miércoles, 18 de agosto de 2010

Paradojas de Pakistán: inundaciones y carestía de agua



Bajo la Lupa
Paradojas de Pakistán: inundaciones y carestía de agua
Alfredo Jalife-Rahme

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Una familia recorre, ayer, calles inundadas de Muzaffargarh, Pakistán, donde las lluvias monzónicas han causado 20 millones de daminificadosFoto Ap
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a omisión de la indispensable agua ha sido una de las críticas amables dirigida a los estrategas rusos (“‘Fin de la globalización financiera’ y sus cuatro grupos de riesgo, según VVP”, Bajo la Lupa, 28/7/10), quienes mediante el binomio energéticos-alimentos realizaron una taxonomía economicista de los países de mayor a menor riesgo.

La tragedia de las inundaciones de Pakistán, que hasta ahora ha arrojado 20 millones de damnificados que sobreviven en escenas dantescas, vuelve a colocar en la palestra el trinomio vital cuan inextricable de agua-alimentos-energéticos.

El periodista estadunidense Steven Salomon –autor del reciente libro Agua: la batalla épica por riqueza, poder y civilización, cuya tesis nodal es que el acceso al agua fresca sustituyó al petróleo (sic) como la primera causa de los conflictos globales del siglo XXI–, aborda las paradojas del oro azul en el caso específico de Pakistán, calamitosamente inundado por los desbordamientos causados por el monzón, pero al mismo tiempo bajo la espada de Damocles de una severa carestía de agua en el futuro cercano: Inundado hoy, muerto de sed mañana (IHT, 15/8/10).

Pakistán ha sido exorcizado como Estado fallido –junto al México calderonista– por la guerra lingüística de los semiólogos del Pentágono, y no es nada improbable, como suele suceder a posteriori de cada catástrofe de la naturaleza, que se gesten un cambio de régimen y/o dos guerras civiles: una racial (primordialmente entre las elites militares punjabis frente a los pashtunes y sindhis) y otra religiosa (75 por ciento de sunitas frente a 20 por ciento de chiítas). Cualquiera de los factores enunciados puede desembocar en su balcanización, pese a su dotación nuclear.

De acuerdo con nuestros frescos cálculos, Pakistán constituye el segundo país islámico más poblado del mundo con 168.5 millones (descontadas las otras religiones), detrás de Indonesia y antes de India y Bangladesh.

La hipotética balcanización de Pakistán es probable que expanda fuerzas centrífugas hacia sus cuatro fronteras superestratégicas: India (2 mil 912 kilómetros de transfrontera), Afganistán (2 mil 430 kms), Irán (909 kms) y China (523 kms).

El país que vio nacer unos de los primeros asentamientos civilizatorios urbanos en el valle del Indo –Harappa y Mohenjo-Daro–, aún no firma el Tratado de No-Proliferación (tampoco India e Israel) y posee casi 90 bombas nucleares que no se comen ni se beben en casos de hambruna masiva y carestía excesiva de agua.

Salomon toma la escasez acuífera de Pakistán como paradigma hidráulico de amenaza a la seguridad nacional (sic) de EU. ¿No será mejor dicho: seguridad trasnacional de EU?

Informa que desde marzo, Hillary Clinton –candidata a sustituir a Joe Biden en la vicepresidencia en cualquier momento– anunció que la escasez de agua había sido elevada de nivel en las preocupaciones centrales de la política exterior (sic) de EU, debido a la prospectiva sobre Pakistán. ¿Tendrá Hillary la misma preocupación sobre el norte de México?

Muy malthusiano (¡regresó la moda!), Salomon afirma que sea improbable (sic) que la producción de alimentos de Pakistán guarde el paso con su creciente población (por cierto, muy juvenil y de un promedio de 21 años de edad) que atribuye a dos factores: 1. el rápido deshielo de los glaciares del Himalaya que alimentan el río Indo (nota: muy controvertido y no demostrado aún por los fundamentalistas de la coartada perfecta del cambio climático) y 2. “las tensiones crecientes por el reparto de sus tributarios fluviales con su archienemigo India (nota: no necesita demostración).

