Viernes, 14 de Enero de 2011 00:00
Escrito por Guillermo Knochenhauer
Un indicador inequívoco del rumbo de un país hacia el progreso o el atraso, es la proporción de su masa salarial en relación a su Producto Interno Bruto. Las economías prósperas invierten en innovaciones tecnológicas para ganar en productividad y otras, como la nuestra, ofrecen como su pretendida ventaja competitiva, los bajos salarios.
El neoliberalismo –modelo que ha servido para concentrar el ingreso del lado del capital– impuso en todo el mundo la tendencia a que cayera la masa salarial en relación al PIB.
Por ejemplo, en la Unión Europea, esa relación bajó de 68 por ciento que era en 1993 a 64 por ciento en 2006 y en Estados Unidos, de 65 por ciento a 63.9 por ciento en el mismo periodo.
En México los salarios también han perdido importancia relativa, con la diferencia de que lo han hecho desde proporciones de por sí muy bajas.
En 1993, las remuneraciones a los asalariados representaban 34.7 por ciento del producto interno bruto y en 2004 habían bajado al 30 por ciento, como efecto de la modernización neoliberal de la economía.
Desde hace tres décadas, esa “modernización” viene acentuando la apuesta a la eficacia de los mercados abiertos y del libre comercio, disque con todo el mundo. Formalmente se le abrieron nuestros mercados de par en par a más de cuarenta países, pero en la práctica la apuesta ha sido el intento de convertir las exportaciones de manufacturas (con creciente proporción de partes importadas) a Estados Unidos en el motor del crecimiento.
En congruencia, la “política económica” del gobierno se ha limitado a conseguir la estabilidad macroeconómica, que además le sirve para argumentar que las alzas salariales son inflacionarias. Poco, muy poco se ha hecho para fomentar el ahorro y las inversiones productivas.
Para sostener el desarrollo del país, e inclusive para exportar manufacturas a Estados Unidos, no se requieren bajos salarios sino un ritmo acelerado de innovaciones tecnológicas. La dinámica de inversión (o su estancamiento) es un fiel reflejo de los esfuerzos y ritmo al que se moderniza una economía.
Los esfuerzos que se han hecho en México en ese sentido, han sido mínimos. En lo que va del sexenio de Felipe Calderón, de 2006 a 2010, la tasa de inversiones productivas apenas creció 1.7 por ciento, que no se compara con el 8.1 por ciento promedio anual que hubo de 1960 a 1980.
La contraparte de la falta de inversiones son los bajos salarios, cuya contención ahorra costos laborales pero no fomenta la capacitación, ni la productividad laboral, ni contribuye al fortalecimiento del mercado interno, ni de la competitividad empresarial.
El deterioro salarial en México es generalizado. Han perdido poder de compra los mínimos, pero también el salario medio de cotización del IMSS y los contractuales al tener ajustes nominales menores a la inflación.
Hasta septiembre de 2010, las remuneraciones en la industria manufacturera registraban una caída real de 1.2 por ciento en ese año, a pesar de que la productividad por trabajador ocupado había aumentado 4 por ciento. La competitividad del sector creció a costa de reducir casi 5 por ciento el costo de la nómina de obreros y empleados.
A los salarios mínimos se les acaba de aumentar un 4.1 por ciento en promedio para todo 2011, contra una inflación cercana al 5 por ciento.
El salario medio de cotización del IMSS había disminuido 0.8 por ciento en los 12 meses anteriores a octubre del año pasado. El salario contractual es el que ha salido mejor librado, al registrar un aumento promedio de 4.95 por ciento, en los 12 meses anteriores a octubre pasado.
En resumen, dos terceras partes del total de asalariados en México ganan menos de cinco salarios mínimos, que son 290 pesos al día u 8 mil 709 pesos al mes, que no alcanzan para la alimentación, vivienda, vestido, educación, transporte y esparcimiento de una familia de cinco miembros. Tampoco alcanza para sostener, en el mercado interno, el crecimiento de las inversiones para la verdadera modernización de la economía, pero no le preocupa a quienes ven como único destino posible de México, su “plena” integración a Estados Unidos.
Fuente: La Jornada de Morelos
No hay comentarios:
Publicar un comentario