Con “poca legitimidad” se renueva la LXI Legislatura en la Cámara de Diputados: el respaldo es de apenas 34 millones 126 mil 794 personas, de las más de 77 millones registradas en el padrón electoral. El abstencionismo ganó 55 puntos porcentuales, en tanto que el PRI, como partido con mayoría en San Lázaro, consiguió el apoyo sólo de 12.5 millones de votantes, 16 por ciento del electorado
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) regresa al poder en la Cámara de Diputados con el apoyo de apenas el 16.18 por ciento del electorado mexicano. El Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) 2009 indica que las 237 diputaciones federales que obtuvo el partido liderado por Beatriz Paredes Rangel fueron obtenidas a través del sufragio de 12 millones 528 mil 17 personas, de las más de 77 millones que conforman el padrón electoral.
El partido tricolor se erigió como la primera fuerza política en la Cámara de Diputados con 3 millones 42 mil 57 electores sobre el Partido Acción Nacional (PAN), quien ganara en las elecciones de 2000.
Días antes del proceso electoral 2009, el doctor en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México, Carlos Aguirre Rojas, preveía que “el voto por el PRI es un voto por el retorno al pasado. Es la representación de una estructura corrupta neoliberal que muy pocas diferencias guarda con el PAN en materia económica, política y social”.
Aguirre Rojas, también posdoctorado en historia por la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, argumenta que el repudio a las elecciones es el resultado de “un proceso profundo de deslegitimación de las instituciones, del colapso de los procesos políticos, de demostración de que la política como mecanismo de expresión del descontento social ya no es el espacio adecuado; estamos viviendo la muerte de la política: todo el sistema de la democracia representativa, la división y equilibrio de poderes, el mecanismo de las elecciones están colapsados” (Contralínea 138).
No obstante, el representante del PRI ante el Instituto Federal Electoral (IFE), Carlos Armando Biebrich Torres, celebra el triunfo de su partido y justifica el bajo porcentaje de votos: “Las elecciones intermedias siempre tienen escasa participación ciudadana”.
El senador Pablo Gómez, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), acusa: “Los resultados a favor del PRI son producto de la compra masiva del voto en el Estado de México, Veracruz, Oaxaca (gobernados por este partido), que utilizaron toneladas de cemento, varilla y bicicletas, como regalo a cambio del voto”.
PAN derrumbado
La presencia de la derecha en el poder, con la representación de Germán Martínez como presidente del PAN –quien renunciara el pasado 6 de julio– y Felipe Calderón al frente del Ejecutivo federal, tuvo un severo revés en las elecciones intermedias, nueve años después de colocarse en la Presidencia de México.
De las 77 millones 815 mil 606 de personas que cuentan con credencial para votar, tan sólo 9 millones 549 mil 798 le dieron su voto, para colocar en el recinto de San Lázaro a 143 legisladores del blanquiazul. El PAN también perdió dos gobiernos que otrora se erigieron como sus bastiones: Querétaro y San Luis Potosí.
En su discurso de renuncia, Germán Martínez aceptó que “mi gestión no alcanzó el éxito esperado en la convicción del esfuerzo generoso de los panistas. Tampoco fue posible convertir de manera legítima y democrática la aprobación que tiene el presidente Calderón entre los ciudadanos en confianza para los candidatos del PAN”.
El sociólogo Arturo Palacios Aguirre explica que “la democracia mexicana carece de la más mínima autenticidad, incluso si se le juzga desde el punto de vista de sus propios postulados doctrinales. Se trata, ni más ni menos, de una farsa totalmente prefabricada y controlada por los grupos de poder económico y político y por el Estado, cuyo único propósito es dar ciertos visos de legalidad, de ‘legitimidad popular’ a su dictadura de clase”.
Descalabro perredista
Tras casi obtener la Presidencia de la República y luego de conseguir 172 diputaciones federales en el proceso electoral de 2006, el PRD apenas obtuvo el 5.35 por ciento de los votos en los comicios del pasado 5 de julio. Sin los partidos del Trabajo (PT) ni Convergencia, como ocurriera hace tres años que en coalición postularon a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, el partido que dirige Jesús Ortega Martínez tan sólo obtuvo 4 millones 164 mil 393 sufragios.
Sus excompañeros de fórmula fueron rebasados por el movimiento ciudadano que promovió la anulación del voto, ya que esta última opción fue aplicada por 1 millón 839 mil 971 personas, que representan el 2.36 por ciento de los empadronados ante el IFE.
El PT consiguió el refrendo de sólo 1 millón 258 mil 341 de personas, que significan el 1.61 por ciento de los electores. En tanto que Convergencia apenas logró la participación de 850 mil 777 electores, que significan el 2.49 por ciento del total de los votos en este proceso, y apenas el 1.09 por ciento de los más de 77 millones de afiliados al padrón electoral.
Rosa Albina Garavito, académica de la Universidad Autónoma Metropolitana y exintegrante del PRD, dice que esa “izquierda” que llega a los puestos de elección popular está “corrompida, convertida en una franquicia electoral, luego de haber traicionado los principios enarbolados en 1988”.
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