Transgénicos (II)
Desde su llegada, la administración de Marcelo Ebrard separó en dos instancias –muy descoordinadas si no es que enfrentadas–, acciones de conservación y manejo de recursos naturales en el suelo de conservación de la capital, de las de desarrollo rural; es decir, la producción agropecuaria, como si unas y otras no estuvieran no sólo vinculadas, sino que no fueran interdependientes.
Las primeras –de conservación– quedaron bajo la Comisión de Recursos Naturales (Corena) de la Secretaría de Medio Ambiente, y las segundas –de producción– en la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec).
La descoordinación se notó en el acto de presentación del programa, en el cual la Sederec brilló por su ausencia. Tal descoordinación no es la peor amenaza a esa política pública, si como sociedad civil ambientalista tuviéramos el cuidado no sólo de aplaudir acciones aparentemente positivas del gobierno local –como es ésta de protección del maíz nativo– sino de monitorear con seriedad y a profundidad la forma cómo –pese a los esfuerzos de un buen número de técnicos y personal operativo– ya desde antes de su anuncio formal, se ha venido instrumentando el programa por parte de la Corena en el sur capitalino.
También habría que conocer y analizar el perfil y la trayectoria de los funcionarios responsables de esa instrumentación, verificando desde las reglas de operación hasta la forma en que se retrasan, se asignan y se desvían gran parte de estos recursos públicos con fines de control político-electoral y de beneficio caciquil.
Nos daríamos cuenta de que un programa tan plausible, la protección del maíz nativo, se encuentra en manos de funcionarios que están muy lejos, ya no digamos de conocer el tema –lo cual sería mucho pedirles–, sino siquiera de interesarse en él.
Lejos de esto, entre estos supuestos servidores públicos campean impunemente el burocratismo, la ineptitud y la corrupción: ¡Lástima! ¡Nuestro maíz nativo en manos de Lutero!
Fuente: El Periódico
Difusión AMLOTV
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