Economía Moral
El Inegi, la Sedeso (federal) y la pobreza en el DF
Cordero y su equipo dan patadas de ahogado atacando al DF
Julio Boltvinik
Nota: Los estratos de pobreza por delegaciones están integrados por: Alta: Milpa Alta, Xochimilco, Tláhuac e Iztapalapa; Media: Magdalena Contreras, G.A. Madero y Tlalpan; Media baja: A. Obregón, V. Carranza, Iztacalco, y Cuajimalpa; Baja: Cuauhtémoc, Azcapotzalco, Coyoacán, B. Juárez, y M. Hidalgo. Fuente cálculos propios a partir de datos del Inegi y la estratificación de delegaciones definida en Julio Boltvinik y Jesús Estévez, Pobreza y medio ambiente en la Zona Metropolitana (inédito)
El reconocimiento de la caída del ingreso de los hogares y el aumento de la desigualdad del ingreso y de la pobreza entre junio de 2006 y el mismo mes de 2008, por parte del gobierno federal, ha ido a la par de algunas expresiones del titular de Sedeso en el sentido de que si bien subió la pobreza, los programas a su cargo no sólo van bien, sino que su enfoque es el correcto y es el mejor posible. El señor Cordero y su equipo se han creído el mito de que la Sedeso es la responsable de combatir la pobreza. En efecto, en el dogma neoliberal que profesan, el Estado no debe intervenir en materia económica: es el mercado el que regula y determina el devenir económico. Sólo debe intervenir para la provisión de bienes públicos (aquellos de los cuales no es posible excluir a nadie: como la defensa nacional) y para habilitar a los pobres extremos para que puedan jugar el juego del mercado, evitando que su estado de desnutrición les impida salir a buscar trabajo y, por tanto, no gocen de la igualdad de oportunidades. Por tanto, en esta concepción, es sólo la Sedeso la responsable de combatir la pobreza, pero sólo debe combatir la pobreza extrema.
Para estos feligreses, cualquier política social que no esté dirigida a los pobres extremos y sólo a los pobres extremos (es decir, que no sea focalizada), es un desperdicio de recursos, porque los pobres no extremos y los no pobres ya pueden jugar el juego del mercado. Para ellos, la seguridad social, las universidades públicas, la educación básica gratuita, subsidian a los no pobres extremos y, por tanto, son ineficientes y deberían desaparecer o privatizarse. La gratuidad de la educación básica debiera ser sólo para los más pobres, los demás debieran pagar colegiatura. No han llegado tan lejos porque no han tenido mayoría absoluta en el Congreso. Pero si pudieran lo harían.
En agudo contraste, en el DF se ha venido desarrollando desde 1997 un modelo universalista de política social fundado en derechos, que se manifiesta en algunos programas sociales y en la legislación que los convierte en derechos, como la pensión para adultos mayores, la atención universal gratuita (incluyendo medicamentos gratuitos) de salud para todos los no derechohabientes de la seguridad social, y otros. No son programas focalizados a los pobres extremos solamente, sino que están dirigidos a todos. Para el neoliberal, esto es aberrante: un gran desperdicio.
La historia reciente del mundo desarrollado, en cambio, demuestra que en los países de Europa, que tienen estados de bienestar universalistas, en los cuales toda la población es derechohabiente y, en esa calidad acceden a los servicios sociales de salud, seguridad social, seguro de desempleo, apoyos para vivienda, a la infancia y a la tercera edad, etcétera, tienen niveles de pobreza más bajos, entre 6 y 7 por ciento en los países escandinavos y Holanda, y entre 9 y 12 por ciento en los demás, después de todas las transferencias monetarias en efectivo, que en Estados Unidos (17 por ciento), que tiene un estado de bienestar precario y focalizado. Al mismo tiempo, la pobreza antes de dichas transferencias en casi todos ellos (excepto Holanda y Noruega) está por arriba (alrededor de 30 por ciento) de la de EU (26 por ciento)1.
La esencia del asunto radica en el carácter preventivo de la lucha contra la pobreza del universalismo: con una red amplia de servicios y transferencias, pocos caen en la pobreza, mientras que en el modelo focalizado, que adopta una estrategia curativa de lucha contra la pobreza, hay que esperar que la gente caiga en la pobreza para poderle ayudar. Naturalmente, en el enfoque preventivo la política económica desempeña un papel central: debe mantener el pleno empleo.
Dando patadas de ahogado, Cordero y su equipo han empezado a esparcir la especie de que la pobreza en el DF aumentó más rápido que en el conjunto del país, y que ello se debe a las diferentes políticas de lucha contra la pobreza de ambos gobiernos: eficiente la del federal e ineficiente la del DF.
En primer lugar, la evolución de la pobreza, señor Cordero y señores subsecretarios, en todo el país depende centralmente de la política económica que está en manos del gobierno federal. En segundo lugar, el método de medición de la pobreza con el cual usted pretende evaluar la evolución de la pobreza, sólo es pobreza de ingresos, y no toma en cuenta las demás dimensiones (educación, servicios de salud, vivienda, servicios de la vivienda, seguridad social) que la Ley General de Desarrollo Social, que usted y su equipo están obligados a cumplir, señala como los indicadores mínimos que deben incluirse en la medición de la pobreza. Por tanto, sus argumentos están teñidos de ilegalidad. En tercer lugar, es evidente que, a pesar de que el gobierno del DF pagó una sobre muestra al Inegi para que la ENIGH2008 fuese representativa para el DF, los errores muestrales son seguramente mayores en el DF que a nivel nacional, lo que requeriría pruebas de significación estadística cuidadosas al hacer la comparación. En cuarto lugar, la evolución de la pobreza que hay que comparar con el DF no es la nacional, ni la urbana nacional, sino la de otras metrópolis similares. En quinto lugar, el método de medición de la pobreza utilizado es tan defectuoso que sólo toma en cuenta la evolución del precio de los alimentos y no de los demás bienes básicos. Pero todavía peor, el índice de precios con el cual se actualiza la línea de pobreza es nacional, de tal manera que se pretende medir la pobreza en el DF, actualizando la línea de pobreza con un índice de precios nacional (de alimentos), con lo cual no se toma en cuenta, por dar sólo un ejemplo, que el Metro en la ciudad de México sigue costando 2 pesos, el transporte público urbano más barato del país. Sexto, como lo pone en evidencia la gráfica anexa, no parece descabellado pensar que la muestra (y los factores de expansión) de la ENIGH2008 en el DF pueda estar sesgada, ya que el crecimiento de la población en los dos estratos de delegaciones con más altos niveles de pobreza, entre 2005 y 2008, está por arriba de la tendencia de 2000 a 2005, mientras en los dos estratos con menor pobreza, la baja en la población está sobreestimada como se aprecia en la gráfica.
1 Para mayor detalle sobre estos datos, véase David Gordon, La medición internacional de la pobreza y las políticas para combatirla, en Julio Boltvinik y Araceli Damián (coords.), La pobreza en México y el mundo. Realidades y desafíos, Siglo XXI editores, 2004, pp. 45-75. La forma en que están medidas estas pobrezas (sólo por ingresos) subestiman las diferencias entre Europa y EU, ya que las diferencias en educación, salud, vivienda, y similares son todavía más fuertes.
jbolt@colmex.mx
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