El Estado, alcahuete de violadores de las garantías
El reto fue crear un organismo autónomo; lo logramos
De Ernesto Zedillo no puedo emitir opinión, porque sólo lo traté un año, y era electoral; con Vicente Fox fue un desastre, lo poco que pude hacer en ese sexenio fue porque lo conversé con Marta Sahagún, y Felipe Calderón tampoco tiene el tema entre sus prioridades, asegura
José Luis Soberanes señala que se va de la CNDH con la conciencia tranquilaFoto Yazmín Ortega Cortés
Víctor Ballinas
El titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), José Luis Soberanes Fernández, quien al frente de ese organismo le tocó abordar los problemas en la materia con tres presidentes de la República, dice: "de Ernesto Zedillo no puedo emitir opinión, porque sólo lo traté un año, y era electoral; con Vicente Fox fue un desastre, lo poco que pude hacer en ese sexenio fue porque lo conversé con Marta Sahagún, y Felipe Calderón tampoco tiene el tema entre sus prioridades”.
Acusa que muchas dependencias federales crearon oficinas de derechos humanos, que para lo único que sirven es para tapar a los violadores de garantías.
A unas semanas de que concluya su segundo periodo al frente de la CNDH, el ombudsman nacional habla sobre dos de los asuntos más polémicos que le tocó enfrentar. El caso Ernestina Ascensión, del que dice, lo marcó profesionalmente, y la controversia que presentó contra el aborto en el Distrito Federal. De este último asegura: no me equivoqué, la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es un galimatías, lástima que casi nadie la haya leído.
Soberanes, abogado constitucionalista, que luego de una década está por concluir su gestión al frente de la CNDH, tras de lo cual regresará a ocupar su cubículo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, del que fue director, señala: siempre he actuado conforme a mi conciencia. Siempre he podido dormir bien. Me voy con la cara en alto y la conciencia muy tranquila, porque actué con la ley en la mano.
–Está por concluir su encargo en la CNDH, ¿cuál es su balance?
–El reto que tenía cuando entré aquí fue convertir una dependencia de la Secretaría de Gobernación en un organismo autónomo del Estado mexicano, creo que lo logramos, porque entendemos la autonomía no únicamente de los poderes públicos, concretamente del Ejecutivo, sino inclusive de los poderes fácticos. Hoy día es una realidad que cada vez domina más la escena nacional.
“El ombudsman siempre corre el peligro de plegarse a otros intereses, cuando nuestro único interés debe ser la Constitución, la ley, la norma jurídica y nada más. Esa es la esencia de la autonomía, y ese fue el gran reto que viví hace 10 años. No voy a ser tan vanidoso de decirle que lo logré, pero creo que sí alcanzamos un buen nivel de autonomía en nuestro organismo; la prueba de eso es que hemos sido criticados; si no recibiésemos críticas, eso quería decir que no estamos trabajando y que nada más vamos nadando de a muertito”.
–A usted le tocó la administración de tres presidentes. ¿Cómo fueron en su trato?
–No podría opinar sobre Zedillo, porque solamente lo traté un año y era electoral. No podría emitir un juicio sobre él. Con Vicente Fox eso fue un desastre. Voy a decir una cosa que seguro a sus lectores les va a sonar raro: si algo se pudo hacer serio con Fox, fue gracias a Marta Sahagún. Sé que lo que estoy diciendo suena a herejía, pero las pocas cosas que pude ver con Marta fue lo que tuvo solidez. Todo lo demás era el concierto de la frivolidad.
“Pensé que íbamos a avanzar en derechos humanos. Me llevé la decepción más grande. A Fox no le importaron los dos grandes temas que abordé en mi gestión: los desaparecidos de la guerra sucia y las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. A Fox no le importaron, y ahí están los resultados: un desastre, un fracaso total. Los años finales fueron desastrosos. Recuerdo mis dos últimos informes con él, fueron de pena.
Con el presidente Calderón ha sido otra situación. Su trato es más sensato, es más razonable, pero el hombre está metido en tales broncas que tampoco es su prioridad la CNDH o los derechos humanos. Algunos de sus colaboradores dejan mucho que desear, hemos podido avanzar un poquito, pero ha tenido un trienio complicado, empezando por su misma entrada al poder, que tuvo problemas.
–¿Considera que el Presidente de la República debe hacer un compromiso por los derechos humanos al inicio de su gestión?
