Coatzacoalcos, Ver.- Debajo de un puente, cada mes, católicos y migrantes se juntan para pedir por “los que van en camino” hacia el norte y la libren de la violencia, mientras los habitantes de colonias establecidas cerca de las vías del tren miran impasibles el tránsito de los centroamericanos.
A pesar de las historias de violencia que saben que existe en México, de manera diaria llegan a este municipio grupos de 40 a 100 personas que se aventuran a cruzar México sin la ayuda de un pollero, a través del tren o caminando desde Chiapas.
Todos los días después de las 14 horas, grupos de migrantes llegan hasta el llamado “puente de la Avenida 1” donde los laicos de diferentes comunidades de la Iglesia católica los apoyan con comida y agua, antes de seguir su viaje. Tamales, arroz, frijoles, pollo, todo sirve para matar el hambre y recuperar fuerzas para continuar hacia Estados Unidos, mientras esperan el tren y huyen de las redadas que realizan los grupos de polleros.
Las embajadas de Guatemala y El Salvador que operan desde la estación migratoria de Acayucan les entregan bolsas con agua, suero y galletas saladas y en caso de necesitarlo les realizan algún trámite o llamada para notificar que están bien a sus familiares.
También los laicos que trabajan en las brigadas de apoyo levantan datos sobre cada migrante que ayudan, pues es la única forma de llevar un registro de cuántos de ellos llegan hasta la frontera o se “perdieron” en el camino.
Esta infraestructura municipal que conecta a las colonias bajas del municipio les sirve como refugio mientras esperan la salida del tren hasta Medias Aguas y de ahí hacia el centro o norte del país. Los migrantes, en su mayoría hondureños que huyen de las condiciones de pobreza y represión que se acentuaron después del golpe de estado contra Manuel Zelaya, llegan cansados a esperar el tren que los acercará a su sueño, aunque tienen que esperar la corrida que transporta granos, porque cuando salen los productos “químicos” se tienen que enfrentar a los “federales” que los resguardan.
Todos tienen características en común, son pobres, tienen familias numerosas y el dinero apenas les alcanza para comer; los más jóvenes, ninis, como les llamarían en México, quieren ganar dólares, pasarla bien y evitar a los grupos de la delincuencia que los invitan a participar con ellos.
La mayoría de los migrantes tiene entre los 16 y 24 años de edad, aunque también transitan hombres mayores, quienes por las circunstancias del camino que emprendieron se vuelven los padres de esta nueva familia, las mujeres rara vez llegan tan lejos solas.
Migrar no está en el plan de Dios
Cada fin de mes, la infraestructura es una iglesia abierta para rezar por “los que van en camino y no saben si llegaran a su destino”, dijo el padre David, coordinador de la Pastoral de la Movilidad Humana en este municipio.
Además de la comida, sacerdotes y laicos tratan de darles ánimo en su lucha y acompañarlos, aunque sea “con oraciones”, mientras que la población de las colonias Progreso y Paz y Constituyentes los miran casi con desdén, encerrados en sus casas.
En la misa especial que se realiza cada fin de mes, el padre Amado les reiteró que “todos los seres humanos merecemos el respeto a la vida y solo es Dios quien la da o la quita. Las condiciones de vida no son justas para todo, hay mucha pobreza en todos los países y eso es producto de la mala distribución de los bienes y la riqueza, generada por el egoísmo del ser humano que no busca compartir con los que más tienen. No es el plan de Dios que tengan que salir de sus casas –dijo el sacerdote– eso es solo fruto del egoísmo”.
Para estos hombres, que poco saben de los términos económicos sobre la distribución de la riqueza, sólo piensan que sus familias no tienen qué comer y tienen miedo de “quedarse” en el camino, por eso oran casi con desesperación.
Uno de los migrantes platicó: “llevamos varios días caminando por caminos que no conocemos porque el tren ya no llego hasta la ciudad, solo así libramos las redadas de los secuestradores, la verdad es que a veces si hay ganas de regresarse, pero con que Dios este en nuestro camino, con eso esperamos librarla”.
Fuente: La Jornada de Veracruz
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