martes, 31 de mayo de 2011

EL PROYECTO DE AMLO Y EL MIEDO A LO “RADICAL”

EL PROYECTO DE AMLO Y EL MIEDO A LO “RADICAL”


Francisco Estrada Correa



Decíamos la semana anterior que después de Lázaro Cárdenas, particularmente a partir de la transformación del PRM en el PRI, se consolidó un modelo que si bien en ocasiones trajo ciertos beneficios al país tuvo también costos muy elevados. Hablo concretamente de reducción de las libertades y de un desarrollo con inequidad en el reparto de la riqueza que se expresó en diversos movimientos gremiales: el petrolero, el ferrocarrilero, el magisterial y el médico y muy especialmente –por sus resonancias mundiales- el estudiantil del 68, los cuales no tuvieron mayores alcances debido, entre otras cosas, a la desmovilización de la izquierda mediante su división, propiciada desde el poder, y a que se instaló una casi monarquía arbitraria que prácticamente canceló la soberanía popular.

En todo ese tiempo sólo hubo un intento serio de rectificación progresista que permeó en toda la sociedad y puso en peligro la estabilidad del modelo: el movimiento henriquista de 1952, pero fue ahogado en sangre. Después de eso las elecciones fueron mero formulismo y tuvieron que pasar casi 40 años para que volviera a darse otra coyuntura favorable a la acción unitaria de la izquierda.

En efecto, fue hasta 1988 cuando Cuauhtémoc Cárdenas tomó la bandera de la defensa del proyecto progresista de nación, sólo que el epílogo de aquellas elecciones cuestionadas fue la alianza entre el PRI y el PAN para legitimar el triunfo de Carlos Salinas y para anular, otra vez, el activismo de la izquierda. Y tuvieron que pasar otros 18 años para que se pudieran dar las condiciones para un triunfo de la izquierda, con los resultados que todos conocemos: no sólo la división de la izquierda sino del país. El hecho es que estamos por asistir a una reedición del ambiente de polarización del 2006 y en ese entendido es momento de analizar con seriedad el Proyecto Alternativo que desde entonces viene ofreciendo Andrés Manuel López Obrador -el único en realidad que se ha planteado hasta ahora desde la izquierda- cuya viabilidad ponen en duda aquellos que dicen que en este país no caben propuestas como las que él plantea.

¿Pero realmente se trata, como dicen algunos analistas, de un proyecto populista, que o bien implica un retroceso a las políticas del viejo PRI o bien es sólo una “copia” del castrismo y el chavismo? Para empezar hay que decir que si revisamos la propuesta de AMLO –no sólo su discurso del 20 de marzo sino el texto completo titulado “Nuevo Proyecto de Nación: Por el Renacimiento de México”- nos daremos cuenta de que se trata efectivamente de un proyecto de nación progresista pero sobre todo de uno profundamente enraizado en nuestra historia, congruente con los que aquí le antecedieron, así que cuando AMLO habla de restaurar el Estado de Bienestar no está pensando en Cuba o Venezuela, y ni siquiera en Brasil; de lo que está hablando es de reivindicar el modelo que nos legó el Constituyente del 17, el modelo que como hemos dicho aquí sólo se atrevió a poner plenamente en práctica Lázaro Cárdenas en los 30; con una salvedad: que al deslindarse tanto del PRI (que ha hecho de “la Revolución” una idolatría hueca) como del PAN (que siempre ha sido su detractor), esa reivindicación es resultado, más que una fascinación acrítica por el pasado o una mera evocación nostálgica, de una visión más bien crítica de nuestra historia.

Lo que trato de decir es que, a diferencia del programa cardenista (el Plan Sexenal 1934-40 ni siquiera la mencionaba), el programa obradorista pone mucho énfasis en el tema de la democracia (le dedica todo un capítulo) y por ende en la eliminación del corporativismo y de los controles gubernamentales sobre la sociedad, es decir de todo aquello que limita las libertades políticas, que fueron el talón de Aquiles del cardenismo y caracterizaron a todos los gobiernos del PRI.

