiones excluyentes de izquierda. Por esta razón, en el PRD los niveles de tensión y potencial conflicto interno han sido siempre elevados.
El 16 de marzo de 2008 se llevaron a cabo elecciones internas en el PRD, competían notoriamente Alejandro Encinas y Jesús Ortega, más otros tres candidatos entre los que estaba Ricardo Monreal. Desde meses antes se denunciaban irregularidades que amenazaban la totalidad del proceso. Se hacía en medios electrónicos campañas de proselitismo en programas y noticieros electrónicos fuera de tiempo que hubieran podido ser motivo de anulación de los comicios por parte de autoridades electorales federales. Jesús Zambrano, el otro Chucho de Nueva Izquierda, se comprometía a que la campaña de Jesús Ortega estaría basada en la transparencia, el respeto a los candidatos, la civilidad y la unidad del partido. Se violó todo, pero con civilidad, eso sí. Un mes después en el Auditorio Nacional Jesús Ortega fue abucheado en medio de una rechifla monumental. López Obrador estaba ausente. De marzo a noviembre de 2008 el PRD fue sometido a la abrasiva acción de una lucha entre quienes pugnaban por un proyecto y modelo de país y los que querían apropiarse de las canonjías y subsidios asociados a la patente política.
En julio de 2008, la Comisión Nacional de Garantías del PRD anuló las elecciones del 16 de marzo. Habían dado con alteraciones y manoseos en más de 20 por ciento de las mesas instaladas. Siguió una disonante cadencia de recriminaciones mutuas entre los dos principales contendientes que, además, representaban proyectos y formas excluyentes de hacer política. Alejandro Encinas, que había hecho un muy buen papel a la cabeza del gobierno del Distrito Federal, y Jesús Ortega, parlamentario que alguna vez fue coordinador de la bancada perredista en la Cámara, y antes coordinador de la segunda campaña de Cuauhtémoc Cárdenas por la presidencia.
A las elecciones federales de 2009, el PRD llegó especialmente debilitado después de casi un año de parálisis por el conflicto de las elecciones internas que tuvo que ser resuelto, si acaso, por los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. En noviembre de 2008 aprobaron modificar la contabilidad de la elección nacional interna y darle el triunfo a Jesús Ortega, con lo que revocaba el fallo de nulidad de la Comisión de Garantías con base en consideraciones meramente cuantitativas. Se determinó anular 22.88 por ciento de las casillas –más de 20 por ciento que establecían los estatutos perredistas para anular elecciones– con la curiosa particularidad de considerar que, tal cúmulo de irregularidades, no era determinante en el resultado definitivo. Justo como argumentaba Ortega, de tal suerte que con o sin nulidad de casillas, él ganaba la elección. Más aún, el Trife ordenó a la Comisión Nacional de Garantías que hiciera “lo pertinente y adecuado” para expedir las constancias en no más de 48 horas y “apercibió” que, de no hacerlo, se notificaría al IFE. La reacción fue de tal magnitud que la presidenta del Trife tuvo que justificar y negar que se intervino en la vida interna de los partidos, sino que ofrecían una instancia para resolver conflictos. No tiene desperdicio. Una resolución para Ripley. O casi, los argumentos mismos habían sido esgrimidos antes, cuando la imposición de Felipe Calderón Hinojosa y el grotesco papel jugado por el IFE presidido por Luis Carlos Ugalde.
El fallo del Tribunal no remedió el cisma, lo profundizó. El resultado más visible fue la separación del Frente Amplio Progresista. PT y Convergencia fueron a las elecciones de julio de 2009 de forma independiente. La consecuencia evidente fue que los espectaculares avances del PRD en 2006 se esfumaron.
El nuevo dirigente intentó durante un par de meses posicionarse y legitimarse vía una campaña en medios electrónicos, cuando más de la mitad de los dirigentes perredistas no habían votado a su favor. La irritación terminó por debilitar aún la participación del PRD en el proceso electoral. Dio inicio la abrasiva gestión de Jesús Ortega como dirigente del PRD. Una gestión de definida por su signo perdedor.
En 1996 compitió por el liderazgo del PRD; perdió frente López Obrador. Nuevamente lo intentó en 1999 frente a Amalia García. Perdió. Luego frente a Rosario Robles, y nuevamente perdió. Encaró a Marcelo Ebrard. Perdió. Con el inusual fallo del Trife derrotó a Alejandro Encinas en la elección por la presidencia del partido y asumió un poder que no tiene. Como Aguilar Talamantes, su mentor original, tiene más atributos de esquirol rompehuelgas que de dirigente. Tangencial y sibilino ha puesto al PRD, de ya difícil gobernanza, en lo que podría parecer una ruptura irrecuperable. Eso no necesariamente implica alguna fatalidad, pero deja muy claro para quién trabaja realmente Jesús Ortega, que en sus defendidas alianzas con el PAN no es capaz de afirmar explícitamente su disposición a respaldar con argumentos ad-hoc a un candidato del PAN en el estado de México.
*Es Cosa Pública
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Fuente: La Jornada de Veracruz
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