Caso Colosio: Chapa y Lozano iban por Beltrones
JOSé GIL OLMOS
MÉXICO, D.F. A 15 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio, Othón Cortés, quien era el chofer del candidato presidencial del PRI en 1994, decidió salir de su ostracismo e insiste en que lo torturaron para involucrarlo en un presunto complot y así acusar como autores intelectuales del crimen al senador Manlio Fabio Beltrones y al general Domiro García Reyes.
Oaxaqueño de origen, pero arraigado por años en Tijuana, ahora Cortés acusa al exfiscal Pablo Chapa Bezanilla y al entonces titular de la PGR, el panista Antonio Lozano Gracia, de ofrecerle 5 millones de dólares a su abogado defensor, Héctor Sergio Pérez Vargas, para que abandonara su caso. Afirma que también le dieron 35 mil dólares a los tres testigos que lo incriminaron.
Estas revelaciones forman parte del libro El segundo tirador, que empezará a circular en Tijuana a partir del martes 24. El autor es Constantino Presa, quien durante un año se dedicó a entrevistar a Othón Cortés a fin de recuperar la historia de su detención y de su estancia en el penal de alta seguridad de Almoloya de Juárez, hoy conocido como del Altiplano, donde también estuvieron presos Mario Aburto y Raúl Salinas de Gortari.
Othón Cortés permaneció año y medio en prisión. Al salir, no tuvo empleo durante más de ocho años porque en todos los lugares donde presentaba solicitudes lo reconocían como el "segundo tirador" contra Colosio, no obstante que los tres testigos que lo acusaron terminaron por retractarse y él salió ya libre de culpa.
Hace apenas 18 meses consiguió trabajo en el parque más grande de Tijuana, donde sirve de guía turístico a grupos infantiles. Ahí se siente tranquilo.
"Apenas comencé trabajar en el Parque Morelos, soy guardia, atendiendo a niños... los llevo a conocer los animalitos, hago los recorridos culturales. A eso me dedico, porque ni para rata sirvo. Tengo tres hijos, tengo 42 años, y mi esposa es educadora desde hace 22 años. Hemos hecho una vida a base de esfuerzo, de trabajo, hasta de plomero la he hecho", comenta con cierto resentimiento, pues ninguno de sus jefes del PRI lo apoyó cuando lo necesitaba.
"A mí me siguen señalando. Cuando me reconocen, gritan: 'ahí va el que mató a Colosio, el del segundo disparo'. Me han marcado de por vida. Recurrí a los priistas con los que trabajé, a mis exjefes, a los que cuidé a sus familias. Yo era chofer del CEN del PRI en Baja California, pero todos me cerraron las puertas. Tuvieron que pasar casi nueve años para que Jorge Ramos, presidente municipal de Tijuana por el PAN, me diera chamba".
Durante todos esos años Cortés no quiso hablar del caso Colosio, pero decidió participar en el libro de Constantino Presa, un publicista de la Ciudad de México que colabora desde hace tiempo en la alcaldía tijuanense.
"Guardé silencio porque tengo una familia que ya había sido pisoteada, vejada, muy lastimada. Se llevaron entre las patas a mi familia", dice en entrevista telefónica.
–¿Por qué aceptó hablar para que escribiera este libro?
–Porque en estas administraciones se siguen practicando muchas injusticias como la mía, es como si regresara el tiempo. Esto me duele, me lastima que el Poder Judicial siga dando órdenes de arraigo sin bases y que se les condene (a las víctimas de esas irregularidades). Por eso es que acepté que Constantino Presa hiciera el libro.
–A 15 años del asesinato, ¿qué cree que ocurrió en realidad?
–Una gran injusticia. No lo acabo de creer, ha sido una cosa terrible en mi vida. Se me desarrolló la diabetes, mataron a quien iba a ser nuestro presidente... Fue una injusticia.
–¿Señala en el libro a algún grupo como autor del asesinato de Colosio?
–No, no tengo por qué hacerlo. Haría lo mismo que hizo el maquiavélico de Chapa Bezanilla: incriminar a alguien sin tener pruebas, como hizo conmigo. Yo fui un simple chofer del PRI, nunca he querido ser diputado o tener un puesto de elección popular, siempre he trabajado honestamente y nunca me he coludido con algún grupo de poder.
Incriminado
Desde que Chapa Bezanilla asumió la Fiscalía Especial de la PGR, acusó a Othón Cortés Vázquez de ser coautor material del homicidio junto con Mario Aburto. Para ello se basó en el testimonio de María Belem Mackliz Romero, Jorge Romero Romero y Jorge Amaral Muñoz, quienes declararon que Cortés portaba un arma y disparó desde muy cerca contra el costado izquierdo de Luis Donaldo Colosio.
Sin embargo, los tres se desdijeron y Chapa Bezanilla tuvo que renunciar a su cargo, porque además fracasó en la investigación de los asesinatos del líder nacional del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, y del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
"A mí me utilizaron –afirma–, queriendo que incriminara al compadre del licenciado Colosio, a quien era entonces gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones. También querían que incriminara al general Domiro García Reyes. Me decían que ya los tenían sitiados, rodeados, que sólo esperaban que yo firmara la declaración para detenerlos. Pero nunca lo hice, por eso me rompieron un oído, la dentadura, me torturaron".
Asegura que las autoridades ya tenían un borrador donde Cortés declaraba que "estaba preparado por órdenes del señor gobernador, Manlio Fabio Beltrones, y del general Domiro García Reyes, para atentar en contra de la vida del licenciado Luis Donaldo Colosio".
–¿Se lo pedía Chapa Bezanilla?
–Yo estaba vendado de los ojos, pero como siempre lo he dicho: siempre hay una cabeza en las bandas y esa cabeza era Chapa Bezanilla. Eso creo, porque sus órdenes eran que me torturaran y lo hicieron: me echaron agua de gas con chile en la nariz, me metieron alfileres en las uñas, y muchas cosas que pongo en el libro.
–¿Quién mató entonces a Colosio?
–Creo que fue Mario Aburto, como lo dice en su investigación el fiscal Luis Raúl González Pérez, quien se basó en pruebas científicas, no en suposiciones o en invenciones. Siguiendo investigaciones serias comprobó que fue un solo hombre.
–¿Que puede aportar su libro?
–La aportación es que (se pugna para que) ya no haya acusaciones prefabricadas, que ya no existan autoridades como Antonio Lozano o Pablo Chapa Bezanilla, para que sólo se aplique la ley, que no se manipule la justicia.
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