Entre gritos, sonrisas, cuadernos y crayones
apareciste al final de cada verano.
ahí empezamos, abogados, carpinteros y doctores,
en el aula donde vimos tus mejores años.
Sólo esperaba de ti, bondad y paciencia,
no quería tareas, ni clases que causaran ansiedad.
sin embargo, me diste más que letras y ciencia,
me enseñaste a amar la libertad.
A Villa y Zapata pusiste en mi piel,
con entusiasmo casi infantil,
me hiciste desear seguirles,
en su lucha por el País.
Entre sumas, quebrados y esas cosas
aprendí a odiar a Somoza;
con sujeto, predicado y verbo,
me enseñaste a amar a mi pueblo.
Dictando operaciones y efectuando restas,
poco a poco nos llenabas de inspiración
llevándonos a todos a la Sierra Maestra
donde se forjó una nueva nación.
Fuiste madre y padre de todos nosotros
diste clases, consejos y sobre todo ejemplos
nos mostraste que lo que vale no es el oro
al darnos las letras, tu cariño y tu tiempo
Por esos libros, al principio temidos.
aprendí a encarar el tiempo presente,
y fuera de sus páginas fue que sentimos
la dura pelea de Salvador Allende.
En ese afán de hacernos crecer
entre acentos, gises y números nones,
me convenciste que se podía vencer,
a cualquier tirano sin requerir cañones.
Un recuerdo te humedecía los ojos,
lo recuerdo bien, no hubo simulaciones
lo hacías cada vez, al recordar Tlatelolco,
donde perdiste muchos amores.
Te vi llorar demasiadas veces,
y nunca expusiste razón alguna
tarde supe lo que el maestro quiere.
sacar salvo, al niño de la cuna.
Entre la recta numérica
y las reglas de puntuación,
me enseñaste lo que es justicia,
me educaste en la Revolución.
Tus enseñanzas, algunas no uso, confieso,
como raíces, y clases de pronombres,
pero fue por ti, y por tu gran esfuerzo,
que me he convertido en hombre.
sábado, 15 de mayo de 2010
GUÍA DE LIBERTAD Por: Alejandro Alcocer Herrera.
Etiquetas:
Magisterio
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