Crecimiento económico: sólo promesas, nada de acciones
Orlando Delgado Selley
MÉXICO, D.F., 14 de enero (apro).- Convencido, Felipe Calderón dijo en su mensaje de Año Nuevo que México ha retomado la senda del crecimiento. Así que, a diferencia de las preocupaciones existentes en muchos gobiernos del mundo, especialmente en Estados Unidos y Europa, acá debemos estar tranquilos porque todo va bien: pronto se generarán los empleos bien remunerados que requerimos, habrá mejores oportunidades para todos, ya que atraeremos capitales externos. Con firmeza, añadió que en 2011 “los proyectos de cada familia podrán cumplirse”.
Pocos en México están de acuerdo con estas afirmaciones. Al contrario, parece haber unanimidad en que el país está en una difícil encrucijada.
No se trata, como gustan insistir en el gobierno panista, de un problema de percepciones diferentes. Como veremos, es un asunto de simples declaraciones demagógicas contra valoraciones fundamentadas. Igual que el PRI, no el de los viejos tiempos sino el actual, los funcionarios de este gobierno son capaces de afirmar cualquier cosa aunque sea completamente inaceptable.
La declaración de Calderón está sostenida en un argumento: la economía mexicana está creciendo y, según él, lo seguirá haciendo, por eso afirma que retomamos la senda del crecimiento. Este argumento carece de fundamento: en los próximos meses no es seguro que creceremos con dinamismo. Lo cierto es que la economía enfrentará dificultades crecientes derivadas de que el crecimiento de grandes economías del mundo se ha desacelerado.
Sin embargo, pese a que los problemas externos serán importantes, es posible que las dificultades mayores sean generadas por decisiones, o por la falta de ellas, del propio gobierno y de los autónomos del Banco de México. Se trata de decisiones sobre el tipo de cambio y las tasas de interés, el primero fijado por la Comisión de Cambios, formada por funcionarios de Hacienda y del Banco de México; y las segundas, decididas por la Junta de Gobierno del propio Banxico.
Así, Hacienda y el Banco de México, en este comienzo del año, están decidiendo que el peso se aprecie significativamente frente a monedas duras y que la tasa de interés de referencia se mantenga sin cambios.
Hace algunas semanas, Agustín Carstens declaró a una agencia noticiosa extranjera, Bloomberg, que la apreciación del peso no era necesariamente mala, lo que podía ser problemático era que el peso se revaluara rápidamente. Desde hace meses el peso se ha apreciado y el inicio de año hemos llegado a niveles que dan cuenta de una modificación importante del valor de nuestra moneda contra el dólar (12.20 pesos) o contra el euro (15.80 pesos). Esta revaluación ha sido expresamente permitida por el gobierno. Al mismo tiempo ha habido un fuerte ingreso de capitales extranjeros que han adquirido porciones crecientes de las emisiones de papeles gubernamentales.
Para el gobierno y para los funcionarios de Banxico, las entradas de capitales indican confianza en la fortaleza del país. En realidad, estos capitales buscan simple y llanamente mejores condiciones financieras, es decir, mayores tasas de interés y estabilidad cambiaria. Les pagamos más que en otros mercados y, por esa estricta razón, compran Cetes y cuanto papel gubernamental puedan.
Otros países de América Latina, como Perú o Brasil, también experimentaron entradas importantes de capital ante las bajísimas tasas de interés prevalecientes en el mercado estadunidense. Sus autoridades económicas decidieron disminuir esos flujos introduciendo impuestos a inversiones financieras de corto plazo. Con ello beneficiaron las finanzas gubernamentales y evitaron que se creara una burbuja de activos financieros.
El gobierno mexicano, como ha hecho recientemente, actúa diferente. Luego dice que hizo bien las cosas, pero en realidad los resultados económicos son desastrosos. El ejemplo de la contracción de 2009 es contundente: gobiernos de otros países de América Latina aumentaron el gasto, logrando amortiguar el impacto de la crisis financiera en sus economías. Calderón hizo lo contrario: se preocupó porque el déficit fiscal se mantuviera y nuestra economía se redujo más de 6%, mientras que Brasil, Perú, Argentina, Bolivia y otros tuvieron caídas de su producto muy pequeñas o incluso crecieron ligeramente.
Este 2011 se repite la película: gobiernos latinoamericanos, preocupados por las entradas masivas de “capitales golondrinos” toman medidas fiscales para controlarlos; en cambio, el gobierno mexicano dice que no deben tomarse medidas ante fenómenos transitorios y no hace nada.
Es cierto, no tenemos problemas de finanzas públicas, pero tenemos una economía estancada que no genera los empleos que la población necesita. Una revaluación del peso encarece las exportaciones que salen de México y abarata las importaciones, de modo que actúa contra la generación de nuevos puestos de trabajo. Crece el empleo informal, crecen los jóvenes que “ni trabajan ni estudian”, aumenta la inseguridad en todos lados. No se trata sólo de la inseguridad ligada a los cárteles de la droga, sino de la delincuencia cotidiana que asalta en microbuses, en colonias populares, en mercados y tianguis.
Para complicar esas dificultades que no se han resuelto, se permite que nuestra moneda se aprecie. Sin problemas de inflación, el Banco de México mantiene su postura de tasa de interés, premiando a capitales golondrinos que sólo buscan mejores rendimientos. Las decisiones de política económica internas actuando contra productores y prestadores de servicios y favoreciendo a especuladores.
Así que eso de que hemos retomado la senda del crecimiento no tiene sostén. En realidad, el panorama es complicado: Europa, rendida ante las presiones de los mercados --es decir, de los grandes inversionistas internacionales--, verá reducir sus tasas de crecimiento económico; Estados Unidos crecerá, pero muy por debajo de lo que requiere su enorme fuerza de trabajo; incluso China tendrá que atemperar su ritmo de expansión por los problemas de precios que enfrenta. De modo que no hay país que pueda impulsar el crecimiento mundial, lo que implicará una economía global que tenga un desempeño muy lento.
Las economías podrán crecer con mayor dinamismo si cuentan con factores internos capaces de impulsar la demanda de productos nacionales. Allí entra la política económica, con los instrumentos a su alcance. Cuando se decide no hacer nada para que el mercado interno se amplíe, es evidente que se pierde la posibilidad de aprovechar los aumentos de precios del petróleo y otras materias primas. Ya desperdiciaron la bonanza petrolera los príistas de los años ochenta, lo hizo el foxismo en el primer lustro de este nuevo siglo y lo volverá a desperdiciar este gobierno, que claramente no da una. Así que la confianza de Calderón en que este año será de realizaciones, es poco posible. Dicho seriamente, es inviable.
Comentarios: o_selley2001@yahoo.com
Fuente: Proceso
Difusión AMLOTV
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