Gran Bretaña: la revuelta estudiantil
Leonardo Boix
LONDRES, 7 de diciembre (apro).- En una revuelta que hace recordar al mayo francés del 68, miles de estudiantes británicos realizaron una manifestación por las calles de Londres y otras ciudades de Gran Bretaña por tercera vez en poco más de dos semanas, para protestar contra los polémicos planes del gobierno de coalición que encabeza el primer ministro conservador, David Cameron, quien busca triplicar el costo de la matrícula universitaria a 14 mil dólares anuales.
Las manifestaciones callejeras, ocupaciones de universidades y hasta persecuciones a políticos del país, tienen un objetivo: obligar a las autoridades a dar marcha atrás con su plan, que forma parte del programa de austeridad y ajuste más profundo en 60 años para reducir el enorme déficit fiscal de Gran Bretaña, actualmente del 11% del Producto Interno Bruto (PIB).
Después de las protestas del 10 y 24 de noviembre pasado, que terminaron con incidentes de violencia, detenidos y heridos, y durante las cuales los estudiantes destrozaron la sede central del Partido Conservador en el céntrico barrio de Millbank, cerca del Parlamento británico, miles de jóvenes marcharon, el pasado 30 de noviembre, para exigir nuevamente un cambio a las medidas.
Los estudiantes acusan a los liberales democráticos, quienes actualmente conforman el gobierno de coalición con los conservadores, por haber “traicionado” su plataforma política e incumplido las promesas que hicieron previo a las elecciones generales de mayo pasado.
La marcha del 30 de noviembre inició en la céntrica Trafalgar Square en medio de temperaturas polares y una nevada, que no impidió que miles de estudiantes llegaran al Parliament Square, frente a las Casas del Parlamento.
Pero, en esta oportunidad, y a diferencia de las dos últimas manifestaciones estudiantiles, los jóvenes buscaron evitar ser acordonados por la Policía británica, en una técnica que en el Reino Unido se ha dado en llamar “kettling” (guiado como ganado).
Los alumnos, que llevaban pancartas que decían “Tory Pigs” (Conservadores cerdos) y “Lib-dems are traitors” (Liberales democráticos traidores), lograron evadir en un principio a los agentes policiales al desviarse por la aristocrática calle de Pall Mall hasta el St. James Park, frente al Palacio real de Bcukingham.
Como “el gato y el ratón”
En la manifestación estaba Simon Hardy, de la Campaña Nacional contra la Matrícula Universitaria y los Ajustes, quien dirigía a los estudiantes para evitar el “kettling”: "¡Doblemos por aquí y sigamos adelante!", indicaba mientras los guiaba hacia la medieval Abadía de Westminster, frente al Parlamento.
"Esta es una demostración espontánea. La estrategia es no quedar acordonados por la Policía", contaba Hardy, quien buscó evitar enfrentamientos como en las dos protestas anteriores.
Una persecución al estilo “gato y ratón” entre los jóvenes y la Policía continuó por las calles de Westminster durante las horas de la marcha, con cientos de estudiantes que lograron paralizar el congestionado tráfico del centro de Londres un día de semana.
“No ‘tal vez’, no ‘peros’, no a los recortes de educación”, gritaban los estudiantes, que pedían por una “revolución” en la política de la Gran Bretaña.
La policía miraba, filmaba y tomaba fotografías desde el costado de las aceras, mientras camiones policiales aparecían de repente para desviar la protesta estudiantil e impedir que los manifestantes bloquearan el tráfico.
Algunos jóvenes, cada vez más frustrados por las tácticas policiales de persecución y acordonamiento, comenzaron a golpear los camiones policiales mientras marchaban en dirección al Hyde Park, buscando llegar a la zona gubernamental de Whitehall. “Revolución, revolución”, cantaban al son de las “vuvuzelas”.
Al llegar al Green Park, un grupo de estudiantes rodeó una limusina estacionada fuera del lujoso Hotel Ritz, mientras pedía por un cambio en la mentalidad de los británicos, quienes han reaccionado aletargados a los masivos recortes y ajustes propuestos por el gobierno, los cuales se estima que dejarán en la calle al menos a 90 mil empleados públicos.
Los trabajadores, turistas y londinenses miraban azorados a los estudiantes que atravesaban Piccadilly, Regent Street y Oxford Street, tres de las zonas comerciales más importantes de Londres.
Una estudiante llamada Sophie, de 15 años, contó que aunque se perdía una clase de ciencia "la lucha contra la matrícula universitaria siempre será más importante".
"No debemos permitir que los estudiantes tengamos que pagar tanto dinero para ir a la universidad. No lo permitiremos", gritó ante este reportero en medio de los jóvenes.
Activismo
Las polémicas reformas educativas que propone el gobierno hicieron que muchos estudiantes se interesaran recientemente en la política y en el activismo político.
Khyati Patel, una alumna del londinense Westminster Kingsway College, gritaba frente a los autobuses de dos pisos repletos de pasajeros para que se sumaran a la protesta, al denunciar la “traición de los liberales democráticos”.
"Nunca me sentí tan viva como ahora. Esto que ha hecho el gobierno es como una cachetada en la cara y le ha abierto los ojos a muchos estudiantes, incluida yo misma. No tenía idea de qué se trataba el activismo político, ni para qué servía; ahora sí", contó.
