viernes, 27 de noviembre de 2009

Resistencia Civil Pacífica


Resistencia Civil Pacífica

Sallard

De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, resistencia es “renuencia a hacer o cumplir algo”, pero también el “conjunto de personas que, clandestinamente de ordinario, se oponen con violencia a los invasores de un territorio o a una dictadura”. Así se hacían llamar, durante la segunda guerra mundial, los combatientes que se oponían a la ocupación de los nazis en sus respectivos países. De ahí que el movimiento social, y el conjunto de acciones llevadas a cabo por aquellos ciudadanos mexicanos afines a Andrés Manuel López Obrador, añadan a su identidad primaria –la resistencia-- dos elementos sustantivos: civil y pacífica. Para que no haya lugar a dudas.

De hecho, la Resistencia Civil Pacífica, que no inició a raíz de los fraudulentos comicios presidenciales del 2006, sino un año antes, cuando el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal fue desaforado y separado de su cargo, ha resaltado en todo momento que nunca se ha roto ni siquiera un vidrio, a pesar de las multitudinarias y constantes movilizaciones efectuadas en la capital del país, de entonces a la fecha.

El primer objetivo de este movimiento fue impedir la imposición de Felipe Calderón como presidente de la República. No se logró. Con la complicidad del PRI y un operativo policiaco-militar en la Cámara de Diputados, el panista tomó protesta el 1 de diciembre de 2006. El segundo propósito fue impedir las reformas legislativas propuestas por Calderón, que el obradorismo supone lesivas para el país y contrarias a la Constitución. La victoria, en este punto, ha sido parcial.

La reforma energética fue el punto de mayor conflicto en estos tres años de administración panista. Para oponerse a ella, el tabasqueño organizó brigadas femeninas y masculinas que bloquearon accesos de las instalaciones legislativas, al tiempo que diputados y senadores afines tomaban tribunas para evitar la privatización del petróleo. La posición clara e inflexible del tabasqueño, abrió un amplio debate nacional que involucró no sólo a los especialistas, sino también a la población en general. Al final, el conjunto de iniciativas aprobadas, con el voto a favor del PAN, PRI, PVEM, PANAL y algunos legisladores de izquierda, fue sustancialmente distinto al que había propuesto el gobierno federal.

En aquel momento, voces oficiales y oficiosas, a las que se sumó la izquierda colaboracionista, deploraron que López Obrador se negase a reconocer su presunto triunfo y avalar la reforma energética modificada. Pero él advirtió de trampas y vicios ocultos con los que se estaba abriendo el camino al capital privado nacional y extranjero para participar en todo el proceso de industrialización del petróleo, incluida la exploración. La asignación directa de contratos a trasnacionales, al poco tiempo, dio sustento a su desconfianza.

Desde entonces, el líder de la Resistencia Civil Pacífica anunció la continuidad de su movimiento y las batallas por venir. Cada una se ha venido cumpliendo a cabalidad. No en balde fue el primero en anunciar que el país sería víctima de una crisis económica y que habría devaluación, desempleo y hambre. Mientras tanto, el gobierno panista se ufanaba que el problema era tan sólo un catarrito y que la administración navegaba en un barco de gran calado, a cuyo capitán la tempestad por venir, en lugar de intimidarlo, lo estimulaba. Los resultados los sabemos todos.

En estos tres años, López Obrador se ha dedicado a organizar a sus seguidores. Aunque las metas eran mayores, no resulta nada despreciable la cifra de 2.3 millones de afiliados al gobierno legítimo de México, es decir, a la Resistencia Civil Pacífica. Se trata de un grupo de ciudadanos convencidos y entrenados para la movilización y la protesta, y también para algunas medidas de desobediencia civil. Ahí está la clave.

¿Resistencia y desobediencia civil es lo mismo? El lunes trataré de dar respuesta a esta interrogante.

Fuente: El Periódico
Difusión AMLOTV

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