Ramón Alfonso Sallard
Fue Salinas
Carlos Salinas de Gortari estuvo consciente de su ilegitimidad desde el 6 de julio de 1988. Aunque él no lo ha reconocido públicamente, Miguel de la Madrid sí lo hizo varios años después: el aspirante presidencial del PRI perdió la elección. Es decir, hubo fraude.
Ante ello, los personeros de Salinas, Manuel Camacho, José Córdoba y Luis Donaldo Colosio, iniciaron acercamientos con el PAN para legitimar al priista en el ejercicio del poder. Luis H. Álvarez, Carlos Castillo Peraza y Diego Fernández de Cevallos fueron la contraparte panista que realizó la operación, a cambio de algunas demandas históricas de ese partido y el reconocimiento futuro de triunfos en ayuntamientos y gubernaturas. De paso, aislaron y combatieron conjuntamente a la izquierda, despojada ilegalmente del triunfo.
Salinas de Gortari diseñó una estrategia general y varias específicas, además de diversos movimientos tácticos, basado en los clásicos de la materia. Para poder desarrollar sus planes, tuvo que armar una complicada logística que estuvo sustentada en los recursos provenientes de la privatización de empresas públicas. Además, él no recurrió a los griegos, sino al florentino. Ni ideales ni ética ni moral: resultados. Por lo tanto, el primer paso para legitimarse en el poder fue un acto de autoridad y de intimidación.
Como aquél que recomendaba colgar del palo mayor al mayor de los corruptos –un ejemplo para los demás, o cortarle la cabeza a las concubinas incapaces de asumir el control de sus nuevas tropas, Salinas aprehendió al líder sindical disidente Joaquín Hernández Galicia, al empresario Eduardo Legorreta Chauvet y al capo de capos del narcotráfico, Miguel Ángel Félix Gallardo. El quinazo –que incluyó la siembra de armas y de un cadáver—fue a los días, en tanto que las demás capturas ocurrieron en cuestión de meses. Por eso el dirigente vitalicio de los maestros, Carlos Jonguitud Barrios, decidió irse solo, dejando su lugar a Elba Esther Gordillo, antes de correr la suerte de sus congéneres.
Los panistas no legitimaron a Salinas por un plato de lentejas, como creyeron algunos en su momento. La estrategia gradualista blanquiazul redituó en 1989 en Baja California, con el reconocimiento de Ernesto Ruffo como primer gobernador de ese partido. Luego vendrían más entidades bajo el esquema conocido entonces como concertacesión. Carlos Medina Plascencia, de Guanajuato, fue el ícono. A quienes dijeron que el PAN se paraestatalizaba, sus dirigentes se encargaron de aclararles con el tiempo que, en realidad, su opción era el co-gobierno.
En efecto, el presidente modificó diversos artículos constitucionales que formaban parte del santoral laico priista. El ejido, que era intocable, ahora se puede vender. En los hechos, Salinas destruyó las formas de organización y producción del campo emanadas de la Revolución, con lo cual afectó la maquinaria de votos con la que el PRI ganaba las elecciones, hasta sin hacer campaña. También reconoció jurídicamente a las iglesias e inició relaciones diplomáticas con el Vaticano, entre otras demandas clásicas del panismo.
Modificó por completo la política económica. Del proteccionismo pasó al libre mercado. Tuvo muchos recursos disponibles de las privatizaciones y con ellos no sólo se enriqueció y sobornó a opositores, sino que inició diversos programas asistenciales que redituaron en una impresionante recuperación del PRI, apenas tres años después. Sin embargo, su plan de acción dañó de manera irremediable la estructura corporativa del régimen. Violó reiteradamente las reglas no escritas, pero fue incapaz de establecer nuevos códigos de conducta aceptados por todas las partes.
Con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el elegido para sucederlo, se cerró el ciclo iniciado con el general Álvaro Obregón, cuyo crimen dio origen al PRI. Como dijo el caudillo: sólo se comete un error. Lo demás son consecuencias. Concluyo mañana.
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