Por Félix Arredondo
07 Jan 2010
Mientras los mexicanos intentan sobrevivir a las violentas mareas de la crisis, el gobierno decretó un aumento de 4.85 por ciento al salario mínimo como un supuesto salvavidas, Pero a pocos días de este anuncio una escalada generalizada de precios amenaza con devorar cualquier posibilidad de que los mexicanos se recuperen de la recesión. ¿Qué pasó? Todo apunta a un nuevo error de diciembre que desencadenaron...
Aumentos voraces
Esta semana los mexicanos empezamos a pagar otra cuenta más de las "dolorosas" decisiones del gobierno.
No lo decimos nosotros, lo dijo el propio presidente de la República Felipe Calderón en su mensaje del miércoles 6 de enero.
En unos cuantos días, los precios se dispararon súbitamente y el primer mandatario considera que esto es necesario para asegurar la recuperación económica.
¿Lo creerá la mayoría de los mexicanos?
De un día para otro, todos empezamos a pagar más por la gasolina, el gas L.P., los fletes, el metro, las casetas de peaje, las llamadas por celular.
También aumentaron las tortillas, los cigarros, la cerveza, la carne, el pollo, el atún y hasta el café del Starbucks.
Si usted está suscrito a una empresa de televisión restringida como Sky o Cablevisión, seguramente se habrá enterado de que este año tendrá que pagar más. Ir al cine también le saldrá más caro.
Prácticamente todos los precios están subiendo, y aunque esto se esperaba desde que se aprobaron los incrementos de impuestos, no se preveía que los precios aumentaran en las proporciones que estamos viendo.
Si fue malo que los precios se dispararan en unos cuantos días, fue peor que la mayoría de los incrementos hayan superado al aumento de 4.85 por ciento decretado por la Comisión de Salarios Mínimos en diciembre pasado.
Si la situación económica de los mexicanos se deterioró severamente durante 2009, los incrementos de la gasolina decretados en los últimos días de diciembre hicieron polvo el 4.85 de aumento a los salarios.
Y es que no se trata solamente de los salarios mínimos oficiales, sino también de los que perciben varios millones de mexicanos cuyos ingresos son ajustados utilizando dicho porcentaje como referente.
Por eso no han faltado quienes exigen que se ajusten nuevamente los salarios mínimos al alza.
Pero los mexicanos sabemos muy bien que en una carrera entre precios y salarios, siempre perderán los salarios.
El incremento de precios fue generalizado y desproporcionado. Esa es la percepción inmediata.
Si usted acostumbra beber agua Bonafont, por ejemplo, esta semana tuvo que pagar 6 pesos -al menos- en lugar de los 4.80 de 2009. ¡En menos de 15 días, el precio subió 25%!
Si usó el metro de la Ciudad de México, ya ha tenido que pagar 50 por ciento más que en diciembre.
Lo peor es que tan solo con el aumento del metro, los incrementos salariales de millones de personas que utilizan diariamente este medio de transporte prácticamente se esfumaron.
El alza de un peso en el precio del boleto es la mitad de los 2 pesos que subió el salario mínimo. Con el viaje redondo, el aumento quedó en la nada.
Ciertamente era necesario ajustar la tarifa del metro. ¿Pero era este el momento más oportuno?
El huevo subió 18.5 por ciento en los últimos 15 días. Con este incremento, el alza anualizada llega a 72 por ciento.
En los últimos 15 días, la crema Lala aumentó 22.40 por ciento, el atún Dolores 18 por ciento y el pan Bimbo 9.40 por ciento.
Y todo sucedió en solo dos semanas, según lo consigna una investigación del periódico Reforma.
¿Por qué se dispararon todos los precios cuando el aumento del IVA es de uno por ciento y el de impuestos a las telecomunicaciones no rebasa el 3 por ciento?
¿Por qué los precios de algunos productos subieron muy por encima de lo proyectado?
LA GASOLINA QUE PROVOCÓ EL INCENDIO
De que los precios subirían en 2010 no había duda. Todos lo supimos después de que se aprobaron los aumentos de impuestos.
Seis premios Nobel de Economía se cansaron de advertir al gobierno mexicano de los inconvenientes de aumentar la carga fiscal en plena de recesión, pero el entonces secretario de Hacienda, Agustín Carstens, los tildó de ignorantes de la realidad del país.
La obsesión del gobierno por tener más recursos fiscales lo llevó a desestimar los riesgos inflacionarios. Asumió que el efecto del alza de impuestos en los precios sería mínimo, y una sola vez.
Lo que no consideraron las autoridades federales es que los precios se podrían salir de control. El gobierno esperaba que, en el peor de los casos, la inflación llegara a 5.25 por ciento en el cierre de 2010.