–Fox hizo un planteamiento desde el principio y ya vimos lo que pasó. Calderón no ha hecho ninguno, incluso en su pasado informe. En ningún momento de su discurso hizo referencia a los derechos humanos. Creo que es un problema de convicción democrática, y por supuesto que un planteamiento ayudaría a la causa de los derechos humanos.
–¿Que le habría gustado hacer en el tema de derechos humanos con los presidentes que usted trató?
–Establecer un diálogo con el gobierno federal. Hacerles planteamientos, tener respuestas. Muchas secretarías tienen oficinas de derechos humanos, subsecretarías, subprocuradurías, direcciones generales , y ¿todo eso para qué ha servido? ¿Para avanzar? No. Ha servido para darle chamba a los amigos o para defenderse de la CNDH.
–En casos de violaciones graves de derechos humanos emite usted recomendaciones, señala los abusos, a los probables responsables, ¿y el Estado, actúa?
–No. El Estado se encarga de tapar a los responsables, queda como alcahuete. Esas oficinas de derechos humanos que tienen las secretarías para lo único que sirven es de alcahuates. Eso es francamente deleznable, y tienen presupuestos mayores que la CNDH.
–En el caso del aborto, ¿no le pesa haber ido a contracorriente de la sociedad y de los grupos feministas? ¿Usted hizo lo que creyó, o lo que la ley le marca?
–No iba a contracorriente. Tengo las encuestas de esa época, se pueden revisar, era una minoría la que estaba en favor del aborto. Tan era una minoría que el Gobierno del Distrito Federal no quiso someter el asunto a un referéndum; si hubieran estado tan seguros de contar con esa mayoría aplastante lo hubieran hecho. Pero no lo hicieron porque las encuestas decían lo contrario.
“Yo estoy convencido, y aquí está la esencia de lo que he dicho, lo han querido llevar a un plano de creencias, y yo digo: esto no es un problema de creencias, es una cosa muy sencilla: ¿a partir de qué momento la ley defiende la vida? ¿Hay vida humana a partir de la fecundación? Si no hay vida humana no hay reproducción, y las células se empiezan a reproducir en el momento de la fecundación. De que hay vida, hay vida. Ahora, esa vida es susceptible de ser protegida por el estado jurídico, ¿si o no? Ahí está el tema. No es si yo leo la Biblia o rezo el Corán. Ahí me quieren llevar, al tema de las convicciones, de las creencias.
Me quieren llevar para allá porque saben que en el centro de la discusión ahí no me la ganan.
–¿Se equivocó usted o la Corte?
–No me equivoqué. La sentencia de la Suprema Corte es un galimatías, lástima que casi nadie la haya leído. Ahí no definen ni un derecho ni una situación, aquello es una ensalada, donde nadie sabe finalmente qué definió. Invito a que lean la sentencia y que actúen en consecuencia. Ni siquiera sentó jurisprudencia. Es una serie de ideas ahí más o menos puestas, pero no hay un criterio firme.
–¿Sus convicciones personales pesaron en los asuntos de la CNDH, como el aborto?
–Cuando entré como director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, en 1990, fui acusado de lo mismo, y en los ocho años que fui titular les demostré que lo que pudiera pensar, creer o anhelar era muy aparte de mi trabajo como servidor público, y aquí lo procuré hacer siempre.
–El caso de la indígena Ernestina Ascensión, ¿fue un tropiezo en su gestión?
–Si en el asunto de doña Ernestina y la famosa sierra de Zongolica me hubiera montado en la ola, me hubiera desgarrado las vestiduras y habría dicho ‘qué horror, qué espanto’, vamos todos contra el Ejército, y hubiera quedado muy bien, pero es la tentación de irse por lo políticamente correcto. Cuando los peritos me trajeron las evidencias de que las cosas no eran como decían, tuve que navegar a contracorriente, incluso contra los que decían que me ayudaban. Preferí la verdad sobre lo políticamente correcto.
–¿Cómo explica el caso de Ernestina Ascensión?
–Se le quiso dar una orientación política. Reitero, no quise hacer lo políticamente correcto. Preferí irme por la verdad. Y la verdad tuvo ese costo. Me marcó en mi trayectoria. Si tuvo ese costo, pues ni modo, qué se le va a hacer.
–Su formación de abogado, ¿fue un obstáculo?
–Mi profesión de abogado y mi vocación de jurista me llevaron a tener siempre bien puestos los pies en la tierra y a no querer construir castillos de naipes. Cuando uno se apega a la ley, uno está sobre una roca firme, y ese es el compromiso.
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