Alemania: elecciones radiactivas
Francisco Olaso
BERLÍN, 22 de marzo (apro).-- La decisión del gobierno alemán de cerrar “temporalmente” siete de las 17 centrales nucleares del país ha desplazado a las víctimas de la catástrofe en Japón del centro de la escena. Las plantas atómicas permanecerán desconectadas durante tres meses, según anunció el pasado 15 de marzo la canciller germana Ángela Merkel. En dicho período también permanecerá fuera de servicio la central nuclear de Krümmel, apagada previamente debido a un desperfecto.
El brusco cambio de rumbo del gobierno democristiano-liberal, hasta ahora compañero de ruta de los grandes consorcios energéticos, es visto con desconfianza. Desde la oposición se habla de falta de legalidad y de motivación electoral. Parte del oficialismo acepta la medida a regañadientes. El consorcio energético RWE anunció que recurrirá a la medida frente a la justicia.
“La reacción del gobierno es comprensible, dados los acontecimientos en Japón”, dice a Proceso Klaus Müschen, director del departamento de Protección del Medio Ambiente y Energía de la Secretaría Federal de Medio Ambiente. El especialista cita un estudio de este organismo oficial que durante años no fue tenido en cuenta: “Nosotros hemos calculado las posibilidades existentes para salir de la energía atómica a mediano y corto plazo”, señala Müschen. “De acuerdo con nuestros cálculos, esto sería posible porque se dispone de otras capacidades generadas por las centrales eléctricas.”
“Los sucesos de Japón no nada más son una verdadera catástrofe para este país: son una cisura para todo el mundo, para Europa, también para Alemania”, sostuvo Ángela Merkel en su declaración frente al Parlamento el 17 de marzo. “Lo que necesitamos es salir de la energía atómica por un camino visible”, aseguró.
Merkel ratificó la validez de la ordenanza estatal dispuesta por el gobierno para aplicar la medida. La oposición socialdemócrata cuestiona su legalidad. Exige que las siete plantas nucleares sean cerradas por ley y de manera definitiva. Socialdemócratas alemanes y austriacos solicitaron la realización de un plebiscito que determine, a nivel europeo, el futuro de la energía atómica.
Dentro de las filas oficialistas reina el desconcierto. La decisión de Merkel contradice la posición histórica en favor de la energía atómica de los democristianos de la CDU, los socialcristianos bávaros de la CSU y los liberales del FDP. Ésta había sido ratificada a fines de 2010, en contra de la voluntad mayoritaria de los alemanes, cuando el gobierno decidió prolongar hasta 2035 la vida útil de las centrales nucleares.
Emergencia
En dicha oportunidad, al igual que ahora, el gobierno se rehusó a debatir el tema en un Parlamento que sabe esquivo. Se trata, sin embargo, de un arma de doble filo. A fin de negarle esta potestad al Poder legislativo, Merkel se ha remitido a la Ley de Energía Atómica. El párrafo 19, inciso 3, de dicha ley, referido a la defensa de las centrales nucleares frente a eventuales peligros, permite su desconexión temporal o total en caso de emergencia. El gobierno se valió de una ordenanza estatal para decretar el cierre de siete centrales atómicas durante tres meses.
--¿Se encuentran las plantas nucleares alemanas en estado de emergencia? –se le preguntó al Dr. Klaus Müschen.
--No. En este momento, no –admite el experto.
Esta situación abre la puerta para que los consorcios energéticos adopten pasos jurídicos contra la citada ordenanza. El consorcio RWE anunció el 16 de marzo que probará la legalidad del cierre temporal de la planta nuclear Biblis. Se supone que una eventual demanda tendría buenas perspectivas de éxito.
El jefe de la oposición socialdemócrata, Sigmar Gabriel, denunció un acuerdo entre el gobierno y los consorcios energéticos. Como, según su opinión, las centrales nucleares no se encuentran frente a ninguna amenaza inminente, los consorcios tendrían derecho al pago de una compensación por cada día que éstas permanezcan apagadas. Frente a Zeit online (16 de marzo), Gabriel sostuvo que seguramente los consorcios no adoptarán este paso, “pero van a exigir una contraprestación” por desconectar las plantas nucleares.