Sin embargo, y cuando daban las 2 de la tarde, la hora que la policía había dado como plazo para finalizar la marcha, un centenar de estudiantes desafió la orden y se concentró en Trafalgar Square, donde realizó pintas con graffitis, que decían “Revolución” en la famosa columna del capitán Nelson.
La Policía formó de inmediato un cordón para arrinconar a los manifestantes, quienes tras una serie de enfrentamientos, empujones y gritos, fueron arrestados y trasladados en camiones a comisarías locales.
En total fueron detenidos 153 estudiantes, dos de ellos con heridas leves en el rostro por impacto de cachiporras. Un policía resultó también herido en los incidentes.
Las marchas no sólo se limitaron a Londres, ya que también hubo manifestaciones estudiantiles en Leeds, Sheffield, Bath, Birmingham, Liverpool, Manchester, Edimburgo y Bristol.
En Nottingham, en el centro del país, un centenar de estudiantes ocupó la sede de la universidad, en señal de apoyo a la campaña de protesta. También hubo ocupaciones en otras universidades del país, incluidas la University College London (UCL), Cambridge y la Newcastle University.
Todo ello ocurrió cuando el ministro de Negocios británico, el liberal democrático Vince Cable, sorprendió al país al afirmar que podría abstenerse de votar este mes en el Parlamento por el aumento del arancel universitario, un tema que ha dividido fuertemente a conservadores y liberales democráticos.
En ese sentido, el secretario general del Sindicato Nacional de Estudiantes (NUS), Aron Porter, acusó a la agrupación que encabeza el vicepremier Nick Clegg de haber incumplido las promesas preelectorales contra la matrícula universitaria.
"La furia sentida por esta traición es real, justificada y muy decepcionante para aquellos que confiaron en ustedes a la hora de crear políticas diferentes", afirmó Porter en una carta de respuesta a Clegg, quien poco antes pidió a los estudiantes poner fin a protestas "nocivas".
La organización estudiantil lanzó la semana pasada una campaña nacional para instar a aquellos parlamentarios liberales democráticos que prometieron oponerse a aumentos del arancel universitario, entre ellos el propio Clegg y Cable, a renunciar a sus bancadas en la Cámara de los Comunes "por incumplimiento de promesas electorales".
“Nos engañaron”
Los legisladores británicos deberán votar antes de Navidad sobre el aumento de la matrícula universitaria de 3 MIL 375 libras anuales (5 mil 245 dólares) a 14 mil dólares anuales, visto como un punto clave en los intentos del gobierno de coalición para imponer recortes al gasto público y reducir el enorme déficit fiscal del país. Hasta ahora no está claro si los liberales democráticos se abstendrán o no del voto.
En la campaña electoral previo a los comicios generales de mayo pasado, los “lib-dems” prometieron a los estudiantes votar en contra de cualquier aumento del arancel universitario, que calificaron entonces de "injusto y dañino" para el país.
Mientras, el ministro de Negocios en la oposición, el laborista John Denham, afirmó que será "extraordinario y trágico" si Cable decide votar en contra de los planes del gobierno que él mismo conforma.
"Si todos nos abstenemos (los 57 parlamentarios liberales democráticos) entonces estaré conforme al apoyar esa posición. Está la opción de que nos abstengamos como grupo y la estamos considerando", afirmó Cable a la radio 4 de la BBC, el día de la manifestación estudiantil del 30 de noviembre.
"Mi propio instinto, parcialmente porque soy ministro responsable por las universidades y porque creo que la política es correcta, es votar a favor. Pero tenemos que votar como grupo, de forma colectiva", agregó.
Para Clegg, cuya imagen popular se desplomó como consecuencia de la crisis estudiantil, las protestas amenazan con atemorizar a jóvenes humildes que quieren inscribirse en las universidades del país.
En una carta dirigida al NUS, el segundo del mandatario Cameron declaró que muchos jóvenes británicos "creen erróneamente" que tendrán que pagar grandes sumas de dinero para estudiar una carrera.
Clegg apeló a la organización estudiantil a garantizar que su campaña contra el aumento de los aranceles universitarios no genere consecuencias negativas a los planes del gobierno para ampliar el acceso a la educación superior a partir de becas para los jóvenes de familias humildes.
Según el funcionario liberal democrático, el NUS debe asegurarse que los estudiantes que participan en las protestas "tengan claro todo el panorama" de las reformas propuestas por el gobierno que, según el vicepremier harán que el actual sistema "sea más justo".
Sin embargo, la posición de la mayoría de los estudiantes no podría ser más diferente.
Enfurecidos por el trato policial durante las protestas del 30 de noviembre, los manifestantes gritaban mientras eran detenidos e iban siendo ingresados en las patrullas: “¡Debería darles vergüenza a los políticos! ¡Nos engañaron!”, increpaban a las cámaras.
"No estoy de acuerdo con la violencia ni nada parecido", contó el estudiante de antropología de la Universidad de Brunel, Mike Sargent, de 20 años, "pero detesto la forma en que buscan responsabilizar a una pequeña minoría, todos estamos enfurecidos, no sólo un pequeño grupo”.
“Los estudiantes británicos estamos muy enojados por todo lo que está pasando. Pero que les quede algo bien claro: Seguiremos luchando”, concluyó.
Fuente: Proceso
Difusión AMLOTV
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