viernes, 26 de febrero de 2010

LA UNIDAD Y LA REALIDAD


Por: Claudia Rodríguez
Sonia es casada, vive con su esposo y sus tres hijos. Felipe es el nombre del marido de Sonia y trabaja en una empresa ensambladora de piezas para lavadoras automáticas por lo que su horario de trabajo le exige salir de casa casi a las cinco de la mañana y regresar a su vivienda entre siete u ocho de la noche siempre y cuando así se lo permita el tránsito vehicular y el deficiente sistema de transporte público de la Ciudad de México. Sonia no sólo tiene trabajo en casa, sino también se ha empeñado en terminar una carrera como médica militar por lo que las horas del día se le hacen pequeñísimas entre atender las labores del hogar, a sus hijos que aún son adolescentes y todo lo que tiene que ver con su carrera profesional.



Ari es una excelente estudiante del segundo año de secundaria. La mayoría de sus profesores le tienen un gran afecto y le reconocen su tenacidad por no dejar sus estudios pese a que el padre de Ari, es el único sostén económico de una familia en donde además de sus hermanos, hasta los abuelitos, algunos tíos y primos habitan la casa de la estudiante.

Renata es también una muy buena alumna y excelente nadadora. Desde pequeña sus padres insistieron en que realizara una actividad deportiva extra curricular a la academia y ellos fueron quienes le han dado todas las facilidades para que en un club deportivo privado se exija todo lo que pueda en materia competitiva del nado. Las calificaciones impecables de Renata y sus casi cuatro horas diarias de entrenamiento en la alberca, dejan poco tiempo a la chica, hasta para dormir.

Luis Daniel por su parte, se instruye aún como cadete del Ejército y sus horarios le exigen apenas comer y mal dormir.

Confieso que Sonia, Ari, Renata y Luis Daniel son personajes y nombres originados de mi imaginación, al igual que las situaciones de vida que se les describen. Lo que se intenta transmitir, es una porción de las diversas realidades que vivimos los mexicanos, en donde cada vez se exige más para ir cuesta arriba en nuestros hogares, escuelas o centros de trabajo.

Pero las condiciones de Sonia, Ari, Renata y Luis Daniel, seguro estuvieron personificadas el miércoles pasado cuando el señor Felipe Calderón y algunos representantes de los poderes de la Unión leían en el Campo Marte sus discursos con motivo del Día de La Bandera y abajo, en la explanada, frente al graderío, cientos de individuos entre estudiantes de secundarias del Distrito Federal y elementos del Ejército Militar y las Fuerzas Navales se encontraban formados para ataviar el evento.

Ya desde las seis de la mañana del miércoles de esta semana, la explanada verde del Campo Marte se veía repleta y casi ordenada de los asistentes, pero fue hasta las ocho horas que inicio el homenaje a La Bandera. En las gradas, las alocuciones al Lábaro Patrio tocaron a quienes llegaron hasta ahí en automóviles con chofer y escolta y muy seguramente tras haber ingerido puntuales al menos una taza de café. Frente a las graderías, cientos de mortales llegaron al lugar tras haber sorteado no sólo esa casi madrugada, sino incluso antes, penurias económicas de descanso y hasta nutritivas, todas relacionadas con el evento.

El resultado es que cuando los discursantes hablaban del significado de los colores de La Bandera Mexicana y convocaban a la unidad, abajo, la realidad carcomía a más de una docena de asistentes y los llevaba al desmayo y casi a perder el equilibrio a muchos más.
Entre la unidad y la realidad hay una pared que parece infranqueable.

Acta Divina… Durante su discurso para recordar el Día de La Bandera, el pasado 24 de febrero, el presidente Felipe Calderón explicó de forma extensa el significado del verde, blanco y rojo del Lábaro Patrio y remató su alocución con un llamado a la unidad, aún por arriba de cualquier interés particular por más legítimo que sea.

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