Trabajo y dignidad
La Secretaría de Economía anunció ayer que pondrá 21 franquicias a disposición de los trabajadores de la extinta compañía pública Luz y Fuerza del Centro, para los trabajadores que acepten la liquidación.
En conferencia de prensa conjunta con el titular de Trabajo, Javier Lozano, el secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos explicó que la operación de una franquicia requiere de una inversión entre 100 mil y un millón de pesos, y que la “mayoría” de las que serán ofrecidas a los electricistas “pueden no tener nada que ver con el sector eléctrico”, aunque algunos podrán ser contratistas de la Comisión Federal de Electricidad.
Ofertas como esta y la de liquidaciones promedio de 2 años y medio por cada trabajador que claudique antes del 14 de noviembre, me hacen pensar que el gobierno está realmente desesperado. Más cuando la respuesta de los electricistas no sólo no ha sido masiva, sino mínima. Hasta el viernes sólo habían aceptado poco más de 2 mil 500 trabajadores, es decir, 6% del total.
No puedo evitar pensar en una historia que seguí de cerca hace unos años, cuando los trabajadores del sindicato de Euzkadi ganaron su guerra contra la poderosa trasnacional alemana Continental Tire y contra el gobierno de Vicente Fox, y después de tres años de huelga lograron la reapertura de la planta en Jalisco, cuyo cierre definitivo había sido decretado por el propio Fox –quien en una gira por Alemania declaró: “Por lo que sé, la planta de El Salto no se va a abrir– y por el abogado Jorge del Regil, representante de la patronal ante la Organización Internacional del Trabajo y amigo personal del entonces secretario del Trabajo, Carlos Abascal Carranza.
Para el feliz desenlace fueron fundamentales dos cosas: la presión internacional de organizaciones sociales aliadas al sindicato y, sobre todo, la resistencia de 604 trabajadores (de los mil 642 que iniciaron la huelga) que se negaron a cobrar la indemnización ofrecida por la empresa a cambio del cierre de su fuente de empleo.
En 2005 entrevisté a varios de ellos, quienes me hablaron de la otra cara de la huelga: la de los divorcios, las muertes, los hijos que ya no encontraban trabajo por la lucha de los padres, las presiones del gobierno y los múltiples ofrecimientos económicos.
“La tentación del dinero estaba diario en la mente de todos. Recibíamos cartas y telefonazos en los que nos decían: ‘ya perdieron todo y están cometiendo un delito’. Pero yo pensaba: ‘¿adónde me voy con 50 años de edad’. Creo que eso nos movía a que peleáramos por una solución digna, porque nos intimidaron siempre, pero nunca nos doblegaron”, me contó uno de ellos, Manuel Gamboa, cuya esposa falleció durante la huelga.
Es muy pronto para conocer el final de la historia de los electricistas. Pero de los rudos trabajadores de Euzkadi aprendí lo que las autoridades parecen no tener idea: la relación entre el trabajo y la dignidad.
dpastrana@elperiodicoenlinea.com.mx
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