Cuentas
“Ángela Merkel no teme los peligros de la energía nuclear sino los de la pérdida del poder”, sostuvo Spiegel online el 17 de marzo. Lo concreto es que la canciller federal actúa bajo una presión enorme. En las próximas dos semanas habrá elecciones en los estados federados de Baden-Württemberg, Renania Palatinado y Sajonia Anhalt. Una eventual derrota el 27 de marzo en el poderoso estado de Baden Württemberg, donde la coalición de conservadores y liberales en el gobierno se halla cabeza a cabeza con socialdemócratas y verdes, significaría un golpe lapidario para las aspiraciones futuras de la canciller.
El actual ministro presidente de Baden-Württemberg, Stefan Mappus, ha sido un ferviente defensor de la energía atómica. En estos días, sin embargo, se le ve balbucir frente a las cámaras que lo sucedido en Japón lo obliga a replantearse nuevamente “la justificación de la energía atómica, incluso en el plano más personal.” El 12 de marzo último, una cadena de manifestantes había unido el parlamento estatal situado en Stuttgart, con la central nuclear de Neckarwestheim, exigiendo su desconexión.
De acuerdo con una encuesta publicada por la revista Stern el 16 de marzo, el 52% de los alemanes desea el fin de la energía atómica en un plazo de cinco años.
El poderoso lobby de la energía atómica se había acostumbrado a una impopularidad lucrativa. La ganancia multimillonaria que los consorcios obtienen de las plantas nucleares sólo se destina en una pequeña parte al desarrollo de energías renovables. Se calcula que los tres meses de moratoria los consorcios dejarán de percibir ingresos del orden de 575 millones de euros. A eso habría que sumar los gastos fijos, como los sueldos. Los consorcios advirtieron inmediatamente sobre posibles aumentos en las tarifas.
“No creemos que deba llegarse ahora a un aumento de precios, porque el precio de la energía que hoy se comercia y se vende fue pautado en la bolsa hace dos o tres años”, sostiene Müschen. “No hay ningún motivo para subir los precios.”
Europa
“Sabemos lo seguras que son nuestras centrales nucleares, pertenecen a las más seguras en el mundo, pero yo rechazo apagar las plantas alemanas y luego recibir energía eléctrica de centrales atómicas de otros países”, sostuvo Merkel en su discurso frente al Parlamento. Sus palabras pueden leerse como un guiño a los grandes consorcios que advirtieron contra una medida unilateral alemana, que los deje en inferioridad de condiciones frente a sus competidores. La supuesta seguridad de las plantas nucleares alemanas es puesta en duda, sin embargo, por la propia decisión de Merkel de desconectar ocho de ellas e inspeccionar las nueve restantes.
La Unión Europea (UE) también discutió el problema. Su comisario de Energía, Günther Öttinger, exigió que se compruebe el estado de las 147 centrales nucleares que operan dentro de la UE. Se trataría, no obstante, de inspecciones voluntarias. Las facultades de Bruselas en este aspecto son nulas. La política nuclear es asunto de cada Estado.
No extraña entonces que la reacción de Francia sea más bien difusa. Allí, el 80% de la energía proviene de centrales nucleares. Un comunicado del gobierno francés sostuvo que se extraerían “enseñanzas útiles” de lo que ocurre en Japón. La ministra de Medio ambiente, Natalie Kosciusko-Morizet, declaró que las centrales nucleares francesas están construidas de manera que pueden resistir catástrofes naturales. Lo mismo aseguraban, hasta hace muy poco, las autoridades japonesas.
En Francia operan 19 centrales nucleares con 58 reactores. Una y otra vez se han producido accidentes. Los más graves datan de 1969 y 1980 en la central de Sain-Laurent. En ambos casos se llegó a la fusión parcial del núcleo del reactor. Sin embargo, al contrario de la vecina Alemania, en Francia nunca ha habido un debate importante sobre el uso de la energía atómica.
En los últimos años también Gran Bretaña, Italia, República Checa y Eslovaquia han seguido una política de expansión de la energía nuclear. Polonia piensa comenzar con la construcción de una planta atómica en 2016. “Nuestro país no está amenazado por peligros sísmicos”, sostuvo el jefe de Gobierno Donald Tusk.
Emplazada en una región con dicho riesgo se encuentra la central de Cernavoda, que provee a Rumania del 18% de la energía eléctrica que consume. De todas maneras, es poco probable que estos países vayan a plegarse a la línea súbitamente adoptada por Alemania. El ministro británico de Energía, Chris Huhne, criticó la decisión del gobierno alemán (DPA, 15 de marzo). Los gobiernos europeos, afirmó Huhne, parecen haber tomado decisiones precipitadas sobre la seguridad de la energía atómica.
Fuente: Proceso
Difusión AMLOTV
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