Salomon asusta con el petate del muerto y sobredimensiona que desde abril de 2009 los talibanes están a 56 kilómetros de la presa gigante Tarbela –eje del sistema hidroeléctrico y de irrigación de Pakistán–, lo cual desestabilizará al de suyo fraccionado país e impedirá el desarraigo (sic) de los jihadistas terroristas. ¡Aquí se nos extravió Salomon!

Más allá de sus fobias personales que exhalan agendas ocultas (guerras triviales, tribales y soberanas del agua) que no van a resolver el crítico problema de su escasez, Salomon ilustra que durante décadas Islamabad ha gastado muy poco en mantenimiento básico, drenaje y canales de distribución, nuevos almacenamientos de agua y plantas hidráulicas, cuyo resultado se subsume en una grave crisis agrícola.

Así como Egipto es dependiente del río Nilo, el árido Pakistán lo es totalmente del Indo y sus afluentes. Asegura que el río Indo, debido a su sobrexplotación, ya no desemboca en el mar y ha afectado calamitosamente al puerto de Karachi –la mayor ciudad de Pakistán, con casi 19 millones de habitantes, su principal puerto, su capital financiera y capital de la provincia Sindh–, donde han ocurrido revueltas repetidas por falta de agua y electricidad.

Su descripción es aterradora: disminuirán las corrientes del Indo, mientras Pakistán solamente tiene la capacidad de almacenar 30 días de reserva como amortiguador frente a las sequías.

Como si lo anterior fuera poco, India –que lleva a los límites interpretativos el Tratado de las Aguas del Indo para su reparto–, con severas carencias de electricidad, construye una serie (¡supersic!) de presas hidroeléctricas en los afluentes del Indo en el estado Jammu-Cachemira, donde emergen los ríos en el Himalaya.

Asevera que un llenado a destiempo de las presas por India durante la estación de siembra puede destruir el cultivo de Pakistán, lo cual puede ser usado por India como una nueva arma potencialmente letal en su arsenal. ¿Reaparece el agua como arma letal de guerra?

¿Qué busca Salomon, el aparente heraldo del Departamento de Estado? Dice que ayudar a Pakistán, quien a duras penas explota 12 por ciento de su potencial hídrico.

Propone dos vías: 1. apuntalar la presa gigante Daimer-Basha en el norte del país a un costo mayor de 12 mil millones de dólares (nota: ¿quién aportará el dinero cuando EU se encuentra en bancarrota oficiosa?), y 2. “sustituir el sistema tradicional de abasto, warabandi –mediante el cual los agricultores retiran agua en forma rotatoria–, con otro que requiera menos agua en su totalidad y la abastezca en forma confiable conforme a las necesidades”, como sucede ya en Punjab.

Como ahora se han alineado (sic) la seguridad (tras)nacional de EU con su benevolencia (sic), Salomon sugiere que Obama debe tomar lecciones de la colaboración de los presidentes Kennedy y Ayub Khan en 1961, quienes establecieron una colaboración técnica (sic) entre expertos estadunidenses y una generación de jóvenes ingenieros paquistaníes.

Reconoce que los paquistaníes nunca van a querer a los estadunidenses. ¿Por qué no, si solamente han llevado guerras en sus entrañas y en sus rededores?

Salomon se alarma que sean los jihadistas quienes hayan aportado ayuda de emergencia a los más de 20 millones de damnificados por lo que urge la ayuda humanitaria de EU antes de que explote la crisis de agua fresca en Pakistán.

¿Cómo afectarán las inundaciones de Pakistán al curso de la guerra en Afganistán, que ya tiene perdida EU?


Fuente: La jornada
Difusión AMLOTV

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