Así lo expresó hasta el ex gobernador del Banco de México Guillermo Ortiz en los primeros días de diciembre, cuando dijo que "los precios aumentarán entre 4.75 y 5.25 por ciento; pero esta alza será de una sola vez".
Sin embargo, la mayoría de los incrementos anunciados hasta ahora rebasan sobradamente esos porcentajes.
Quizá lo que nunca advirtió en sus escenarios el doctor Ortiz fue la estrategia mediática que el gobierno federal pondría en marcha para aumentar el precio de la gasolina, el gas L.P. y el diésel. Tampoco previó la forma en que se decretarían los explosivos aumentos de los combustibles.
Cuando todo mundo creía que el gobierno esperaría hasta el 1 de enero de 2010 para empezar a evaluar la oportunidad de aumentar los precios de los bienes que provee el sector público, resulta que el sábado 19 de diciembre la Secretaría de Hacienda decretó sorpresivamente el primer aumento de la gasolina.
No importó que se violara la palabra empeñada por el propio presidente Felipe Calderón, quien dijo que los precios de la gasolina no subirían durante 2009.
Si bien el aumento no era significativo -solo cinco centavos por litro-, ¿por qué hacerlo cuando faltaban nada más 11 días para que terminara el año?
Daba la impresión de que alguien del gobierno pensaba que la gente estaría tan entretenida con los festejos navideños y de fin de año, que pasaría inadvertido el aumento a los combustibles.
Sin embargo, no fue así. Los medios dieron cuenta oportuna de ello. Por eso, el 22 de diciembre los legisladores de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión suscribieron un punto de acuerdo para exhortar al Ejecutivo a detener la sigilosa operación de aumentar la gasolina.
Como respuesta, la Secretaría de Hacienda decretó un nuevo aumento el sábado 26 de diciembre.
La gasolina Magna subió tres centavos más. Con este último incremento, el precio pasó de 7.72 a 7.80 pesos por litro, lo que equivale a un alza de 1.3 por ciento. Y todo en ocho días.
Y el último día del año, el subsecretario Ingresos de Hacienda, José Meade, convocó a una conferencia de prensa para anunciar y justificar un tercer incremento.
Las explicaciones no convencieron a nadie. Las justificaciones tampoco.
Esta vez, el aumento fue de ocho centavos. Así, el precio de la gasolina aumentó 2.07 por ciento en tan solo 11 días. Casi una tercera parte del aumento programado para todo el año, que se había estimado en 6 por ciento.
Esto terminó por propagar el incendio inflacionario.
El gobierno federal se negó a escuchar las advertencias que le hicieron los legisladores de la oposición.
En cuatro días, los precios se dispararon en forma generalizada. Y con la explosión inflacionaria, también explotó el primer conflicto político de 2010.
¿QUIÉN PRENDIÓ LA MECHA?
Para el 5 de enero ya estaba claro que la estrategia no había sido la mejor. Los propios panistas así lo reconocieron, y hasta criticaron la ausencia de una explicación oportuna de las medidas tomadas.
El gobierno federal se sentó en el banquillo de los acusados como el único responsable de la escalada de precios.
El PRD, que había hecho de la crítica a los incrementos de precios una bandera política, insistió más en culpar al PRI que en criticar al gobierno federal.
Difícilmente podría haberlo hecho si se toma en cuenta que Marcelo Ebrard, con el apoyo de Andrés Manuel López Obrador, aumentó 50 por ciento el precio del pasaje del metro.
Eso sin contar con los desproporcionados aumentos a las tarifas de agua potable decretados selectivamente para los habitantes de las delegaciones gobernadas por el PAN.
En cambio, el PRI, que hizo posible que Felipe Calderón aumentara los impuestos, reaccionó de inmediato deslindándose de los incrementos a la gasolina. Acabó responsabilizando al presidente de la escalada de precios.
El senador priista Manlio Fabio Beltrones asumió el liderazgo lanzando el primer obús directamente a Calderón.
"Estamos viendo que (el presidente) es completamente insensible a lo que puede ser la solicitud de un Congreso que le está pidiendo que, con base en los recursos presupuestales que se están consiguiendo con respecto a los nuevos precios del petróleo, detenga el incremento de los bienes básicos, de la canasta básica y de los combustibles, estaríamos en la ruta de observar que no es conveniente el darle más facultades a un presidente que no escucha, a un presidencialismo que no tiene control ni medida por parte del Congreso".
La diputada y presidenta del PRI, Beatriz Paredes, no se quiso quedar atrás.
Exigió al presidente una explicación argumentando que la Ley de Ingresos aprobada por el Congreso no consideraba aumentos de precios.
En cambio, el gobernador Enrique Peña Nieto optó por quedarse callado.
El PAN reaccionó tarde y mal. El senador Gustavo Madero declaró que el aumento a los combustibles era muy inferior al de la tarifa del metro decretado por el gobierno de Marcelo Ebrard, como si eso sirviera de consuelo y ayudara a bajar los precios.
En tanto, la diputada Josefina Vázquez Mota emitió un comunicado para tratar de explicar que el presidente no había hecho otra cosa que obedecer al Congreso.
La panista trajo a cuento una disposición legal de 2007 que presuntamente ordenaba al Ejecutivo deslizar el precio de la gasolina mensualmente.
Si ese argumento fuera válido, entonces la diputada Vázquez Mota tendría que explicar en qué se basó el presidente para desobedecer la misma ley durante casi todo 2009 al decretar el congelamiento de los precios de las gasolinas en enero del año pasado.
El alegato era ocioso. Y a final de cuentas, tampoco ayudaría a detener la escalada de precios, ya no solo de la gasolina, sino del resto de los productos y servicios.
Para el miércoles 6 de enero, todo indicaba que el gobierno federal estaba empeñado en no dar marcha atrás. Pero tampoco quería hundirse solo, por eso acusó a los priistas de haber respaldado los aumentos de precios.
En la tarde del Día de Reyes, el secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont la emprendió contra los priistas, particularmente contra el senador Manlio Fabio Beltrones, a quien calificó de "infantil".
"No aceptamos que se consideren (los aumentos) como medidas unilaterales del gobierno porque están en el marco de sus facultades y se basan en un acuerdo con las principales fuerzas políticas para fortalecer los ingresos públicos y sanear las finanzas", dijo.
Tanto Beltrones como Beatriz Paredes reviraron de inmediato desconociendo tales acuerdos.
Para la noche del 6 de enero, la única esperanza que quedaba era que el presidente anunciara alguna medida para contener los aumentos de precios. Pero Calderón no habló sobre el tema.
En cambio, los mexicanos tuvimos que escuchar nuevamente lo que oímos y vimos hasta el cansancio en los spots de radio y televisión durante 2009.
Se volvió a culpar de nuestros males económicos a la crisis financiera internacional, al virus de la influenza, a las sequías y hasta a la caída de la producción de petróleo.
¿Y los aumentos de precios?
Felipe Calderón se concretó a decir que "se han tenido que tomar decisiones muy difíciles, decisiones que -soy plenamente consciente- implican grandes sacrificios para todos.
"Sin embargo, quiero decirles que esos sacrificios son precisamente los que nos permitirán este año alejarnos de muy serios peligros financieros para el país y, sobre todo, se verán reflejados en una mejor atención a las demandas de la sociedad.
"Y algo muy importante: ese esfuerzo de todos nos permitirá una recuperación más acelerada de nuestra economía".
¿De veras? ¿Habrá convencido esta vez a los mexicanos el presidente Calderón?
Del desastre ocurrido ayer en la primera comparecencia de Ernesto Cordero como secretario de Hacienda ante la Comisión Permanente, damos cuenta por separado.
BANXICO: EL ESTABILIZADOR
Según la Constitución de la República, una de las misiones fundamentales del Banco de México (Banxico) es preservar la estabilidad de precios aunque su Junta de Gobierno tenga que desatender las sugerencias y lineamientos del presidente en turno.
¿Qué ha dicho al respecto el nuevo gobernador del Banco de México Agustín Carstens? Absolutamente nada.
Quizá porque el principal promotor de todo esto fue el propio doctor Carstens.
No obstante, a él le corresponderá poner en marcha las medidas pertinentes para que la inflación no se salga de control.
Y eso implicaría implementar un conjunto de amargas recetas que los mexicanos ya hemos probado.
Medidas tales como echar a andar una política monetaria restrictiva que disminuiría el crédito y aumentaría las tasas de interés.
La pregunta es si el nuevo gobernador de Banxico se atreverá a desafiar a quien lo puso al frente de esa institución.
Si las tasas de interés aumentan, el gobierno federal y las empresas tendrán que pagar más intereses por sus deudas.
El financiamiento para el crecimiento económico sería menor, y la recuperación se esfumaría con tal de mantener la inflación bajo control.
¿Se atreverá el nuevo gobernador y ex colaborador de Felipe Calderón a restringir el crédito, con la consecuente alza de las tasas de interés, para contener la inflación?
¿Podrá dar al traste con la urgencia presidencial de que crezca la economía al ritmo que lo necesita el presidente, sin relajar la política monetaria?
Quizá por eso, desde los primeros días de enero -y probablemente así será durante el resto del sexenio-, el ex gobernador del Banco de México Guillermo Ortiz empezó a brillar, pero por su ausencia.
¿Habrán tenido razón los ganadores del premio Nobel de Economía que le recomendaron a Agustín Carstens no aumentar los impuestos en plena recesión?
Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV
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