lunes, 23 de mayo de 2011

Mayo de 2011


ALEIDA HERNÁNDEZ CERVANTES

No, no es mayo de 68, es mayo de 2011. Tampoco es París; hoy se trata de Madrid. Pero no sólo eso. Se dice que las comparaciones nunca son buenas, pero no olvidar las referencias históricas es una obligación. Es verdad que el contexto político y social es diferente, pero en el fondo las demandas siguen siendo las mismas: más democracia real y mejores condiciones económicas. Hace unos meses fueron las plazas de varios países árabes, ahora las plazas en España y, cada vez más, de otros países europeos están siendo atiborradas por jóvenes –y no tan jóvenes– indignados, que exigen un cambio en las reglas tradicionales de hacer política y un viraje sustancial del modelo económico prevaleciente.

Con un desempleo juvenil del 40 por ciento, un desgastado bipartidismo y a punto de celebrar elecciones, España vuelve a dar muestra de que su sociedad es capaz de indignarse con fuerza y poner a temblar a su clase política gobernante.

El movimiento 15M –como se le llama–, surgió espontáneamente, teniendo como motor principal, la indignación social derivada de un sinnúmero de razones que, casi en cualquier parte del mundo pueden ser compartidas: por un lado, el desencanto y hartazgo de las formas tradicionales de hacer política, las que han generado políticos corruptos e insensibles y, un sistema de democracia aparente que no permite efectivos mecanismos de participación social; y, por el otro, un modelo económico excluyente, que profundiza la desigualdad, que genera altas tasas de desempleo y la cancelación del futuro a las generaciones presentes y venideras. Se trata de fenómenos generalizados en todo el mundo. Y esto es así porque en prácticamente todos los países prevalece una economía de mercado lidereada por una élite política gobernante, de carácter global, que dirige los destinos de la mayoría de la población mundial. Aplican las mismas recetas económicas de recorte al gasto público, de flexibilización laboral sin seguridad social; de apoyo irrestricto a la banca privada y el sector financiero, así como el otorgamiento de estímulos fiscales incondicionados a las empresas transnacionales.

Ya sea en España, Estados Unidos, México o Colombia, se trata de los mismos personajes, aunque con nombres distintos, que corren a rescatar con dinero público el sistema económico financiero cuando está en crisis, pero que no les interesa regularlo estrictamente para que no vuelva a suceder. Aunque con sus diminutos matices, da igual si es Obama o Cameron, Zapatero o Szarkozy, Calderón o Merkel –por mencionar sólo algunos–, gracias a ellos y a los intereses económicos que representan, ahora el mundo todo se parece y padece las mismas preocupaciones.

Aquél mayo de 1968 había guerra en Vietnam; este mayo de 2011 la OTAN bombardea Libia; aquél mayo se pugnaba por mayor democracia, éste mayo se exige una real, una verdadera democracia; aquél mayo de París los jóvenes pedían ser escuchados, defendían un modo de ser, configurándose en un sector con ideas propias, éste mayo exigen seguir existiendo antes de que los aniquile por completo la carestía y el desempleo. Aquél mayo de París logró contagiar al mundo, éste nuevo mayo debe inspirar a los jóvenes de todo el mundo porque las incertidumbres son casi las mismas, pero sobre todo, porque aquél mundo de 1968 no es mejor que el de hoy. Esa es la razón más poderosa por la que todos debemos identificarnos con los indignados de España.

Sin duda, la indignación social sigue siendo un motor para cambiar el mundo, por eso, seamos realistas, exijamos lo imposible, porque si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir.

aleycristal@hotmail.com

Fuente: La Jornada de Jalisco

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