Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
Dios los hace y ellos se juntan. Como si no fuera suficiente el que los sufridos habitantes de la capital veracruzana tengamos que soportar el desfile de cuerpos y almas desnudas de un conglomerado de desclasados sin dignidad ni vergüenza, otro individuo no menos nefasto, Reynaldo Escobar Pérez, secretario de Gobierno, nos receta, sin más trámite, que la administración pública veracruzana, atenta a los reclamos de los “cuatrocientos pueblos” que administra otro sujeto, vividor de igual o peor condición, promoverá la integración de una “comisión de la verdad” que investigue presuntas violaciones a derechos humanos por parte del ex gobernador Patricio Chirinos y de su ex secretario de gobierno, Miguel Ángel Yunes Linares.
Es común que el gobierno estatal desprecie e insulte la inteligencia de la ciudadanía, no debería asombrarnos que lo haga una vez más, pero el contubernio con fines estrictamente electorales entre el secretario de gobierno y los encuerados de Cesar del Angel, de plano no tiene nombre.
Si tanto es el interés por hurgar entre la basura de la historia, el buen juez por su casa empieza. Si ha de investigarse la violación de derechos humanos, represión de campesinos, corrupción y enriquecimiento inexplicable, tendría que empezarse por poner a Cesar del Angel y a Reynaldo Escobar Pérez bajo la mira de las autoridades. En el entendido de que la sociedad veracruzana ya prejuzgó desde tiempo atrás al par de vivales y al ejército de desnudistas y, basada en su percepción de hechos objetivos, los declara culpables de corrupción, indignidad y desvergüenza.
En igual forma, ante el burdo cochupo, la sociedad veracruzana no requiere de más elementos para juzgar a la tal “comisión de la verdad”, como un acto desesperado de la administración pública veracruzana por desbancar a Miguel Ángel Yunes Linares de la candidatura panista al gobierno de la entidad. Una escalada más en la profundización de la guerra sucia instrumentada en contra de quienes no comulgando con el régimen de la fidelidad, obstaculizan la pretensión de Javier Duarte de Ochoa de gobernar a Veracruz.
Si de impedir en buena ley el que Miguel Ángel Yunes Linares, o cualquier otro aspirante que se le oponga al “delfín”, llegue a ocupar la titularidad del poder ejecutivo estatal se trata, corresponde a las autoridades electorales negar el registro de su candidatura si no cumple con los requisitos legales o, en su caso, a la ciudadanía en las urnas el impedir concrete sus aspiraciones, pero de ninguna manera es aceptable y justificable en la vida en democracia que el poder formal estatal, auspicie el que el secretario de gobierno, o quien “mece la cuna”, desde las cloacas sepulte en el lodo a una aspiración legítima de un ciudadano con sus derechos a salvo.
Como tampoco es aceptable y justificable el que la sociedad xalapeña sea víctima de los enjuagues del poder, soportando manifestaciones simuladas de protesta civil en sus espacios públicos, que a más de poner en evidencia el bajísimo nivel alcanzado en el ejercicio de la política veracruzana, ensucien, ofendan e insulten a nuestra ciudad capital.
Aclaro que no comulgo con el panismo de hoy y de siempre; estoy en contra de las políticas públicas implementadas por esta expresión de la ultraderecha en el gobierno espurio de Calderón Hinojosa y, de ninguna manera considero que Miguel Ángel Yunes Linares sea la persona indicada para gobernarnos. Pero de eso a aceptar sin más la guerra sucia electoral instrumentada en contra del virtual candidato panista a costillas de los habitantes de nuestra ciudad capital, hay mucho trecho. Alguien debe mandar a parar la guerra de lodo e insisto, no puede ser otro que el responsable de la conducción de la vida política y social de Veracruz.
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