Quizá tenía algo de razón Cárdenas al haber actuado como lo hizo en 1940, y su gobierno pudo terminar peor, en un golpe de estado; sin embargo, no deja de ser una paradoja que el ícono del gobierno del pueblo no haya confiado en el pueblo, por lo que cabe preguntarse: ¿realmente hubiera perdido el cardenismo la batalla de la democracia con Múgica? ¿Se justificaba realmente su revire y la inauguración del fraude “patriótico”?

Los hechos demuestran, me refiero a las cifras crudas, que la apuesta moderada fue errónea. Que el haber impedido la continuidad de un gobierno radical y abrirle paso a los “centristas” no trajo mayores beneficios al país sino antes bien las condiciones del pueblo, lejos de mejorar con ellos, se deterioraron y –algo peor- que además de democracia perdimos en justicia y equidad, incluso en el período “exitoso” del Desarrollo Estabilizador. Pues el desarrollo que tuvimos fue sólo aparente, fue entonces que se inició la desigual concentración del ingreso, así que si acaso se aplazó el colapso pero el que más pagó, siempre, fue el pueblo. Entonces, ¿puede un proyecto de izquierda verdadera, moderna, no aprender de esta lección?

Por eso es que el otro tema al que le dedica especial atención AMLO es al reparto equitativo de la riqueza (abarca otro capítulo completo), lo cual lo pone a distancia de lo gobiernos priístas del post-cardenismo, particularmente de los de Echeverría y López Portillo que, con todo y su retórica populista, no lograron revertir la tendencia concentradora del ingreso que nos venía de los 60 sino antes bien la agravaron, de tal suerte que aquí tenemos dos cuestiones muy importantes a considerar al analizar sin prejuicios y con seriedad la propuesta de AMLO.

Cabe llamar la atención sobre otras cuestiones. Por ejemplo, en cuanto a la acusación de que el proyecto obradorista es “totalitario y absolutista”, fascista y limitativo de la libertad y la propiedad privada y, como se viene repitiendo desde la guerra sucia del 2006, una imitación de los modelos de Cuba y Venezuela, habría que aclarar que más allá de la propaganda derechista AMLO no propone nada en contra de la IP ni de la libertad, antes bien se propone apoyarlas combatiendo las restricciones en los medios y los privilegios de los grandes empresarios y monopolios, que cancelan la competencia e impiden la auténtica iniciativa privada.

Una crítica frecuente al proyecto de AMLO es que se trata de una propuesta “populista”, “muy radical”, “excluyente”, reducida a unos sectores pero sin respuestas para otros; y bueno, ante tamaña crítica lo único que queda decir es que falta ver qué tan sectaria realmente es su oferta o que tan fuera deja en ella a otros grupos sociales como los empresarios y las clases medias. Lo que sí es un hecho es que AMLO ha sido muy insistente en impulsar el protagonismo de los sectores populares y en crear un movimiento social que no únicamente lo lleve a la presidencia sino que le permita romper con el statu quo. Exactamente la misma fórmula que usó Cárdenas para construir su gobierno. En las palabras del “Tata”: “Toda Administración requiere ese factor poderoso que es el elemento trabajador, para hacer cumplir las leyes, porque si no cuenta con la fuerza ni el apoyo de éste, su labor será nula a causa de que distintos intereses egoístas que existen en el país oponen resistencias cuando se trata de cumplir una ley radical o cuando se trata de modificar otra para el mejoramiento de las condiciones de vida del proletariado" (El Nacional, 12 de febrero de 1934).

Sólo que conviene que tomar en cuenta que esto lo dijo Cárdenas en plena campaña, cuando buscaba la presidencia pero ya tenía en mente hacer cambios. Es decir, que no se proponía hacer un gobierno de unidad nacional sino uno revolucionario, centrado en los sectores populares y sostenido por la movilización popular. Lo mismo que propone AMLO –él habla de “construir el poder social” y de buscar “nuevas modalidades del poder ciudadano”- y exactamente lo mismo por lo que ciertos sectores tanto le temen. ¿Tienen razón en sentir miedo?

No hay comentarios: