López Obrador y miles más no pudieron llegar al Zócalo
Cuando el mitin terminó, un río de gente seguía en Juárez
Repudio popular a Calderón, Lozano, locutores y comentaristas de tv
Cerca del ZócaloFoto Yazmín Ortega Cortés
En defensa del sindicalismo y la industria nacionalFoto Cristina Rodríguez
Gobierno mentiroso, coreaban los trabajadoresFoto Víctor Camacho
Jaime Avilés
Tal vez la siguiente cronología ayude a calcular cuánta gente asistió ayer a la marcha contra la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFC). A las 16:25, Andrés Manuel López Obrador empezó a caminar en el centro de una hilera de dirigentes del Frente Amplio Progresista y funcionarios del gobierno legítimo, delante de la Diana Cazadora.
A las 16:28, se detuvo después de avanzar 30 metros hacia la glorieta del Ángel de la Independencia. Allí permaneció durante una larga y asoleada hora, mientras el camioncito-plataforma-escenario que el movimiento usa en las concentraciones chicas era ocupado, unos metros más adelante, por Jesusa Rodríguez y Jorge Arvizu, El Tata, que leían en voz alta los mensajes de las cartulinas que proliferaban por doquier.
A las 17:25, la avanzada del Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular y el camioncito lograron avanzar hasta el Ángel, pero no fue sino hasta las 18 horas cuando consiguieron dejarla atrás. En ese momento, para entretener al gentío que empezaba a impacientarse, El Tata leyó un comunicado de las Jóvenes Mujeres Feministas en contra de los hombres de las muchas C, es decir, agregó, los que comen, cogen, cagan, y son cabrones, cínicos, católicos, cómicos y culeros, para en seguida saludar a los que prefieren luchar y ser libres.
A las 18 horas, avanzada y camioncito pasaron frente a la embajada de Estados Unidos. Detrás de López Obrador venían contingentes del gobierno legítimo en Iztapalapa, Tláhuac, Coyoacán, las redes universitarias –que gritaban SME, UNAM, unidos vencerán–, y más de Iztapalapa, con mantas de apoyo a los electricistas y a Clara Brugada.
Al final de la columna venían por último los barrenderos del Gobierno del Distrito Federal, con lo cual López Obrador cumplió su promesa de no participar en la dirección del movimiento en defensa de Luz y Fuerza del Centro, sino que se colocó literalmente a la retaguardia.
Como de costumbre, sin embargo, la gente se arremolinaba para estrecharle la mano y él recorría el cuadrilátero formado por cuerdas y hombres para darle un espacio de maniobra dentro de la multitud y se acercaba a conversar con sus simpatizantes. Pero sólo unos metros más adelante del camioncito-escenario, comenzaba la marea roja de los sindicalistas y sus cartulinas, mantas y mensajes de repudio absoluto a quienes decretaron la desaparición de la empresa pública más antigua del país.
Gracias por convertirme de ingeniero en taquero
Un hombre desfilaba con amargura ostentando un chaleco que agradecía a Felipe Calderón por haberlo convertido de ingeniero en taquero. En la misma temática, un joven paseaba una cartulina con una caricatura elemental del secretario de Hacienda y estas palabras: Para acabar con el hambre del pueblo hay que hacer carnitas a Carstens.
El cansancio venció a algunos asistentes a la megamarcha electricistaFoto José Carlo González
En Paseo de la ReformaFoto Alfredo Domínguez
Orgullo electricistaFoto Cristina Rodríguez
Muchos más jugaban con la palabra liquidación y pedían que ésta se aplicara al gobierno federal, al gabinete de Calderón, al secretario del Trabajo, Javier Lozano, y a los locutores y comentaristas de noticias políticas en radio y televisión.
Como un estribillo, en todas partes de la columna se repetía el viejo eslogan de aquí se ve la fuerza del SME, pero al final de la marcha, dentro de la angosta calle Madero, diversos contingentes coreaban: Es un honor luchar con el SME, y los electricistas respondían, puño en alto: ¡No paguen luz, no paguen luz!, consigna que exhortaban a popularizar por todos los rumbos de la ciudad de México.
No pagues la luz, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) no puede cortarte el servicio, y ese tema se volvió material de todas las conversaciones cuando, a las 18:50, la columna de López Obrador pasó ante las oficinas de la CFE, más allá del cruce de Reforma e Insurgentes, y miles de voces la saludaron gritando: Comisión Federal no sabe operar.
¿Cuánta gente estaba participando cuando, a las 19:40, el contingente encabezado por López Obrador llegó a la glorieta de Colón, y delante de él había miles y miles de personas que continuaban caminando sobre Reforma, pero que al llegar a la avenida Juárez se dividían para usar la paralela calle de Ayuntamiento? Y poco más adelante, en el cruce de Reforma y Bucareli, la marcha volvió a paralizarse por enésima vez. Entonces, por los teléfonos celulares, los acompañantes del ex candidato presidencial supieron que en el Zócalo se estaba cantando el Himno Nacional, que marcaba el final de la marcha, y Jesusa propuso que allí en donde estaban se procediera a hacer lo mismo.
A las 20:35, sin haber logrado llegar siquiera a la avenida Juárez, López Obrador ofreció una improvisada conferencia de prensa y dio por terminada su intervención en una marcha que, según todas las evidencias disponibles, marcó el inicio de un nuevo movimiento y logró combinar la participación de obreros, estudiantes, artistas, profesionales, desempleados y ancianos, con la presencia mayoritaria, alegre y combativa de los jóvenes
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