martes, 29 de marzo de 2011

La hora de la verdad para el PRD*


PACO IGNACIO TAIBO II

Trece de las muchas

1) Coloque en el centro, en el úni-co centro de su vida, sagrado y unidimensional la lucha electoral. No lo diga, pero en el fondo de su corazón mantenga la firme creencia de que las lu-chas sociales estorban los momentos claves y definitorios de la vida del partido, los ver-daderos, que tiene que ver con la selección de candidatos, las campañas electorales, las reu-niones para medir las fuerzas y repartir las cuotas, el reparto de zonas de influencia.

2) Convierta a una buena parte de los militantes en asalariados, que dependan pa-ra su supervivencia del aparato y la jerarquía. Salve a esa militancia de trabajos mal paga-dos de maestros, chambas de medio tiempo, ventas de miel de colmena que manda la abuelita o enciclopedias británicas a domicilio. Aproveche que toda una generación de militantes, la de los 60–70, está quemada económicamente, que deben la renta y ellos están tres meses atrasados con la pensión alimentaria. Construya un partido “mo-derno” de empleados y no de activistas.

Conviértase usted mismo y toda la di-rección nacional en asalariados de lujo, con prebendas, asistentes, choferes paseadores de esposas y esposos, ayudantes que hacen el súper. Dé por buena la teoría de que un diputado tiene derecho a ganar 50 veces lo que gana un obrero.

Reparta cargos de elección popular, de administradores públicos; cree centenares de asalariados del propio partido a nivel mu-nicipal, delegacional, estatal, nacional. Dis-tribuya infatigablemente creando empleos y no apoyos económicos para la realización de tareas. Reparta esos empleos generando lazos de afinidad con los que los reciben, deu-das a ser pagadas, fidelidades, servidumbres.

Construya paulatinamente una situación en la que en la cabeza de los militantes aparezca la idea de eternidad asociada a la idea de chamba. Establezca que la única continuidad en la vida es la del empleo que ofrece el partido. Que en la realidad política me-xicana se puede construir una rueda de la for-tuna donde nomás se va cambiando de asien-to: de regidor de ayuntamiento a miembro de dirección estatal, a diputado, a senador, a viceministro.

3) Abandone cualquier radicalismo. No sólo el radicalismo no es “moderno”, sino que espanta. En la realpolitik lo políticamente correcto no tiene aristas. Ponga de moda la noción de que lo ideal es el centro, que el centro atrae votos indecisos, gana elecciones. Dé por buena la idea muy estadunidense de que se gobierna con las encuestas, que no se trata de convocar a la población y llevarle visiones, reflexiones, ideas, sino que se trata de adoptar sus dudas, sus miedos, sus prejuicios. Declárese ferviente partidario de la búsqueda del centro, aunque no lo diga. No permita que por ahí se ande diciendo que en política el centro es la nada.

4) Convierta todo debate de ideas en un debate de posibilidades. Ponga siempre por delante la idea de que el objetivo es alcanzar el poder. ¿Para hacer qué con el poder? Eso no importa.

Despolitice la política, vuélvala un jue-go de posibilidades donde los principios se desvanecen, las ideas del cambio profundo pasan al rincón de los juguetes viejos, la uto-pía es considerada una mala palabra. De-clare abolido el trabajo de formación política. Declare difuntos a Marx y a Sandino, a Ho Chi Minh y a Pancho Villa, al cura Hi-dalgo (excepto en ceremonias) y a Baku-nin. Simplemente no son modernos.

Acepte pragmáticamente cualquier tipo de alianza, con quien sea con tal de medio ganar una elección. Alíese con el que despide electricistas, con el que está en contra de las leyes progresistas del aborto o el ma-trimonio homosexual, con el que declara al Fondo Monetario Internacional su santo pa-trón. Ignore esas pequeñas diferencias con tal de ganar–perder una elección.

5) Dé por buena la idea de que una pe-queña parte de corrupción es admisible, no mucha, no saqueadora, apenas funcional; que no tiene nada de malo recibir apoyos económicos de un gobernador priista o que un alto funcionario panista le ofrezca a su grupo tres camionetas.

6) Adquiera los estilos y las formas del poder, conviva respetuosamente con el ene-migo, reúnase frecuentemente con él en res-taurantes y cantinas, salúdelo amablemente cuando lo tenga en el asiento de al lado de una Cámara de Senadores. No les crea a los que andan diciendo que existe el contagio por contacto.

7) Haga suya y de corazón toda norma burocrática. Donde manda la normatividad, que le valga verdaderamente madre el sentido común, el pensamiento racional, la sen-satez. No permita bajo ninguna manera que la sensibilidad estorbe al procedimiento. Ol-vídese de cualquier intento de simplificación administrativa. Diga frecuentemente cosas como: “Ni modo, así hay que hacerlo.”

8) Cambie el lenguaje, hable de canicas y de recursos. Cuando le hablen de “programa” responda: ¿En qué canal?

9) Viva en un país en una de las más profundas crisis de su historia y logre que a pesar de ello, le valga absolutamente som-brilla. Convierta la política en un acto reactivo y no propositivo. Viva como en un en-cuentro de futbol en un estadio cerrado y sin público, preocúpese sólo de lo que ahí sucede, desconéctese del exterior.

10) Reviva las prácticas internas de frau-de electoral. No importa que ese haya sido uno de los demonios cuya necesidad de abolición dio origen a todo. Si no las practica, al menos consiéntalas, explíquelas, per-dónelas. Haga lo mismo con la presión del voto a través de la despensa o el saco de cemento, la compra de conciencia. Cons-truya detrás de cada tendencia un apoyo so-cial corporativo (por ejemplo: un proyecto habitacional de 40 casas con 400 peticionarios). Declare la moral abolida y la vergüenza inexistente. No son modernas.

11) Levante la bandera de la unidad. Secues-tre en nombre de la unidad a todo el mundo.

12) Procure que no se hable demasiado del pasado militante de cada quien. Ese es un terreno peligroso, bien por la ausencia de tal pasado, bien por la incoherencia en-tre ese pasado y el triste presente.

13) No vaya jamás a una manifestación a no ser que haya en ella cámaras de televisión.

Bien, más o menos ya lo tiene. Ahora asuma el problema: ¿Quién quiere militar en una lata de sardinas? ¿Quién se siente representado por una lata de sardinas? ¿Quién va a votar por una lata de sardinas?

*Publicado en La Jornada el 19 de marzo de 2011

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