jueves, 29 de enero de 2009

Zonas Arqueológicas Agredidas



Por Alberto Híjar.

La agresión casi impune a los monumentos olmecas del Museo de La Venta en Tabasco y al centro ceremonial Teotihuacan en el Estado de México, es evidencia de la economía política del Estado agónico.

Poco importa que Teotihuacan sea patrimonio de la humanidad y que la UNESCO , los trabajadores sindicalizados y distinguidos arqueólogos hayan denunciado la agresión imparable a las pirámides. Alegan que no hay un plan integral de intervención porque no cuentan los habitantes de la zona. En realidad, si hay un plan integral y el gobernador precandidato presidencial lo ha sintetizado al ordenar que la instalación de luz y sonido continúe porque, afirma, será el centro de un gran proyecto turístico con hoteles de cinco estrellas, malls , campo de golf, restaurantes, bares y discotecas.

Más claro no puede ser, se trata de asociar al gobierno del Estado de México con trasnacionales, generar empleos de sirvientes y propiciar la cultura del reventón de modo de atraer viciosos del Distrito Federal, Texcoco, Tulancingo y por supuesto, del extranjero. La forzada construcción y operación de Wal Mart frente a la Pirámide del Sol fue sólo una prueba donde la resistencia cultural fue derrotada. La anulación del mall dentro de Teotihuacan es un triunfo efímero. El gobierno federal apoya con el cuento de las fuentes de empleo todo proyecto que no produzca más que servicios al peor turismo con la peor cultura.

Lo de Tabasco incluye la impunidad. No hay ley que castigue suficientemente a los agresores de las piezas ancestrales. Tampoco hay custodios suficientes para vigilar el Museo de La Venta ni los centros ceremoniales de la nación. Una disminución sistematizada de la historia y la geografía desde la reforma educativa de Zedillo cuando fue ¡secretario de educación pública! es consolidada con la grosera frivolidad de la televisión, la radio y la industria del espectáculo. La pésima pronunciación de cualquier voz indígena por locutores, lectores de noticias y animadores, prueba su extranjería. Jamás se equivocan al decir un nombre en inglés.

La raíz de este desastre patrimonial es la carencia de soberanía nacional en el Estado agónico. Emanada del pueblo pero representada por partidos políticos, diputados, senadores, asambleístas del F. F., magistrados y jueces y por supuesto el señor presidente, la soberanía ha desaparecido en el pantano de la globalización. Agrava todo esto la crisis que sirve de pretexto para legitimar contratos, convenios, tratados y toda clase de asociaciones. Todas ellas son grandes negocios.

La guerra así sea contra el narcotráfico y el turismo producen grandes beneficios económicos asociados a la industria del espectáculo, a la falsa filantropía para eludir impuestos y para todo esto, la soberanía nacional no cuenta, no existe. Dictámenes, leyes, protestas bien fundadas, reclamos internacionales, no importan a quienes conciben la geografía como un gran proyecto disneyano con sirvientes disfrazados de inditas e inditos.

Resplandor teotihuacano prevalecerá y los monumentos seguirán alquilándose para los reventones de los ricos. Aquel concierto de Elton Jhon seguido por suculenta cena convocado por Martha Sahagún en el Castillo de Chapultepec, queda como antecedente del límite de las protestas de los defensores de la soberanía nacional al fin sometidos por la práctica entreguista y mercachifle de los farsantes de Estado.

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